Cultura

El informe de la OTAN: Los dilemas bélicos ante los bienes culturales

La OTAN elaboró en 2017 un informe en el que aborda las diferentes lecturas sobre los conflictos armados en Afganistán, Libia y Kosovo, y la consecuente destrucción del patrimonio cultural
sábado, 23 de enero de 2021 · 18:09

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– En noviembre de 1907 Adolf Hitler presentó su examen de admisión a la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena, pero fue rechazado por carecer de las aptitudes artísticas requeridas. Volvió a intentarlo al año siguiente con el mismo resultado. Desde entonces y hasta 1913 se ganaría el sustento como pintor de acuarelas y postales en esa ciudad. Ya en el pináculo del poder, una de sus ambiciones era crear el Museo del Führer; para ello, junto con Hermann Göring organizó una de las expoliaciones de bienes culturales más deleznables del siglo XX, a costa fundamentalmente de los museos y de las grandes colecciones de la comunidad judía, como la Rothschild, la Rosenberg y la Goudstikker. Este pillaje lo perpetró mediante la Einsatzstab capitaneada por el Reichsleiter Alfred Rosenberg, que dependía del Partido Nazi y se ocupaba precisamente del robo de bienes culturales durante la Segunda Guerra Mundial.

En contraste, es célebre la respuesta de Winston Churchill cuando fue inquirido acerca de la posibilidad de que se recortara el presupuesto británico dedicado al arte para incrementar los exiguos recursos destinados a la guerra. Con su habitual laconismo contestó: “¿Entonces para qué estamos peleando?”.

Su aliado, el presidente Franklin D. Roosevelt, había creado el Proyecto Federal de Arte (FAP por sus siglas en inglés), que estuvo vigente de 1935 a 1943 y cuyo propósito era rescatar a los artistas estadunidenses mediante su plan del New Deal. En este movimiento convergió una multitud de pintores, muralistas y escultores.

El contraste de estas dos últimas iniciativas con la política hitle­riana emprendida contra el arte degenerado era notable.

Ante ese pillaje, Churchill y Roosevelt organizaron un escuadrón de élite para el rescate de los bienes expoliados: los Monuments Men, que dio origen a la novela de Robert M. Edsel The Monuments Men: Allied Heroes, Nazi Thieves and the Greatest Treasure Hunt in History (2010), estelarizada en el cine bajo la dirección de George Clooney en febrero de 2014.

Rosenberg fue condenado por el Tribunal Militar Internacional de Núremberg por crímenes contra la humanidad y robo de bienes culturales. Fue sentenciado a muerte y ejecutado en la horca en octubre de 1946.

La OTAN

En nuestro tiempo, en lo que respecta a la enorme devastación actual de sitios y bienes culturales, contemplada con estupefacción por la comunidad internacional, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que se rige por el Tratado de Washington de abril de 1949, la alianza castrense internacional más poderosa del mundo no ha permanecido impasible ante el fenómeno.

Involucrada directamente en los conflictos de Afganistán, Libia y Kosovo, y con muchos de sus miembros prominentes implicados en operaciones en Irak y Siria, la OTAN elaboró en 2017 el informe NATO SPS Project #G4866 o NATO SPS CPP, en el que aborda las diferentes lecturas sobre estos conflictos armados y la consecuente destrucción del patrimonio cultural.

Este documento es de la mayor relevancia, porque a partir de sus análisis la OTAN aspira a diseñar nuevas tácticas en un ámbito de alta sensibilidad. Para legitimar su actuación invocó el Preámbulo de su Carta Constitutiva, que le ordena salvaguardar la libertad, las civilizaciones y el legado de los pueblos.

El NATO SPS CPP es la única iniciativa internacional que a la fecha busca desarrollar una perspectiva conceptual de prácticas militares en cuanto a la protección del legado cultural (CP, en la terminología castrense).

De manera concomitante, la Convención para la Protección de Bienes Culturales en Caso de Conflicto Armado (Convención de La Haya de 1954), y sus dos protocolos, regula la salvaguarda del patrimonio cultural durante las disputas bélicas. Ante la propagación de los conflictos armados, en 2016 la UNESCO publicó un manual militar detallado para traducir en términos prácticos esta Convención y darles claridad a las partes beligerantes acerca de sus obligaciones. Para la OTAN este manual constituye las directrices operativas que deben ser observadas en sus actividades bélicas.

No obstante ello, muchos de los Estados parte de esta Convención no han ratificado los dos protocolos, y menos aún ajustado su normativa interna, que son requisitos fundamentales para la implementación del mecanismo, lo que revela una lábil arquitectura legal.

Los conflictos en Afganistán y los últimos en Irak son pródigos en eventos que transgredieron flagrantemente este marco internacional, al grado de que en numerosas ocasiones se han construido bases militares cercanas a sitios arqueológicos y en algunos casos se han infligido severos daños al patrimonio cultural.

Otros eventos dan buena cuenta de lo anterior, como la demolición por la aviación rusa de una de las joyas del arte de Gandha­ra, el gran templo budista de Hadda, al este de Afganistán, o la destrucción, por los marines estadunidenses, de la mezquita Abdul­-Aziz al-­Samarrai en abril de 2004 en Faluja, Irak, aun cuando estaba protegida conforme a la Convención de Ginebra. Este evento se conoce en la literatura especializada como el sniper in the minaret-dilemma.

