Nadine Gasman en el Inmujeres

sábado, 9 de marzo de 2019 · 09:46
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El proceso de selección de las feministas que finalmente quedarían en la terna de selección para la presidencia del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) fue muy complejo. En un país de la dimensión del nuestro y con un intenso activismo feminista, decenas de mujeres aspiraron al cargo. Anhelo legítimo, sin duda, pero que partió de un malentendido básico: la presidencia de la institución encargada de la política pública específica para la mitad de la población no es un premio a la militancia partidaria, ni al compromiso feminista, ni al talento intelectual. Las intervenciones que deben llevarse a cabo desde el Inmujeres requieren la gestión de una profesional que, con experiencia y con criterio político, se haga cargo de una dificilísima labor. Aunque hubo varias candidatas muy buenas, una en especial tenía una trayectoria que sobrepasaba con creces a las demás en cuestiones como las relaciones intergubernamentales y la movilización de recursos internacionales: Nadine Gasman. Esta médica, que nació en México y estudió aquí su carrera, luego hizo una maestría en Salud Pública en Harvard y después un doctorado en Políticas y Administración en Salud en la Universidad Johns Hopkins. A partir de entonces, se especializó en el desarrollo de políticas públicas basadas en los derechos humanos, la igualdad de género y los procesos participativos. Resultado de sus más de 27 años de experiencia de trabajo en el área de desarrollo social, esta mexicana se vinculó en América Latina con varios de los principales actores sociales involucrados en la construcción de políticas y programas: los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y la ONU. A lo largo de su carrera, Nadine Gasman ha enfatizado la necesidad de impulsar la participación política de las mujeres y su autonomía económica; la prevención, atención y acceso a la justicia de las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia; los derechos y la salud sexual y reproductiva, y también ha desarrollado programas innovadores para promover el bienestar y participación de adolescentes y jóvenes, indígenas y afrodescendientes. Todo ello desde una perspectiva que fortalece los procesos institucionales para así lograr una mayor incorporación de la igualdad de género en la agenda de gobierno. Destaco algunas de sus intervenciones y gestiones. Participó activamente de los procesos de Cairo+10, Beijing +10, +15, +20, así como numerosas Conferencias Regionales de las Mujeres; lideró negociaciones mundiales entre organizaciones de la sociedad civil para el desarrollo de la Declaración de la Salud de los Pueblos, que se usa para la promoción de la agenda del Movimiento de Salud de los Pueblos; llevó a cabo una alianza con el Comité Olímpico Internacional para fortalecer deportivamente a más de mil niñas de las favelas de Río de Janeiro, y con un financiamiento de la Unión Europea de 10.5 millones de euros impulsó el programa Ganar-Ganar. Igualdad de género significa buenos negocios. También armó el proyecto Ciudad 50-50: todos/as por la igualdad, para implementar los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) en el que los/as alcaldes/as se comprometen con acciones concretas a promover la igualdad de género en sus planes de gobierno local. Ha diversificado el número y tipo de alianzas y fuentes de financiamiento de ONU Mujeres movilizando alrededor de 16 millones de dólares y 15 millones más en contribuciones en especie. Su dominio de cuatro idiomas le ha permitido intervenir en negociaciones intergubernamentales de alto nivel. Apoyó a la delegación de Brasil en su preparación en las negociaciones intergubernamentales (CSW, Mercosur, Comunidad de Países de Lengua Portuguesa), lideró programas de cooperación Sur Sur con África y Brasil; desarrolló el Plan Estratégico de la Década de los Pueblos Afrodescendientes, e implementó la metodología para abordar el racismo institucional en la ONU y con la Secretaría de Igualdad Racial de Brasil. Fue la directora de la campaña UNETE del secretario general de la ONU para combatir la violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe, en la que puso en la mira el feminicidio en América Latina; todos los países de la región se comprometieron con esa campaña. Cuando fue representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Guatemala desarrolló un trabajo pionero con el programa Abriendo Oportunidades para niñas adolescentes indígenas, para lo cual movilizó 7.2 millones de dólares para el fondo Inter-agencial de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Una de sus mayores preocupaciones es el embarazo adolescente. Nadine Gasman es innovadora, progresista y tiene mucha experiencia en procesos de trabajo que potencian a las integrantes de sus equipos. Quienes han trabajado con ella la definen como una feminista que promueve el diálogo y busca consensos. Su designación como presidenta del Inmujeres es un acierto total. Pese a que muchas amigas cercanas y feministas de larga trayectoria quedaron descartadas, ojalá que tengan la madurez para cerrar filas en torno a una mujer que puede impulsar al Inmujeres a un lugar de gran incidencia en la política de la Cuarta Transformación. Este análisis se publicó el 3 de marzo de 2019 en la edición 2209 de la revista Proceso.

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