Delitos de lesa humanidad en EU por covid-19 y deportación

viernes, 10 de julio de 2020 · 13:15
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La indiferencia es el peor mal de la humanidad, dijo Maximiliano Kolbe en pleno siglo XX. Kolbe, franciscano que dio su vida para salvar la de otro con esposa e hijos, en Auschwitz. Hoy en los comienzos del XXI, continúa ese mal en el que anidan el desprecio, la ausencia de reconocimiento del otro y de conciencia. Desprecio por los ancianos, abandonados en tantos lugares para que, en aras de la economía, se sirvan morir a manos del virus, según idea del vicegobernador de nuestra otrora Tejas -que emula lo dicho hace años por el ministro japonés Taro Aso. Tenebrosa, perversa idea esa, enemiga de la razón, no propia de humanos. Indiferencia, inconsciencia y desprecio que van de la mano con el frecuente cinismo gubernamental y la crónica cobardía o sumisión de tantos ante el poder, en tratándose de la pobreza, de la desigualdad, de la sistemática y masiva deportación de migrantes pobres en violación del derecho internacional. En tratándose de muertes y duelos a raíz de la pandemia, multiplicados por negligencias u omisiones premeditadas. En tratándose del racismo, del levantamiento jactancioso de muros. Algunas autoridades hablan públicamente de dichas muertes con desparpajo cínico, incluso esbozando risitas para caer bien a las cámaras seguramente. Hace menos de una semana el mandamás de los Estados Unidos señaló que el coronavirus ¡era totalmente inofensivo! con más de 130 mil muertes y casi tres millones de contagiados en su nación. Sin embargo, hay quienes hoy enfrentan esos males -indiferencia, cinismo, sumisión y cobardía- con valentía como algunos distinguidos profesores y servidores públicos de los Estados Unidos, quienes no titubean en desafiar directamente al trumpismo con argumentos y renuncias honrosas. Hay un tiempo para la honra, para ser valientes, para la parresía o hablar franco al poder insolente. En Brasil está por presentarse, según información de Europa Press publicada en Proceso, una denuncia contra su presidente por presunto delito contra la salud pública, en el marco de la pandemia. En países de Europa -España e Italia, por ejemplo- se han presentado denuncias penales contra las más altas autoridades, por negligencia en el manejo de la crisis sanitaria. En Estados Unidos las universidades juegan un papel crítico trascendental. Prestigiados profesores universitarios, de Yale y Harvard entre otras, han abordado el tema de la grave responsabilidad de la máxima autoridad respecto del fallido manejo de la pandemia, a la luz del derecho interno e internacional. Han hablado sin ambages de presuntos delitos de lesa humanidad, e incluso de presunto "genocidio por omisión" como lo señaló el profesor de la Escuela de Derecho de Yale, el Dr. Gregg Gonsalves, según publicación reciente -mayo de 2020- del The Huffington Post. Se trata ello de presunta responsabilidad internacional de individuos y del Estado mismo por incumplimiento de una debida diligencia o por omisión. Presunta omisión de sus obligaciones positivas de garantía desde un examen individual del caso de la pandemia. La gran responsabilidad de todo Estado es la gestión del Bien Común, uno de cuyos ingredientes fundamentales es el debido cuidado de la salud pública. El artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional, por ejemplo, define el concepto jurídico, "Crímenes de lesa humanidad" como "cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque: a) Asesinato; d) Deportación o traslado forzoso de población;...; k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física". El más prestigiado constitucionalista de los Estados Unidos hoy, el profesor de Harvard, Laurence Tribe, el 9 de este mayo, vía un tuit, aseveró lo siguiente sobre el presidente de Estados Unidos y el Dr. Rick Bright, exdirector del programa de investigación sobre vacunas, crítico implacable de la respuesta trumpista a la pandemia: "No wonder Trump and his cronies want to shut Dr. Bright up. His searing testimony all but indicts the whole gang of first degree manslaughter if not out-and-out murder. Trump doesn’t deserve to be a free man, much less a public official, least of all the American president". (No es de extrañar que Trump y sus compinches quieran callar al Dr. Bright. Su agudo testimonio -del doctor ante legisladores- prácticamente acusa a toda la pandilla de homicidio involuntario en primer grado si no que de asesinato. Trump no merece ser un