Nueva Guía Bioética y la evasión mañanera

sábado, 9 de mayo de 2020 · 00:35
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Este tema se inscribe en el marco del ya inveterado y aparentemente planeado descuido de la palabra. Al descuidarse, se convierte el lenguaje en vehículo de una evasión, de una fuga hacia el sinsentido. Fuga, evasión de la realidad cruel, punzante, violenta, de crimen organizado, muerte viral insólita, racismo con migrantes pobres de países hermanos para complacer al trumpismo, colapso de pequeñas y medianas empresas, pobreza galopante. Evasión que perjudica a la muchedumbre porque se le imponen ficciones, fantasías adormecedoras fuera de lugar. Fuga hacia una región de "sonrisas de gato sin gato" en la lógica vacacional del matemático Lewis Carroll, el de las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas. Evasión o huida del indispensable enfrentamiento con la realidad quemante para superarla. De allí el éxito desconcertante, para un pensar serio y crítico, de las mañaneras; del supuesto aplanamiento de la famosa curva al no contarse prácticamente con  pruebas para detectar verdaderamente casos de coronavirus, algo similar al aplanamiento milagroso de una joroba de camello; de declamaciones de poemas de Miguel Hernández, el de "Vientos del Pueblo", donde dice el poeta que en España su tierra, nunca "medraron los bueyes". México aplica 0.4 pruebas por cada mil habitantes cuando la media de países de la OCDE es de 22 por cada mil, y cuando en Islandia es de ¡134.9 por cada mil habitantes!, según datos de la misma OCDE, que recomienda encarecidamente practicarlas al por mayor. La nueva Guía Bioética, pretendiendo enfrentar la realidad, la evade con criterios impracticables de hecho, en virtud de la precariedad conocida de medios y de las complejas y costosas exigencias técnicas para su debida instrumentación. Pero, en fin, veamos el alcance de la Nueva Guía cuyo fondo al margen de su distanciamiento de la realidad de insumos de salud pública, resulta como se verá, injusta por utilitarista. Doblemente yerra, sin desconocer algunos aciertos: es fácticamente impracticable y justificadora de medios de descarte, en aras de un fin de eficiencia económica, de productividad. El Consejo de Salubridad General, el 30 de abril pasado en su página oficial, puso a disposición del público una nueva versión de la Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia (la "Guía"). No es vinculativa, pues no se publicó en el Diario Oficial de la Federación para que lo fuera, conforme a derecho. En lo esencial, establece la Guía como criterio predominante de asignación de recursos limitados durante la pandemia, uno de base utlilitarista: el de salvar años de vida saludable en detrimento de los viejos. Criterio ese contrario a la dignidad de toda persona humana conforme a la filosofía perenne y ética personalista. La Guía en puridad, obedece a una falta de previsión en materia de salud pública como ha sucedido en Italia, en Estados Unidos, paradójicamente la primera potencia económica y militar, pero en materia de salud pública, un país precario que, con el trumpismo, desmanteló su sistema público de salud y está a punto de sacrificar vidas irreparablemente en aras de superar una economía detenida pero reparable en un momento dado. En cambio, Alemania, por ejemplo, ha sido previsora con varios planes alternativos ideados previamente para casos como la pandemia actual. Y su pueblo así, se ha sentido seguro, volviendo racionalmente poco a poco a cierta normalidad, bajo la guía certera de una mujer sensata y brillante. ------ La Guía contiene aciertos como haber eliminado la cuestión de suspensión en el amparo, como promover la solidaridad de los hospitales privados frente a la crisis sanitaria, pero en la parte fundamental de la misma es parecida a la anterior en lo esencial, utilizando un lenguaje aparentemente objetivo y no discriminatorio. Está basada expresamente en una guía de la Universidad de Pittsburgh. Ésta maneja dos criterios medibles a través de un puntaje: un primer criterio correcto moralmente hablando, y otro objetable por su base utilitarista. El primero es justo: salvar el mayor número de vidas de personas con base en las que tienen más probabilidades a corto plazo de salir adelante de la grave enfermedad, mediante los ventiladores; es decir, se trata de la supervivencia intrahospitalaria. Si el paciente tiene muchas probabilidades de supervivencia frente al virus, se le da un puntaje de 1, de 2 al que tenga menos que el de 1, y así hasta llegar al que tiene menos con un puntaje de 4. A este criterio se le puede llamar el de "salvar el mayor número de vidas", el de "necesidad médica con perspectiva de buen resultado". Y el segundo, objetable por ser básicamente utilitarista: salvar años de vida en base precisamente a la expectativa de vida a largo plazo, en función de la presencia o no de trastornos