Literatura

El adiós enigmático de Juan José Reyes

Dedico estas líneas con profunda admiración a la memoria de Juan José Reyes, el gran crítico literario, el escritor de la prosa seductora que no podrá morir; descanse en paz.
viernes, 1 de enero de 2021 · 23:03

CIUDAD DE MÉXICO (APRO).- La Redacción de Proceso escribió este 29 de diciembre: "Con un texto de prosa seductora, dice adiós el escritor Juan José Reyes". El adiós definitivo se dio un día antes, el 28, al morir Reyes intempestivamente.

El texto de despedida se titula: "Olvidado en México, Benito Pérez Galdós no podrá morir". Texto, adiós y fechas: harto enigmáticos; el primero, publicado en la prestigiada revista ese 29.

Un hilo imperceptible nos ata a la vida, a la hora presente, y de pronto se rompe: suerte común al ser humano, y más en este tiempo de pandemia --mal enfrentada con sus 125 mil personas muertas: una hecatombe aterradora--.

No obstante, Juan José Reyes tampoco podrá morir. La Redacción recurrió a un calificativo justo al describir la prosa del notable crítico literario: "prosa seductora". Los motivos del texto: conmemorar el centenario de la muerte del novelista español (1843-1920), y deslizar un sereno reproche: centenario visto pasar por el medio mexicano "con casi total indiferencia".

Al comenzar el texto, Reyes dice que, para equilibrar la balanza de la pandemia, privilegia como crítico literario el sentido del amor en la obra de Galdós. Obra escrita “desde el corazón más vivo, despierto y bueno”. Corazón y genio equiparables a los de Cervantes, su maestro insuperable junto con la guía de Dickens, Balzac, Zola.

Anhelaba Galdós una España renovada; para ello le recordó sus episodios nacionales, le dijo a su patria sus verdades, y le mostró el camino para "salir del estancamiento", de la ceguera como Dante a Florencia.

La seductora prosa de Reyes me hizo recordar los relatos de dos novelas de Galdós, ‘Marianela’ y ‘Misericordia’. Las dos hechas de una sustancia de la que debía nutrirse el México de hoy, enlutado, descompuesto, irreal, enconado, con aduladores orgánicos que detestan la crítica; para ellos, siguiendo un cliché, toda crítica es supuestamente conservadora. Simulan olvidar que la crítica a los desvaríos y fallas del poder social, económico y político, es el alma del pensador genuino, sea o no conservador.

Galdós, insobornable como su obra y pensamiento, muestra a la España de su tiempo, sus "yerros, sus injusticias, su atraso".

En las dos obras, ‘Marianela’ y ‘Misericordia’, hay personajes ciegos. En ‘Marianela’, Pablo, un ciego guiado por los mitos de una niña nada bonita y harto fantasiosa, que le sirve de lazarillo, logra que la razón se libere de la imaginación ciega. Se libera de ésta al recobrar la vista gracias al médico Teodoro, y ver, con sus propios ojos, la realidad tal cual es --como lo comenta Carlos Orlando Nállim en libro memorable que me auxilia--.

La imaginación ciega, desprendida de la realidad, sucumbe a manos de la razón y la ciencia que hacen visible y superable la cruda realidad. Así, Galdós enseña a los españoles, al pueblo, a penetrar en la realidad a fin de abrir ojos, enmendar yerros, injusticias.

Y en ‘Misericordia’, Galdós desnuda la situación de miseria del pueblo, la bancarrota de la clase media. En dicha novela se da el triunfo del espíritu que sublima la realidad cruda. Supera su naturalismo pues la suma de los detalles ya no le satisface, ha dicho un intérprete. En ‘Misericordia’, escrita en 1897, se consuma la victoria moral de una mujer sencilla, trabajadora doméstica, Benina, tenaz, fiel servidora de su señora en quiebra, desesperanza y hambre. Realidad, razón, ciencia y espíritu, en alianza como remedios para la ceguera moral, social y política.

Para terminar, dentro del contexto de aquella España y de este México, resulta aleccionador lo dicho por otro novelista de esa época, Juan Valera, que cita a Cervantes para rebatir un exabrupto de Pardo Bazán:

"Vencido Don Quijote por el caballero de la Blanca Luna, no quiso ser dictador o revolucionario, sino que proyectó dedicarse al pastoreo y a la vida pacífica... nosotros que hemos acuchillado y desbaratado tan a menudo nuestras instituciones, debemos dejarlas en paz, y, sin ponerlas a prueba de nuevo, considerarlas firmes y buenas, aunque disten algo de serlo".

Y, para de verdad finalizar, amigo lector, respecto a la manía de legislar tan propia de las decadencias, es útil recordar en México el consejo de Don Quijote a Sancho: "No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas...". Sin duda no hay ideas nuevas o viejas, sino útiles, acertadas, clásicas para todo tiempo y circunstancia, y para toda persona razonable y de buena voluntad. Que el año que está por iniciar sea de razón, salud, tolerancia, rectificación, planeación estratégica en cuanto a las vacunas para que en la realidad su aplicación abarque oportunamente a toda la población, y sobre todo de esperanza. Que nuestra Guadalupe del Tepeyac se sirva amparar a México y a los mexicanos todos.

Dedico estas líneas con profunda admiración a la memoria de Juan José Reyes, el gran crítico literario, el escritor de la prosa seductora que no podrá morir; descanse en paz.

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