'Presidencialismo performativo”
Todo el evento es un magnífico montaje. En un enorme hangar de dimensiones descomunales, el avión presidencial es expuesto como un símbolo de los excesos del pasado. Parado frente a él, y minúsculo en contraste, Andrés Manuel López Obrador dedica una conferencia mañanera a mostrarlo de nuevo, en todo su terrible esplendor.
Los periodistas pasean por su pasillo central, constatan los lujos, toman fotografías de las sábanas y las toallas. Y el presidente se vuelve el maestro de ceremonias, el atizador de los agravios, el removedor del rencor.
En campaña permanente, se encarga de recordar por qué ganó y tantos indignados lo apoyaron. La aeronave es un insulto al pueblo de México, y tiene razón. Pocos objetos engloban una era de derroches como el Dreamliner que tanto costó y tanto sigue costando. El avión ilustra la portada de un panfleto político. Agitprop puro.
Su sola exhibición basta para que el país se ponga a pensar en las penurias del PRI y sus acompañantes del PAN. La Casa Blanca. Aquel viaje a Gran Bretaña con más de 400 invitados. La Estafa Maestra y el gobierno wspía y los gobernadores gandallas. La frivolidad constante y la corrupción indignante. El avión presidencial carga con las pesadillas de un país gobernado por ladrones, que se pasearon impunemente en él.
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Al enfatizarlo, AMLO obtiene lo que quiere: controlar la narrativa y dominar el discurso. Al exhibir otra vez el avión, así, de pronto la conversación pública cambia. Ya no se centra en los retos del presente sino en los atropellos del pasado. Ya no se enfoca en los problemas producidos por la pandemia, sino en los daños infligidos por el peñanietismo.
Cada mañana, López Obrador inaugura una nueva obra, un nuevo espectáculo, repleto de actores centrales, extras eventuales, luces, cámaras y acción.
Bienvenidos al circo de la Cuarta Transformación. Bienvenidos al mundo del “presidencialismo performativo”, como lo ha denominado José Ramón Cossío y sobre cuyas variantes escribe Anne Applebaum. Una nueva forma de hacer política inaugurada en Rusia en la última década, emulada por Trump en los últimos años, desplegada por líderes en otras latitudes e imitada por López Obrador desde que llegó al poder.
El universo poblado por políticos que utilizan los gestos, los símbolos, los mensajes mediáticos, la resignificación de las palabras y la reapropiación de la historia para arengar al pueblo. La constelación de quienes concentran el poder y lo despliegan para crear distractores ante las crisis sanitaria y económica de nuestra era. La política como camuflaje para esconder lo que está ocurriendo debajo del vestuario y atrás del telón.
En México, eso significa hablar del avión para no hablar de la militarización. Hablar del avión para no hablar del lugar cada vez peor que ocupamos a nivel mundial por muertes y contagios del coronavirus. Hablar del avión para no hablar de la contracción económica que está llevando a millones más al desempleo y la pobreza. Hablar del avión para no hablar de las pérdidas de 600 mil millones de pesos de Pemex en lo que va de 2020.