Religión

¿Por qué creer en los Legionarios de Cristo y sus informes?

El doble discurso y la doble moral han caracterizado la práctica eclesial de los Legionarios en el espacio público. Aún así, ¿les damos el benéfico de la duda?
martes, 30 de marzo de 2021 · 15:50

La pederastia clerical es ante todo un acto criminal. Es la profanación y sometimiento del cuerpo de un menor para satisfacer las patologías sagradas. Es el abuso del clérigo de su investidura simbólica. Es un trágico episodio que deja secuelas imborrables en los cuerpos y en las almas de las víctimas. 

La pederastia clerical está penada por las leyes civiles, sancionada por el derecho canónico de la Iglesia y, además, es un grave pecado, pues transgrede el sexto mandamiento. La Iglesia en los últimos 20 años ha enfrentado una crisis planetaria provocada por los escándalos de pederastia, sólo comparable con la crisis de la Reforma en el siglo XVI.

Sin duda, enfrenta una pérdida de autoridad moral y crisis global de credibilidad. Sus números han decaído y sobre todo sus ingresos se han mermado dramáticamente a causa de la desconfianza y desaprobación de su diligencia. La pederastia ha debilitado a la institución cuya materia prima son justamente los valores. En los escándalos mediáticos y relatos de las víctimas emergieron vicios institucionales que conmovieron a la opinión pública: la cultura del silencio, el disimulo para proteger a los sacerdotes depredadores, la reticencia a colaborar con la justicia secular; es decir, el encubrimiento institucional de clérigos criminales.

La pederastia en México nos remite, inexorablemente, a los Legionarios de Cristo y a su siniestro fundador, Marcial Maciel. La congregación se convirtió en un edén de perversión. No debemos olvidar que el Vaticano y Benedicto XVI intervinieron la orden el 1 de mayo de 2010 para una revisión profunda. Por ello, los legionarios en los últimos años han presentado informes que buscan redimirse ante la sociedad ¿Por qué creerles ahora, cuando llevan decenios mintiendo? ¿Cómo otorgar un bono de credibilidad a una congregación religiosa estigmatizada con la corrupción? La memoria es corta y aún no se ha aquilatado todo el daño que han provocado Marcial Maciel y sus Legionarios a la sociedad y a la Iglesia. 

El pasado lunes 22 de marzo presentaron un informe 2020 titulado Verdad, justicia y sanación. Los Legionarios dan cuenta de sus acciones encaminadas a dar atención a las víctimas de abusos, así como la implementación de ambientes seguros dentro de la congregación.

Los conceptos más reiterados en el texto son: verdad, sanación, conversión y renovación. Los verbos más frecuentes en el informe 2020 son: reparar, proteger, responder, prevenir. ¿Será que los Legionarios quieren rectificar y enmendar un camino histórico retorcido? El texto pretende dar el enfoque a víctimas; sin embargo, surgen muchas dudas. De los 170 menores abusados reconocidos, admite que sólo ha contactado a 30% ¿Por qué son tan pocos los sacerdotes legionarios pedófilos que han sido procesados civilmente? ¿Por qué los agresores no pagan penalmente sus crímenes en la justicia secular? 

Se requiere de una mayor explicación ante el hecho que en México se han registrado la mayoría de abusos. Sin embargo, la Secretaría de Gobernación acaba de informar a la Cámara de Diputados que “no existen denuncias contra los Legionarios que pudieran ser constitutivas del delito de pederastia ni otro de índole sexual”

¿No hay cultura de la denuncia o existe complicidad de las autoridades? Incluso, el escrito referido relativiza con cinismo malicioso el número de los depredadores legionarios: 27 sacerdotes contra 3 mil 800 ordenados. Esto representa sólo 2%. Por tanto, uno supondría con este dato que la congregación es íntegra y pura a pesar de haber sido fundada por Marcial Maciel, un depredador perturbado. Una manzana podrida en un canasto saludable, siguiendo la máxima del nuncio en México, Franco Coppola, de que “las manzanas podridas entre los legionarios deben ser removidas”. 

Los Legionarios registran una escasa credibilidad en la sociedad, no así entre las élites. Resulta lógico, pues la Legión se ha especializado en la salvación de almas de los ricos y consuelo de un falso evangelio entre los poderosos. Pese a sus iniciativas de mayor transparencia, la sociedad y la propia Iglesia se muestran escépticas.

En diciembre de 2019, el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera, cuestionó el primer informe de los Legionarios, llamado Radiografía, al advertir: “llega tarde y está incompleto… Es inexplicable que esta historia delictiva no se haya dado a conocer en más de 70 años”. En dicho informe, reconocieron que había 175 víctimas menores y 60 de ellas a manos del nefasto Marcial Maciel. 

Los reproches a la legión no se reducen a la pederastia sino al modelo de Iglesia que representa. Es un modelo empresarial. El dinero representa la esencia del modelo religioso de los Legionarios. Usted se preguntará si el carisma de la legión es el educativo, el de las obras caritativas o la evangelización de las clases altas. No, el modelo de los Legionarios es la procuración y movilización de recursos de las élites económicas y políticas en los países donde están.

A través de sus colegios, universidades y obras sociales hacen estudios de prospectos. Sus jóvenes sacerdotes se acercan a las familias hasta casi hacerse parte de ellas. “Elegir, pedir y agradecer”, reza el método que Maciel pregonaba. “Los pobres son el mejor negocio”, también solía decir. El problema de fondo es romper la articulación estructural entre la perversión sexual del clero y la perversión ­económica y política que compromete a la Iglesia a los grandes poderes fácticos de la sociedad. 

Lo que está de fondo, pues, es qué tan evangélico es el modelo de los Legionarios que ofrece a los ricos y poderosos la total salvación sin cuestionar la forma de acumulación de riquezas ni los valores éticos de cómo muchos políticos acceden al poder. Es tolerar y justificar diferentes formas de corrupción. La existencia de la Iglesia está en riesgo si se sujeta a un sistema de poder sacralizado y clerical.

Finalmente, los Legionarios ahora piden a la sociedad creerles que su conversión va en serio. ¿Cómo creerles si a lo largo de su historia han mentido sistemáticamente? Luego de las primeras denuncias de abusos en los noventa, despliegan una campaña de acoso y difamación a los demandantes. Victimizan a Maciel, considerado un “santo”, mientras a José Barba y exlegionarios los acusan de levantar patrañas para dañar la imagen de la Iglesia.

Recordemos los testimonios internos recogidos por Jackson Barry que relata cómo Maciel corrompía a la curia vaticana con jugosos sobres de 50 mil dólares a altos funcionarios de Juan Pablo II para comprar favores y lealtades. Los Legionarios fueron mentores de la carrera de Norberto Rivera. El imperio financiero legionario fue construido con dudosas operaciones en paraísos fiscales. Raúl Olmos lo documenta en su libro y calcula su fortuna en más de 25 mil millones de euros. 

Pese a las evidencias depredadoras de Maciel, aun después de cinco años de fallecido, en casas, centros educativos, universidades y residencias de consagradas se seguía rindiendo culto a la figura de su fundador. En alianza con los sectores más conservadores, combatieron la Teología de la Liberación y sectores católicos progresistas en América Latina con falsas teorías de conspiración. El doble discurso y la doble moral han caracterizado la práctica eclesial de los Legionarios en el espacio público. Aún así, ¿les damos el benéfico de la duda?

Este análisis forma parte del número 2317 de la edición impresa de Proceso, publicado el 28 de marzo de 2021 y cuya versión digitalizada puedes adquirir aquí

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