Acciones como éstas contradicen la narrativa castrense que postula la llamada fuerza multiplicadora (force multiplier), que consiste en ganarse la simpatía de la población local para desplegar operaciones militares e incluso volverlas exitosas. El Departamento de Defensa estadunidense la ha puesto en práctica a través del manual Coin (Counter-insurgency), que amalgama tácticas militares y civiles para obtener legitimidad y eficiencia en conflictos bélicos asimétricos que se suceden cuando existe una insurgencia que no puede ser técnicamente reconocida como beligerante, puesto que trata de subvertir el statu quo mediante las armas para obtener el control político de una región.

La salvaguarda del CP es, pues, uno de los ejes del Coin. La OTAN, por su parte, también ha replicado el Coin, pero adosado con una buena dosis de diplomacia híbrida. A estos esfuerzos de salvaguarda se les relega con frecuencia a la periferia cuando, a raíz de conflictos bélicos, emergen tramas sociales complejas, como el desplazamiento de la población civil y los consecuentes campamentos de refugiados, entre otras muchas que invocan los imperativos de reconstrucción y estabilidad.

Las constataciones

La OTAN parte de varios elementos factuales, como el de que la destrucción del CP se ha convertido en un objetivo predilecto de los combatientes y simultáneamente está en la agenda política de la comunidad internacional, agobiada por trazar una narrativa legal que regule los combates para guarecer el CP.

La complejidad de esta trama es enorme, puesto que no sólo atañe a los monumentos declarados oficialmente como patrimonio de la humanidad, sino también a los que, al margen de este beneficio, desempeñan una función social por su significación emocional o por su importancia política, lo que les confiere un singular valor cultural. Una y otra vez se ha reiterado que el CP es el enunciado perceptible de un sistema de valores y de creencias. Cualquier confrontación armada busca la legitimación o deslegitimación de la cultura de uno de los adversarios. Por lo tanto, el NATO SPS CPP, por su valor político, se extiende fuera de los límites de lo estrictamente protegible para insertarlo en el contexto de la protección de los civiles (POC, por sus siglas en inglés) y con ello asociarlo a la narrativa de los derechos humanos.

Los beligerantes de cualquier índole recurren a narrativas religiosas y étnicas para cohesionar su agenda En un contexto así, el CP adquiere una centralidad inequívoca y se epitoma a la identidad política, que sitúa al CP en el núcleo del conflicto bélico. En consecuencia, se le imbuye de emociones nacionalistas, étnicas y religiosas propias de las comunidades y grupos culturales. Con ello se insuflan ánimos para fomentar campañas de radicalización o desinformación.

La conclusión de la OTAN es irrefragable: el CP es de suma relevancia para la identidad política: un fenómeno que traspasa incluso las fronteras nacionales.

La emergente conciencia cultural en los países miembros de la OTAN agrega un componente importante, pues ha fortalecido el canon del legado cultural, constitutivo de la memoria colectiva y de la identidad comunitaria, las cuales, a su vez, han sido la base para una fuerte canalización de recursos financieros al sector cultural en sus ámbitos domésticos.

Este canon debe ser ponderado por las fuerzas armadas congregadas en la OTAN en razón de las reivindicaciones sociales internas a las que se hallan sujetas; de ello se explica que la repulsa en los países miembros ante la destrucción del CP sea significativa, tanto que en numerosas ocasiones pareciera gestarse una mayor indignación internacional que la causada por las atrocidades perpetradas contra la población civil en los conflictos armados.

Las guerras urbanas

El NATO SPS CPP es apodíctico y su pronóstico es claro: en el futuro próximo el ámbito natural de los conflictos armados serán las urbes (MOUT por sus siglas en inglés), donde convergerán infraestructuras civiles y militares y donde la población civil desarrolla su vida cotidiana.

El carácter mixto de esas metrópolis será la constante, en medio de un entreverado de amenazas, de presencia de fuerzas convencionales y robóticas, de subversión contra gobiernos legítimos, de ataques cibernéticos y de sofisticadas campañas de desinformación y radicalización. El CP será en consecuencia manipulado para escalar conflictos o como estrategia de propaganda ideológica.

Si, como se ha sostenido, el patrimonio CP abarca no solamente las referencias materiales de las expresiones culturales, sino la infraestructura para su praxis, su destrucción obedece al propósito de arrebatarles su maná en un intento por erradicar de la cotidianidad la memoria colectiva.

Epílogo

Las conclusiones del NATO SPS CPP no dejan de ser polémicas y muy perturbadoras. El erostratismo es y seguirá siendo la principal característica de los nuevos grupos delictivos, con la destrucción del CP como uno de sus objetivos principales.

Existen desde luego muchas racionalidades, pero resulta claro para la OTAN que hechos como la destrucción de los Budas de Bamiyán o la profanación de las tumbas de Tombuctú, entre otros, conllevaron un desafío a la comunidad internacional, más que ser una mera expresión de iconoclasias sectarias. En este orden estas acciones radicales han sido significativamente exitosas.

Los eventos de Palmira son elocuentes; es un sitio arqueológico sirio que carecía de toda relevancia religiosa o de poder político.

Para la OTAN es altamente significativo que en sus primeros comunicados de prensa el Estado Islámico no haya hecho mención de los monumentos culturales, sino hasta después de que la comunidad internacional, específicamente la UNESCO, manifestó su pesadumbre.

De ser válidas estas inferencias, la comunidad internacional, y la OTAN incluida, quedan copadas en una paradoja: en tanto más se sostenga el valor del CP se vigorizará la estrategia de los grupos armados y terroristas de incluirlos en su agenda política.

La salvaguarda del CP en los conflictos armados se insertará irremisiblemente en dilemas legales, morales, militares y tácticos.

*Doctor en derecho por la Universidad Panthéon-Assas.

Ensayo publicado el 17 de enero en la edición 2307 de la revista Proceso.

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