hombre libre, menos un servidor público, mucho menos el presidente de todos los americanos). Tribe, una lumbrera del derecho, ha argumentado casos de suma importancia ante la Suprema Corte de Estados Unidos en pleno, en 36 ocasiones -algo notable en la historia del litigio constitucional en dicho país. El Dr. Bright señaló que, de no haber una mejor planeación respecto a la pandemia, el 2020 podría ser el "más oscuro invierno en la historia moderna" de los Estados Unidos. Los datos de julio dejan ver que esa oscuridad los azota ya junto con racismo, sistemática deportación masiva de migrantes e indiferencia de tantos supremacistas. Los amigos del trumpismo, de dentro y fuera, no son aliados de la razón, la sensatez, el decoro, las libertades, ni del derecho y su fin, la justicia, ni de todo ciudadano libre. En el contexto de la política migratoria trumpista y la pandemia, Harvard y el MIT han presentado demandas contra el gobierno federal por violentar derechos de estudiantes extranjeros amenazados de expulsión, muchos de ellos mexicanos. Grupos defensores de migrantes pobres han denunciado al trumpismo, ante instancias federales, por la deportación ilegal de niños y adultos. Desde la perspectiva del derecho internacional, se trata de una política pública de deportación racista, generalizada y sistemática. En México por otro lado, se comienza a hablar tímidamente sobre responsabilidad de autoridades por fallidas políticas de salud pública con motivo del coronavirus: negación de su gravedad al comienzo de la crisis cuando en el mundo se sabía ya de su letal alcance; mal ejemplo de autoridades que empuja a millones a andar por todos lados sin cubrebocas, exponiendo a terceros y a ellos mismos. Falta sistemática y generalizada de insumos idóneos en hospitales públicos que ha repercutido en la salud y vida de enfermos y personal médico, carencia esa atestiguada cotidianamente por enfermeras y médicos; disminución suicida de presupuesto federal en salud; remedios mágicos para combatir el virus; falta de un apoyo real a la economía de las mayorías forzadas a salir, mediante un salario vital de emergencia como en muchos países se ha hecho; falta de pruebas suficientes siendo éstas fundamentales para la previsión estratégica en el combate al covid-19; y luego, la irresponsable y desconcertante vuelta a la "nueva normalidad" en plenos picos con más de 32 mil muertes de mexicanos por ahora. De tal responsabilidad trata un artículo de vanguardia de Raymundo Riva Palacio, publicado hace unos días en El Financiero. Fallidas políticas de salud pública desnudadas por la realidad trágica que se impone a todo cínico y deliberado malabarismo. El día 6 de julio pasado se publicaron estadísticas de la tasa de muertes en México por millón de habitantes. México con una población de 129 millones, aparece con 237 muertes por millón de habitantes frente a naciones con muchos más: Rusia con 70 muertes por millón, a India con 14, a Indonesia con 11, a China con 3 teniendo mil 400 millones de seres humanos. Hechos que afloran y que son una advertencia, una demanda perentoria de rectificación de rumbos en la política de salud. Y para colmo, es público, notorio y aún confeso, que existe un subregistro de muertes en nuestra nación. Lecciones esas de la historia contemporánea que ninguna nación civilizada, que ningún ciudadano libre y pensante, puede desdeñar. Hay un tiempo para la honra, para ser valientes. Y ese tiempo es el de hoy, pues el Rostro dolorido del Otro de Lévinas, del Cristo de Pablo de Tarso, nos interpela. Ese rostro del anciano abandonado, del migrante deportado, del desempleado, de la madre soltera, del niño enjaulado, del bebé con cáncer y sin medicina, del enfermo solitario, del moribundo, del infortunado que acaba de morir de coronavirus, nos interpela. A esos rostros de carne y hueso, con nombres e historias, no meras estadísticas manipuladas, no podemos ignorarlos so pena de colapso moral, personal y colectivo; no podemos ignorarlos a riesgo del naufragio de la conciencia y espíritu humanos de todo un pueblo. Se trata en suma del dilema de una nación civilizada, libre, justa, consciente, con porvenir, o de un país bárbaro, salvaje, sometido, irredento. Dedico este artículo con admiración al profesor Laurence Tribe, brillante y valiente, en recuerdo de mi estancia en la escuela de derecho de Harvard, y a la memoria de mi sabio y valeroso maestro, director de tesis, Miguel Villoro Toranzo, S.J. Te recomendamos: T-MEC: ¿refrito que perpetúa el statu quo? 

Comentarios