Opinión

El caso McCarrick desnuda el encubrimiento pederasta de los papas

En pederastia, mirar al futuro no basta, si no se resuelven los agravios a víctimas en el pasado. La investigación es un paso importante. El informe en torno a Theodore McCarrick deja más preguntas que las respuestas que ofrece.
miércoles, 25 de noviembre de 2020 · 15:48

El Vaticano al más alto nivel ha sido cómplice de prominentes pederastas. El caso del excardenal estadunidense Theodore McCarrick muestra una red de complicidades que disimularon sus abusos sexuales durante décadas. Todo ello se desprende de una investigación dada a conocer por la Secretaría de Estado del Vaticano el pasado martes 10 de noviembre.

Es un informe detallado de 450 páginas que recoge testimonios, informes, entrevistas, memorandos y correspondencia inédita. Su pulida redacción trata de exculpar a los Papas pero los hechos se imponen. El Vaticano niega haber encubierto los abusos sexuales a menores cometidos por el excardenal estadunidense McCarrick, ahora degradado a condición laical, pero reconoce en su informe errores graves, omisiones y falta de sensibilidad hacia las víctimas, en especial por haber considerado simples rumores las informaciones sobre sus delitos de pederastia y abuso a jóvenes seminaristas. Nadie se dio a la tarea de corroborarlos ni de realizar una investigación profunda.

Una de las primeras conclusiones del informe sobre el encubrimiento dice lo siguiente: “en el momento del nombramiento como arzobispo en Washington de Theodore McCarrick, en el 2000, la Santa Sede actuó sobre la base de información parcial e incompleta. Desgraciadamente se cometieron omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas”.

Los rumores sobre la conducta homosexual y los abusos a menores llegaron a la nunciatura en Washington y al Vaticano desde principios de la década de los noventa. Pero fueron deses­timados porque están formulados en cartas anónimas y dichos. El Vaticano y el Papa Juan Pablo II sabían de rumores sobre el comportamiento sexual de McCarrick pero jamás investigaron a fondo. Incluso se desestimó una carta del cardenal de Nueva York, John O’Connor, fechada el 28 de octubre de 1999, en la que recomendaba no elevar a McCarrick como arzobispo, para evitar escándalos.

El informe intenta atenuar y justificar la decisión de Juan Pablo II, pero a todas luces cometió un error y una página negra en la vida de la Iglesia. El expediente de la Secretaría de Estado narra engaños del propio McCarrick. Hay que recordar que desde 1976 había amistad entre ambos y probablemente hubo apoyos económicos a la resistencia cuando Karol Wojtyla era arzobispo en Cracovia.

Como haya sido, el Vaticano nombró a Theodore McCarrick obispo auxiliar de Nueva York en 1977, Juan Pablo II lo convirtió en obispo de Metuchen en 1981, arzobispo de Newark en 1986 y fue elevado a arzobispo de Washing­ton en el 2000, para finalmente ser encumbrado al cardenalato al año siguiente.

McCarrick vivía una doble vida. Un clérigo muy activo políticamente, con gran influencia en la Casa Blanca y en especial con el Partido Demócrata. Un experto recaudador de fondos para financiar iniciativas costosas del Vaticano. Además pertenecía al ala progresista de la Iglesia estadunidense. Él cubría temas como paz internacional, ayuda humanitaria, pobreza, derechos humanos y migración, que lo perfilaban como un cardenal de avanzada. Pero llevaba una vida privada paralela, de placeres sexuales y perversiones condenadas por la Iglesia. Una vida subterránea que escondía una conducta patológica, pues abusaba de menores; lo califican como un Mister Hyde y Doctor Jekyll de la pedofilia.

McCarrick tiene ahora 90 años ¿Morirá en su cama sin enfrentar la justicia o irá a prisión? ¿Se volverá a imponer la impunidad sagrada a pederastas depredadores, como Marcial Maciel, Nicolás Aguilar, el exnuncio de Dominicana Jozef Wesolowski o el encubridor Bernard Law? Según el informe, también actuaron a favor del ascenso eclesiástico de McCarrick altos funcionarios de la Curia, como Angelo Sodano, secretario de Estado; Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos; y el secretario particular del Papa Woj­tyla, Estanislao Dziwisz.