o enfermedades propios de la persona. Si el paciente, conforme a este segundo criterio, tiene expectativas de vida de corta duración a pesar de poder conjurar el coronavirus con el ventilador, por ejemplo, de menos de 5 años, entonces se le dan 2 puntos. Entre menos puntos se tengan a la luz de los dos criterios, se es el candidato idóneo para el tratamiento crítico frente al que tenga más puntos. Si tiene expectativas de vida remotas por enfermedad terminal, se le da el máximo de 4 puntos, aunque pueda superar el coronavirus con el ventilador, y finalmente al que tiene expectativa de larga vida se le dan 0 puntos, resultando el más beneficiado. La combinación de los dos criterios lo subsume la Guía en el criterio indiferenciado de "mayor supervivencia", pero omitiendo que se trata de dos clases de supervivencias: la primera, relativa a salir adelante del coronavirus en el hospital que proporciona el tratamiento crítico por un lado. Y la segunda, que al margen de dicho éxito vital intrahospitalario ante la pandemia, se refiere a la expectativa de vida a largo plazo, donde la edad define tal tipo de supervivencia a largo plazo (salvamento de años de vida saludable). Supervivencia esa última generadora de puntaje clave para definir a qué paciente se le da el tratamiento del ventilador, por ejemplo. Esta combinación de criterios y su medición en puntajes, que da mayor densidad numérica al segundo criterio de salvar años de vida, con 2 y 4 puntos, favorece en última instancia probabilística, a los más jóvenes y sanos frente a los más viejos y enfermos de otros trastornos, ambos -jóvenes y viejos- padeciendo el covid-19 o enfermedad crítica semejante con probabilidades grandes de superar dicho covid-19. En la realidad, esta combinación de criterios acaba por discriminar a los viejos y a los enfermos terminales, pero sin decirlo la Guía abiertamente, mediante fórmulas aparentemente objetivas y no discriminatorias. Desde una perspectiva económica, tal combinación de criterios esencialmente incompatibles, es resultado de un cálculo económico utilitarista del mayor beneficio para el mayor número en aras del salvamento de años de vida productivos. La guía anterior reemplazada por la actual, hablaba del criterio de “mayor cantidad de vida por completarse”, ahora la Guía trata del criterio arriba comentado, de supervivencia en el sentido de expectativa de vida a largo plazo. Eso equivale a la idea de "salvar años de vida", sin que la Guía mexicana lo diga abiertamente como sí lo hace la de Pittsburgh, que le sirve de modelo de manera expresa. Es decir, la Guía mexicana sostiene un criterio utilitarista en vistas a la productividad en detrimento de la dignidad de las personas de la tercera edad. En otras palabras, maneja la Guía, de una manera implícita mediante rodeos retóricos, el criterio de salvar años de vida productiva en beneficio del mercado, pero en detrimento de la dignidad de los descartables. El fin del mercado justificando, en suma, los medios descartadores. En el fondo, ambos criterios -mayor cantidad de vida por completarse y supervivencia a largo plazo equivalente a salvar años de vida-, están emparentados por tratarse de criterios utilitaristas con miras a la eficiencia y productividad, pero sacrificando, como decíamos, la dignidad humana de los viejos enfermos y pacientes terminales. Éstos, estadísticamente mucho más propensos a una expectativa de vida limitada frente a la muy larga de los jóvenes y, en consecuencia, a obtener más puntos (2 o 4 como vimos) conforme a la Guía. ------- En 2015, las fuerzas de tarea sobre vida y derecho del Estado de Nueva York, emitieron una guía de asignación de ventiladores, con motivo de una grave epidemia, en la que se estableció como criterio de asignación de ventiladores escasos, el de necesidad médica con perspectiva favorable de salir airoso el paciente del hospital, al margen de la edad (primer criterio justo antes comentado) y al margen de la expectativa de vida a largo plazo (segundo criterio utilitarista). Dicha guía de Nueva York de 2015, fue encomiada por varios médicos y filósofos católicos de Fordham, Princeton y Harvard, hace pocas semanas a raíz de la pandemia actual. Finalmente, cabe destacar un artículo que se publicó en Nexos el 11 de abril pasado, por un grupo de cinco brillantes jóvenes -médicos, politólogos y un jurista-. Hacen una propuesta digna de analizarse por su bien argumentada viabilidad práctica y clínica de "uso de un modelo para estimar la mortalidad intrahospitalaria de las personas diagnosticadas con covid-19", a la luz del criterio de salvar el mayor número de vidas, y no por lo que entendí del modelo y su justificación ética, del utilitarista de salvar años de vida. Por ello, dedico este artículo con simpatía y cordialidad a Adrián Soto Mota, Andrés Castañeda Prado, Juan Gutiérrez Mejía, Luis F. Fernández Ruíz y Javier Martín Reyes.

Comentarios