Enfermeras

martes, 21 de enero de 2020 · 12:30
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El jueves 9 en Villahermosa, la Secretaría de Salud de Tabasco celebró el Día de la Enfermera y el Enfermero 2020, e hizo entrega de tres medallas al mérito y varios reconocimientos por la labor humanística y profesional de enfermería correspondientes a 2019. La maestra Esther León, actual titular de la Unidad de Enfermería en la Secretaría de Salud, me invitó a impartir una conferencia en tal evento, lo cual me obligó a documentarme. Así pues, al buscar información descubrí la propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que 2020 sea declarado el Año de la Enfermera y la Partera, lo cual será decidido en la Asamblea Mundial de la Salud que se celebrará en mayo. Además, durante la reunión del Consejo Ejecutivo de la OMS, el Consejo Internacional de Enfermería (CIE) instó a los ministerios de sanidad de los distintos países miembros a la elaboración de un informe mundial sobre el estado general de la enfermería. Muero de curiosidad sobre qué va a informar México. En mi búsqueda encontré que en el mundo hay varios movimientos de enfermeras, que están realizando congresos y encuentros para que se revaloren las condiciones laborales en que llevan a cabo su indispensable trabajo. No es novedad lo imprescindible que resulta para los hospitales contar con personal de enfermería adecuadamente formado. Las enfermeras, y los cada vez más enfermeros, son quienes están a cargo del cuidado cotidiano, y quienes muchas veces salvan a las personas hospitalizadas. Sin embargo, aunque tiene un gran componente de trabajo emocional, la enfermería se ve como una actividad técnica y rara vez se valora este componente emocional en términos salariales. El trabajo emocional de las enfermeras se caracteriza por eso que Arlie Hochschild encontró en su investigación: “Las mujeres se adaptan más a las necesidades de los otros y cooperan más que los hombres”. La sensibilidad a la comunicación no verbal es característica del mandato de la feminidad (atender a los demás), lo que les da a las mujeres un plus que los hombres podrían tener, pero que en la práctica no desarrollan o que tienen mucho menos. No es de extrañar, entonces, que quienes hacen el mayor trabajo emocional en las labores de enfermería sean las mujeres. En el trabajo de enfermería están significativamente imbricadas la expresión y la contención de emociones, lo que crea una tensión entre, por un lado, las demandas estructurales que exigen rapidez y eficiencia y, por otro, el ritmo del cuidado emocional. Hochschild subraya que el costo del trabajo emocional es el desgaste laboral (burnout), que también se acompaña de angustia. Las enfermeras “aceitan” la maquinaria grupal de los hospitales con su trabajo emocional. Los comportamientos altruistas, emocionalmente apoyadores, de las enfermeras suelen ser considerados “el pegamento que une a los equipos hospitalarios”. Con frecuencia las enfermeras median en los conflictos intrahospitalarios que se dan entre médicos. Además de que el trabajo de enfermería es, en sí mismo, muy desgastante, está sometido a abusos constantes, tanto de los médicos, como de los pacientes y sus familiares. Mucho personal de enfermería trabaja lidiando con expresiones machistas: gritos, regaños groseros, incluso acoso sexual. Y como en la formación profesional de las enfermeras el modelo a seguir es el del sacrificio y la entrega a lo Florence Nightingale, se espera que ellas aguanten todo, que cumplan con esa expectativa de abnegación que ya Rosario Castellanos calificó hace años como una “virtud loca”. Sí, la abnegación, que consiste en negarse a sí mismas, es una “virtud loca” que tiene efectos perversos. Mucho del debate internacional de las agrupaciones de enfermeras se ha centrado en la desigualdad brutal que existe entre éstas y el personal médico y administrativo. Con frecuencia ellas cargan con mayor responsabilidad de la que se reconoce discursivamente. De ellas se espera que estén al pie de la persona enferma mientras que el/la médico/a suele pasar a dar una vuelta en la mañana y en la noche. Esto implica jornadas muy largas, con turnos agotadores. Por eso no es extraño que una de las demandas en que coinciden diversas agrupaciones en distintos países sea la de flexibilizar los horarios de trabajo y acortar los turnos. En lugar de tener una sola enfermera 24 horas, hay que ir pensando en tener tres, con jornadas de ocho horas. En varias partes del mundo las enfermeras se están organizando y luchan por mejorar sus condiciones laborales. ¿Qué ocurre en nuestro país? Aquí también la duración de los turnos, la necesidad de actualización del conocimiento y el aumento salarial, son temas debatidos en las reuniones. Sin embargo, una peculiaridad de México es la fragmentación y desunión entre las enfermeras en el sector público, las del sector privado y las que laboran a domicilio. Con el complicado contexto económico y de austeridad que vivimos, el panorama se ve difícil. No les resultará fácil organizarse con los turnos agotadores, la doble jornada y las grillas intrahospitalarias; sin embargo, para exigir mejores condiciones de trabajo, para demandar que las cuidadoras también requieren ser cuidadas, se necesita ORGANIZACIÓN. Este análisis se publicó el 19 de enero de 2020 en la edición 2255 de la revista Proceso

Comentarios