La batalla por el BID

sábado, 29 de agosto de 2020 · 13:03
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Durante los últimos días el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha merecido numerosos comentarios en la prensa nacional e internacional. La atención poco común que está recibiendo obedece a dos motivos muy significativos: la elección del nuevo presidente del organismo y la difícil situación económica que atraviesan los países de América Latina y el Caribe. Por lo que toca al primer punto, de manera inesperada el gobierno de Estados Unidos ha presentado un candidato para presidirlo. Semejante acción rompe con el viejo acuerdo implícito, según el cual la presidencia recae en un latinoamericano y la vicepresidencia en un estadunidense. Es la norma seguida por las instituciones financieras internacionales con sede en Washington, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; la primera la preside un estadunidense, la segunda un europeo, las vicepresidencias van en sentido contrario. El candidato presentado por Trump tiene un perfil discutible por diversas razones. Mauricio Claver-Carone es asesor para cuestiones de América Latina del presidente Trump. Nacido en Estados Unidos, de ascendencia cubana, es conocido por ser un “halcón” que recomienda acciones más enérgicas contra los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Su perfil es similar al del representante designado por Trump para ser delegado ante la OEA; personajes de origen cubano, muy motivados para actuar contra los gobiernos de izquierda radical en Latinoamérica. Por lo anterior, es preocupante que oriente al BID hacia decisiones muy ideologizadas, lo cual iría contra la posición de neutralidad que se espera de quien conduce un organismo que debe actuar en función de criterios técnico-financieros. De otra parte, no se puede perder de vista que la región de América Latina y el Caribe, principal beneficiaria de los créditos del BID, se encuentra en momentos muy difíciles por la crisis que ha producido el covid-19. De acuerdo con los estudios de los centros de análisis más respetados, el paro de la economía ha tenido efectos devastadores en los niveles de crecimiento del PIB, en el empleo y en las situaciones de pobreza que sufre la mayoría de la población. Está ocurriendo un retroceso en las condiciones sociales de la región –de por sí muy deterioradas– que será muy difícil revertir, a menos que se impulsen políticas económicas que requieren recursos financieros adicionales. Parte de tales recursos deberían provenir del BID, cuya importancia en las circunstancias actuales se ha acrecentado. La reacción de los miembros del BID ante la propuesta del gobierno de Trump está dividida. Brasil y Colombia se apresuraron a expresar su beneplácito por Claver-Carone. Recientemente se han sumado a ellos Bolivia, Ecuador, Panamá, República Dominicana, así como otros países pequeños de Centroamérica y el Caribe. Al momento de escribir este artícu­lo sumaban un total de 17 países respaldando al candidato estadunidense. La elección está prevista para el 12-13 de septiembre. Ahora bien, el poder de voto de los países miembros está en función de su participación accionaria. Del grupo anterior, el poder más grande reside en Estados Unidos, que cuenta con 30%, seguido de Brasil, 10.75%, y Colombia, 2.95%. Se requiere 75% para elegir al nuevo presidente. Todavía no tienen ese porcentaje. Los países que se oponen son Argentina, Costa Rica, Chile, México, Perú, Uruguay y el conjunto de países de la Unión Europea; estos últimos, el grupo más importante de países miembros extracontinentales. La propuesta de estos miembros ha sido postergar el voto hasta marzo del año próximo y mantener la norma tradicional de colocar a la cabeza un presidente latinoamericano. Para lograrlo, el único camino abierto es romper el quorum de la reunión a que serían convocados el próximo septiembre. Tienen 30% de votos, porcentaje suficiente pero frágil. Un cambio de opinión de algunos, o la decisión, todavía desconocida, de Canadá, sería suficiente para asegurar la elección de Claver-Carone. Un dato que no puede perderse de vista es que la elección precipitada del candidato de Trump podría poner en peligro la empatía hacia su presidente por parte de la Casa Blanca. En efecto, Biden, el candidato presidencial demócrata, ha expresado su desacuerdo con el candidato nominado por Trump. Se corre entonces el peligro de un BID que, por primera vez en su historia, tenga una membrecía dividida y, de ganar Biden, poca simpatía hacia su dirigencia por parte del presidente de Estados Unidos. La movilización mediática contra la ofensiva de Trump ha sido notablemente intensa. Múltiples comentarios en la prensa internacional y en revistas especializadas se han referido a los argumentos a favor de postergar el voto para marzo de 2021 y han subrayado la autoridad moral y política de quienes lo suscriben: expresidentes y exjefes de Estado, excancilleres, expresidentes del BID, académicos de alto relieve en América Latina, el comisionado para asuntos exteriores de la Unión Europea, el respetado dirigente socialista Felipe González y muchos otros. Se ha logrado llamar la atención sobre la importancia de este diferendo para el papel que debe desempeñar el BID en la reconstitución de economías enfrentadas a una crisis sin precedente. Es muy difícil prever cuál será el final de la batalla. América Latina dividida reduce considerablemente su fuerza para oponerse a un nombramiento, auspiciado por Estados Unidos, a todas luces desa­fortunado. No es inesperado que Trump divida las posiciones entre los países del hemisferio; es el tipo de acciones que le agradan. Es poco probable que busque conciliar, aún menos cuando va de por medio tener buenas relaciones con los grupos cubanos que viven en Florida, importantes para decidir las elecciones generales el próximo noviembre. La batalla por el BID es, así, un ejemplo de cómo las condiciones políticas pueden debilitar a instituciones críticas para los programas de recuperación económica, tan urgentes en el mundo postcoronavirus. La moneda está en el aire, al momento de escribir este artículo se puede perder o ganar.
Análisis publicado el 23 de agosto en la edición 2286 de la revista Proceso.

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