En donde se siembra el agua no se cosecha

martes, 28 de abril de 2020 · 19:29
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En estos tiempos globales de pandemia por covid-19, los ciudadanos mexicanos asistimos a un intenso debate sobre cuáles deben ser las medidas prioritarias para enfrentar la crisis económica. En nuestro papel de simples espectadores, mientras los precios del petróleo se desploman, vemos cómo el Ejecutivo sigue adelante con sus proyectos de infraestructura: trenes, refinerías y aeropuertos, mientras otros sectores le solicitan la adopción de una serie de políticas económicas contracíclicas y hacer todo lo posible para reactivar cuanto antes las cadenas globales de valor que operan en México, ya que de esto depende la economía de millones de hogares en nuestro país. En esta compleja coyuntura, otras realidades se están visibilizando, como el caso de las comunidades mixes de San Pedro y San Pablo Ayutla en el estado de Oaxaca, que han señalado que su prioridad es el restablecimiento del suministro de agua para su población. Para la economía familiar y local de los distintos pueblos indígenas del país, el acceso al agua es tan importante como lo es, para los sectores empresariales, reactivar las cadenas productivas de la industria. Sin embargo, para muchas comunidades contar con el vital líquido parece inaccesible y, pese a la gravedad del problema, todo indica que esta realidad difícilmente cambiará sin el apoyo de la ciudadanía. Por esto es importante que la mayor parte de la población tenga claro que un gran porcentaje del agua que consumimos tiene su origen en los bosques y las selvas donde habitan muchas comunidades indígenas, que en numerosos casos no cuentan con acceso al líquido, ni para cubrir sus necesidades básicas. En México, desde el siglo XIX, diversas voces expresaron la importancia que tiene la conservación y cuidado de los bosques para el ciclo hidrológico, la agricultura y la salud. Por ejemplo, en 1869 don Manuel Payno, en un estudio intitulado ‘Tratado de la Propiedad. Ensayo de un estudio del derecho Romano y del derecho público y constitucional en lo relativo a la propiedad’, señaló que “ninguno puede talar los bosques, aunque sean de su propiedad, sin previo permiso y consentimiento de la autoridad a quien toque, porque influyendo los arbolados en las lluvias, en la salubridad y en la abundancia de las cosechas en un radio bastante inmenso, el capricho o simple interés de una persona no debe ser superior al beneficio de una ciudad o de pueblos enteros”. En este sentido, Payno señaló que, sin bosques, México “dentro de poco será como la Siria, un país desnudo, triste e improductivo, con excepción de los raros puntos en que se encuentre agua corriente”. Esta reflexión nos permite mostrar que, desde la segunda mitad del siglo XIX, en México se reconocía la importancia de los bosques para la sociedad. Hoy, todos los ciudadanos debemos tener claro lo importante que son los bosques y selvas para nuestra vida. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que el 75% del agua dulce que consume la población global tiene su origen en las partes altas de las cuencas hidrológico-forestales y en los humedales forestales. Este organismo estima que en China el valor de los bosques, como proveedores de agua, podría alcanzar la cifra de un billón de dólares anuales. Otro ejemplo de la importancia que tienen los ecosistemas forestales y selváticos lo encontramos en la selva amazónica, donde se origina el 70% del agua que todos los días recorre el Río de la Plata; por estos motivos las florestas y su conservación son fundamentales para enfrentar cualquier crisis. En México, según los datos de la Conabio (Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad), muchos de los ecosistemas forestales y selváticos que nos proveen de agua dulce son habitados por pueblos indígenas. Por ejemplo, el 50% de las cabeceras más importantes de las cuencas hidrográficas nacionales las habitan nahuas, mazatecos, mazahuas, choles y muchos otros pueblos indígenas, lo que significa que el 24% de la captación de agua pluvial en nuestro país se concentra en esas regiones. Asimismo, el 50% de las zonas donde hay mayor precipitación del vital líquido son tierras indígenas, las cuales constituyen el 14% del territorio nacional que concentra una de las mayores riquezas bio-culturales del planeta. Por estos motivos, la conservación comunitaria de los bosques y selvas mexicanas es de vital importancia para el desarrollo del país. Por ejemplo, anualmente en los territorios indígenas de las cuencas del Río Coatzacoalcos, el Río Atoyac de la Costa Chica-Rio Verde y el Río Papaloapan se captan aproximadamente 90 mil metros cúbicos, a pesar de lo cual distintas comunidades mixes, entre las que se encuentran San Pedro y San Pablo Ayutla, hoy viven sin acceso al agua. Muchos de los conflictos por el acceso al agua en México son históricos y complejos, su resolución ha requerido la voluntad de distintos actores involucrados para cumplir los acuerdos que se han dado entre las partes en conflicto. Por ejemplo, en septiembre de 2004, mujeres organizadas en el Frente Mazahua tomaron simbólicamente la planta potabilizadora de Los Berros, que forma parte del sistema hidráulico Lerma-Cutzamala y abastece aproximadamente el 25% del agua potable a la Ciudad de México. Pese a los años transcurridos y a los acuerdos firmados, las mujeres mazahuas y sus pueblos no cuentan con la infraestructura necesaria que les garantice el suministro de agua. Otro conflicto latente es el que se vive en el estado de Sonora, donde el pueblo Yaqui sigue utilizando los canales institucionales para no ser privado de su derecho al agua. En 2010 el proyecto “Acueducto Independencia” llevó a este pueblo a movilizarse para detener el proyecto impulsado por el gobierno del estado de Sonora. El objetivo de este proyecto es canalizar agua, desde la presa el Novillo, para abastecer a la ciudad de Hermosillo. Este conflicto sigue vivo y en cualquier momento puede desencadenar manifestaciones de otro tipo. Pero los conflictos por el agua no sólo se dan entre el Estado y los pueblos indígenas, también existen casos entre comunidades por el acceso a este recurso vital. Un ejemplo de estas tensiones es el caso entre Tamazulapan del Espíritu Santo y el pueblo San Pedro y San Pablo de Ayutla Mixe que desde 2017 fue privado del acceso al agua. Una de las primeras crisis por el líquido entre ambos pueblos se dio en abril de 2004, en aquel momento, y ese a las tensiones entre estas comunidades, se tomaron acuerdos que les permitieron resolver las tensiones de manera temporal. Sin embargo, en mayo de 2017, el conflicto se reactivó cuando los pobladores de Tamazulapan tomaron de manera violenta 150 hectáreas que pertenecen a Ayutla, y siguió escalando cuando fue destruida la infraestructura hidráulica que suministraba el agua a San Pedro y San Pablo. Hoy en día, Ayutla sigue sin agua y las autoridades en todos los niveles de gobierno han dejado que este conflicto continúe, poniendo en riesgo la salud pública y vida de los pobladores de la comunidad. Pese a la riqueza de nuestro patrimonio ambiental, estamos ubicados como uno de los países con mayor estrés hídrico de América Latina y del mundo. Esto nos obliga a reforzar las políticas enfocadas a la conservación de los ecosistemas nacionales, que deben contemplar como eje de acción estratégico la participación de las comunidades indígenas que habitan esos territorios, puesto que, sin sus bosques y selvas, ni la salud pública ni cualquier proyecto económico será viable en el futuro. *Investigador de la Coordinación de Humanidades-UNAM

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