Tienen también un alto grado de responsabilidad porque mostraron beneplácito para preponderar al pederasta norteamericano. Recordemos a Sodano defender con todo el peso del Estado Vaticano a Marcial Maciel. Curiosamente Estanislao Dziwisz enfrenta ahora procesos judiciales en su natal Polonia por encubrimiento a pederastas clericales. Son cómplices y habitan también en el limbo de la indulgencia de responsabilidades tanto eclesiásticas como civiles.

Es necesario analizar el papel de la burocracia vaticana para explicar el inexorable ascenso de McCarrick. No sólo como resultado de una desafortunada combinación de errores, informaciones sesgadas y reglas discrecionales, sino de un clericalismo delictivo presente en la Iglesia. Un clericalismo perverso que ha alterado todo el sistema para sabotear los signos de advertencia y evitar esclarecer los incidentes que emergían como señales de alerta. Estamos hablando de una cultura clerical destinada a proteger a los funcionarios de alto rango que pasaron por alto normas eclesiásticas y civiles. En ese sentido, el informe de la Secretaría de Estado es un importante paso de transparencia que propicia mayor autocrítica y deslinde de responsabilidades.

Algunos analistas apuntan que el ascenso de McCarrick fue pilotado gracias a un sistema de poder subterráneo desde los sótanos del Vaticano. Nos referimos al llamado Lobby Gay. Fréderic Martell, autor de Sodoma, corregiría porque es una “mayoría silenciosa de homosexuales en la curia”.

En defensa de Juan Pablo II, salta Monseñor Stanisław Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal polaca, quien aseguró que el informe de la investigación a Theodore McCarrick muestra que San Juan Pablo II fue engañado. Por su parte, el católico ultraconservador republicano, George Weigel, también defiende su memoria: “No hay absolutamente ninguna evidencia en el Informe McCarrick que pruebe que Juan Pablo II nombrara de forma deliberada a un depredador sexual… Me temo que mucha gente está sacando conclusiones precipitadas debido a informes de prensa incompletos o sesgados”.

Benedicto XVI, también aparece en el informe con una cuota grave de responsabilidad. En 2005 resurgieron acusaciones en firme de acoso y abuso de jóvenes. El nuevo Papa, Benedicto XVI, pidió la renuncia al cardenal estadunidense, al que acababa de conceder una prórroga de dos años de su mandato. Por lo tanto, en 2006, McCarrick, en edad de retiro (76 años), dejó la conducción de la diócesis de Washington para convertirse en obispo emérito.

Sin embargo, Ratzinger nunca inició una investigación ni un juicio canónico, como ameritaba el caso. Como a Marcial Maciel, se le recomienda llevar una vida más retirada y de oración, primero de manera oral y después por escrito en 2008. McCarrick nunca acató y siguió llevando misiones diplomáticas, acciones de recaudación y un activo lobby con la clase política estadunidense, hasta 2018, en tiempos de Francisco, que explotan nuevos escándalos.

En suma, el documento del Vaticano es un primer ejercicio que muestra una nueva actitud de mayor transparencia del actual Papa Francisco. En pederastia, mirar al futuro no basta, si no se resuelven los agravios a víctimas en el pasado. La investigación es un paso importante y se espera que se abran más como el caso Maciel. El informe deja más preguntas que las respuestas que ofrece. Todos los actores tienen una cuota de responsabilidad: los Papas, la curia romana, los nuncios, la autoridad civil y la propia Iglesia estadunidense.

Hace unos días se realizó la asamblea plenaria de los obispos norteamericanos. Abordaron el informe McCarrick. Con dolor reconocieron que durante décadas la Iglesia cerró los ojos ante estos pecados. Desde el enfoque de las víctimas, la Iglesia tiene que ir mucho más allá que sólo abrir los ojos.

Este análisis forma parte del número 2299 de la edición impresa de Proceso, publicado el 22 de noviembre de 2020 y cuya versión digitalizada puedes adquirir aquí

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