Papa Francisco

Francisco en Irak: enfrentar los fundamentalismos religiosos

Francisco visitó Irak, un país devastado desde los ochenta por la violencia, invasiones y una atmósfera bélica que ha provocado severas crisis políticas, económicas, humanitarias.
viernes, 19 de marzo de 2021 · 18:28

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Por primera vez en la historia un pontífice visita Irak. Francisco realizó, probablemente, la visita más importante de su pontificado. Él mismo se concibe como peregrino de la paz que busca aportar “hermandad y esperanza” entre dos grandes religiones que en la región padecen la enfermedad del fanatismo. 

Para entender su visita hay que remontarse a los contenidos de su última encíclica Fratelli Tutti. Irak es la antigua Mesopotamia, una de las cunas de la civilización contemporánea. La tierra donde nació Abraham, el padre de las actuales religiones monoteístas, el primero de los tres patriarcas, según el Génesis, quien por mandato divino deja sus tierras para establecerse en la Tierra Prometida a fin de fundar una nueva cultura. 

Francisco visitó Irak, un país devastado desde los ochenta por la violencia, invasiones y una atmósfera bélica que ha provocado severas crisis políticas, económicas, humanitarias. Ahora, arrasada por una nueva ola de contagios de coronavirus y crispantes episodios de violencia.

Los objetivos de la intrépida visita del Papa Francisco los podemos resumir de manera esquemática en los siguientes rubros: 

1.- Proteger a la comunidad cristiana en vías de extinción en esta región, fruto de la violencia desatada por el llamado Estado Islámico. El censo iraquí de 1987 informó la existencia de 1.4 millones de cristianos, mientras que hoy se estima que son menos de 250 mil. Su éxodo ha sido dramático. 

2.- El segundo objetivo del Papa argentino en Irak fue deslegitimar el uso ideológico de la religión como factor de la violencia y de la guerra. En su primer mensaje a la clase política les señaló: “El nombre de Dios no puede utilizarse para justificar actos de asesinato, exilio, terrorismo y opresión”. Y recalcó: “Las acciones de odio, violencia y derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”. Francisco arremetió no sólo contra el fundamentalismo islámico, sino contradijo las tesis del “choque de civilizaciones”, formuladas por Samuel P. Huntington y que tuvieron eco a principios del siglo. 

3.- Lograr un acercamiento con el Islam y procurar el diálogo interreligioso, en este caso con la mayoría chiita. En el segundo día de la visita, en la ciudad de Najaf, se realizó el encuentro del Papa Francisco con la máxima autoridad religiosa de los chiitas, el gran ayatola Al-Sistani. Para entender la apuesta histórica del diálogo de Francisco con el Islam hay que remontarse a su visita a Egipto en 2017. Y la declaración de Abu Dhabi en 2019, sobre la hermandad, firmada en común con el imam Al Tayyeb de Al Azhar, líder religioso de los sunitas. 

4.- Paz en la región. Francisco insistió en el diálogo, en la hermandad entre las culturas y religiones y en el perdón. Su mensaje se da en un contexto de alza de operaciones militares, como el ataque a la base militar estadunidense y el bombardeo a Siria como respuesta. Si pudiéramos resumir las intenciones de Francisco, sin duda serían las de confrontar el fundamentalismo islámico y diversas corrientes extremistas, postura que lo acerca a los sunitas y sectores chiitas, pero lo aleja del islamismo chiita iraní. 

La geopolítica del Vaticano recorre la tensa relación entre la religión y el poder, entre los intereses estratégicos de la Iglesia y el posicionamiento político en el espacio público. Emile Poulat, destacado sociólogo francés, denominó a la política global de Roma como “eclesiósfera”; es decir el imperio del Papa que se adapta e interviene en las diversas formas de democracias y regímenes políticos modernos para defender, hacer prevalecer y apuntalar su agenda e intereses propios. Así, en los últimos 40 años, la Iglesia católica ha venido ganando terreno paulatinamente en la escena internacional y ejerce creciente influencia para asegurar que la institución pueda seguir desarrollando su misión, portadora de un código ético cristiano y de un ideal histórico, así como robustecer las condiciones materiales, económicas, jurídicas y políticas de las estructuras sociales y políticas de las Iglesias locales. La política global es así generosa, particularmente frente a los Estados que faciliten su misión. 

La visita de Francisco a Irak fue diferente a todas. No hubo actos masivos y las medidas de seguridad fueron extremas. La población siguió la visita por televisión. En los preparativos, el Papa Francisco desafió la pandemia y la violencia terrorista. También desestimó los consejos de sus asesores sobre los peligros que implicaba la gira, aunado a una nueva ola de contagios de coronavirus en todo el país. El Papa emérito Benedicto XVI la consideró muy peligrosa. 

Debemos reconocer que la visita tuvo otros sellos, los mensajes y gestos de Francisco estuvieron colmados de simbolismos, metáforas, sutilezas y oraciones que denotan una aguda preparación. Por ejemplo, Francisco visitó Ur de los caldeos, la patria del padre del monoteísmo. En este escenario excepcional el Papa presidió un encuentro con un centenar de representantes religiosos iraquíes, entre chiitas, sunitas, zoroastrianos y yazidíes. Ahí pronunció un discurso sugestivo aclamando la figura de Abraham, venerada por el Islam. Destacando a todos como “hermanos” y descendientes del patriarca, por lo que deseó que “miren juntos el mismo cielo y caminen por la misma tierra”. 

En Mosul, ciudad iraquí que fue la supuesta capital del califato, Francisco oró por las víctimas de las guerras en medio de las ruinas dejadas por los yihadistas. En el fondo, el peregrinaje pontifical se enmarca en el camino trazado por la encíclica Fratelli Tutti, en la que Francisco sostiene que la fraternidad y la amistad social son las principales vías para construir un mundo mejor, más justo y pacífico. El pontífice infundió valor, esperanza y consuelo en las devastadas minorías cristianas. Su sola presencia fortaleció y abrió rutas de entendimiento y cooperación con la mayoría islámica también asolada por la violencia y la inestabilidad en la región. 

Aunque las relaciones entre la Casa Blanca y El Vaticano han tenido diferencias y altibajos respecto a Medio Oriente, el presidente estadunidense la calificó como “una visita histórica y monumental”. El presidente católico Joe Biden, quien por cierto pronto deberá ser recibido por Bergoglio en El Vaticano, dijo: “El Papa envió un importante mensaje de que la fraternidad es más duradera que el fratricidio, que la esperanza es más poderosa que la muerte, que la paz es más poderosa que la guerra”. Y de nuevo: “Admiro al Papa por su compromiso de promover la tolerancia religiosa, los lazos comunes de nuestra humanidad y el entendimiento entre las distintas religiones”. 

Analistas y vaticanistas han reconocido el esfuerzo humanitario del Papa Bergoglio. En vuelo de regreso a Roma ya piensa en Líbano, pero así lo dijo: “No sé si el viaje se realizará o no, sólo les confieso que en este viaje me cansé mucho más que en los otros. Los 84 años no vienen solos, es una consecuencia… pero veremos”. 

La visita ha sido un éxito, Francisco lo sabe. Y la visita le viene bien frente a los continuos ataques de sectores conservadores. Lo posiciona y refrenda su liderazgo moral a nivel internacional y por tanto lo fortalece internamente como cabeza indiscutible de la Iglesia y de la catolicidad.

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