Planeta paralelo

domingo, 22 de septiembre de 2019 · 10:23
El presupuesto del nuevo gobierno es el de un planeta paralelo, en otra galaxia, en otro sistema solar. Ahí Pemex es una empresa eficiente y bien administrada, cuya producción de petróleo mágicamente aumentará. Ahí, la refinería de Dos Bocas sólo costará 8 mil millones de dólares, cuando empresas expertas en el ramo advierten que el precio será mucho mayor. Ahí, la economía crecerá al 2%, a pesar de que las cifras de los últimos meses constatan una preocupante desaceleración. Ahí, la recaudación prevista por cobrarle impuestos a Uber y Netflix será suficiente para cerrar los boquetes en las finanzas públicas. Y aunque se agradece el compromiso de mantener la disciplina fiscal, gran parte del presupuesto es puro realismo mágico. Refleja a Arturo Herrera, el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), con un pie puesto sobre la tierra, y el otro en la constelación astral de Andrés Manuel López Obrador. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Economistas independientes, analistas sin afiliaciones partidistas, organizaciones no gubernamentales sin agenda política, pero con ganas de contribuir a la mejor administración de los recursos públicos, coinciden. Este no es un presupuesto con la capacidad de transformar al país. Este no es un presupuesto que logrará hacerlo crecer. En algunos rubros busca corregir errores que la 4T cometió en los primeros meses al mando de México; en otros, sólo los acentúa. Como advierte Rodolfo de la Torre, es un paquete económico que no representa grandes cambios, pero sí grandes riesgos. El riesgo de apostarle a un nivel de producción petrolera que se ve inviable, dada la caída sistemática de años recientes. El riesgo de invertir tantos recursos públicos en Pemex que –como han alertado las calificadoras– ni siquiera serán suficientes para salvar a una empresa mal administrada, con una deuda sofocante y un sindicato rapaz. El gobierno piensa destinar una porción significativa a Pemex y a los nuevos programas sociales y a la Guardia Nacional, pensando que podrá financiar esa erogación con el aumento en la recaudación. Pero es una visión enraizada en lo que quisiera ver, y no en lo que las cifras recientes evidencian. En su análisis del paquete presupuestal, México Evalúa lo advierte: el plan de ingresos de 2020 no parece consistente con la evolución de la recaudación observada en 2019. El escenario optimista que la SHCP le presenta al presidente y al país no cambia la tendencia a la baja en los ingresos. Y si los ingresos gubernamentales no aumentan, Hacienda simplemente no tendrá recursos para gastar lo que tiene previsto. La política de austeridad no será suficiente, el recorte al gasto no será suficiente, el adelgazamiento gubernamental no será suficiente. Si no crecemos y recaudamos más, será difícil pagar pensiones y costos financieros. Será difícil proveer financiamiento básico a salud y educación. Será imposible invertir en infraestructura física, capaz de detonar el crecimiento. En el presupuesto presentado, la inversión en petróleo se come la inversión en bienestar. De cada 100 pesos que el gobierno invertirá, 50 serán para Pemex, tres para salud, dos para educación y 43 centavos para agua. El presidente está tan aferrado en convertir a Pemex en palanca del desarrollo nacional que deja de lado la urgencia de invertir en otras necesidades. AMLO está tan abocado a entregar dinero “sin mediaciones”, que está destinando recursos a proyectos con buenas intenciones, pero sin reglas de operación. Y eso abre la puerta a todo tipo de irregularidades en programas promisorios: el bajo desempeño, la corrupción, la dificultad para medir y evaluar lo que se está haciendo con Jóvenes Construyendo el Futuro y otras iniciativas similares. El gobierno entregará más apoyos, pero habrá menos capacidad para vigilar su destino, su impacto y a quienes están beneficiando. Aumentará 30% los subsidios a las tarifas eléctricas, pero disminuirá 29% el Programa de Becas de Educación Básica para el Bienestar Benito Juárez. El gobierno redistribuye el gasto para apuntalar energía y combustibles, mientras estrangula turismo, educación y energías renovables. El paradigma energético del pasado les gana a las palancas de desarrollo del futuro. Es cierto que había poco margen de maniobra por el peso de las pensiones y el pago de la deuda. Es indudable que era necesario destinar más recursos al rubro de seguridad, ante la crisis que enfrentamos y eso explica los recortes en otros ámbitos. Pero sin crecer a futuro, se volverá más complicado cumplir los compromisos financieros del pasado. Sin claridad sobre los recursos destinados a la Guardia Nacional, la Sedena podrá manejarlos discrecionalmente, contraviniendo la reforma constitucional. Y finalmente, la desaceleración económica es producto de heridas autoinfligidas que este presupuesto no corrige. Sigue el énfasis en la petrolización y el descuido a la inversión en otros ámbitos. Siguen los megaproyectos de Dos Bocas y el Tren Maya a costa de lo que podría y debería dedicarse a obras con más rentabilidad social. Sigue predominando un tipo de gasto social que –como subraya De la Torre– no es claro que tenga un impacto redistributivo verdadero, al privilegiar las transferencias monetarias sobre la provisión de servicios básicos. Urgen replanteamientos serios que saquen al gobierno del planeta paralelo en el cual vive, para regresarlo a la realidad. Para regresarlo a tierra firme en la cual se encare la falta de confianza en el rumbo planteado, la debilidad hacendaria crónica, el deterioro de muchos ramos y programas, la caída de la inversión pública y su impacto en el crecimiento. La Cuarta Transformación se ha colocado a sí misma en un círculo vicioso (poca inversión, poco crecimiento, poca recaudación que a su vez genera poca inversión) del cual deberá salir si quiere generar el desarrollo y no sólo administrar la parálisis de un mundo raro que se irá quedando sin luz. Este análisis se publicó el 15 de septiembre de 2019 en la edición 2237 de la revista Proceso

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