Análisis

Brozo

Una cosa es el personaje y otra Víctor Trujillo, un periodista que ha sido –y sigue siendo– un aliado importante de la causa de las mujeres.
viernes, 2 de abril de 2021 · 16:34

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En estos días a Víctor Trujillo le ha caído una andanada de críticas, insultos y agresiones, entre las que destacan calificativos como misógino y abusador de mujeres. Me resulta inquietante la furia feminista desatada y la vinculo al clima emocional que vivimos, por un lado con la polarización política y su lógica binaria de “estás conmigo o estás contra mí”, y por el otro, con una nueva sensibilidad feminista ante las expresiones sexualizadas. Como en dicho clima es común anular matices o no ver complejidades, creo necesario recordar que con su personaje Brozo, Trujillo respaldó y se comprometió con importantes luchas feministas.

Víctor Trujillo creó el personaje de Brozo, un payaso grosero y machista, con el que se posicionó a contracorriente de los típicos servilismos que en muchos medios se hacían –y se siguen haciendo– a figuras clave de la política. Burlarse ferozmente ha sido su manera de criticarlos y el humor le permitió el descaro de, por ejemplo, llamar “Henry Monster” a Peña Nieto cuando era presidente. Ningún periodista hubiera podido tachar de “monstruo” a un mandatario en funciones, a menos de ser un payaso. La horizontalidad con la que maltrataba a los políticos generó gran simpatía entre muchísimos televidentes de distintos sectores de la sociedad pues, como ya señaló Milan Kundera, la risa tiene una enorme capacidad de deslegitimar al poder.

Precisamente ese humor, que Irene Vallejo califica de rebelde porque “desafía las relaciones de dominación al resquebrajar el aura del mundo autoritario”, es el de Brozo. Y ese payaso hoy es denostado como un ser despreciable, entre otras cosas, por su trato a las mujeres. Pero una cosa es el personaje y otra Víctor Trujillo, un periodista que ha sido –y sigue siendo– un aliado importante de la causa de las mujeres. Y no lo digo únicamente porque me abrió un espacio durante años en El Mañanero, en el que hablé, con absoluta libertad, de infinidad de temas y, denuncié, con todo su apoyo, varios casos de violencia, que finalmente se resolvieron. Recuerdo en especial el de un maestro que narcotizó y violó a una joven estudiante, y como tenía un hermano judicial, había logrado evitar la cárcel. Cuando hablamos del caso en el programa, el procurador de Justicia del Estado de México intervino para que finalmente se le detuviera.

La inclusión en El Mañanero de las Catolicadas, unas caricaturas hechas por el grupo Católicas por el Derecho a Decidir, en las que una monjita feminista (Sor Juana) difundía posturas católicas progresistas acerca del aborto, la homosexualidad y otros temas controvertidos, causó impresión memorable en el público heterogéneo de Brozo. El Episcopado protestó y presionó para que las Catolicadas se eliminaran del programa, pero Víctor las defendió y Televisa rechazó la censura. Gracias al apoyo de El Mañanero, las Catolicadas tuvieron hasta 9 millones de visitas en Youtube,

Imposible hacer aquí un recuento de todos los ejemplos de su colaboración. En vez de ello, quiero plantear algo relativo a un cambio que han impulsado las colectivas feministas. Aunque los tiempos siempre cambian, la velocidad con la que lo han hecho recientemente es impresionante. Estas jóvenes feministas han cuestionado conductas que estaban normalizadas –albures, chistes subidos de tono o comentarios procaces– y han planteado que esas expresiones, antes toleradas, son inaceptables. Esto habla de una batalla social y cultural plena de contradicciones que muchas feministas han emprendido contra ciertos “usos y costumbres” por ofensivos o agresivos. Estamos ante una ­transformación de las sensibilidades femeninas que, como todo cambio cultural, corre el riesgo de “tirar a la criatura junto con el agua sucia”. Sin duda, hoy el contexto es otro, pero no hay que olvidar que hace 15 años Brozo abrió una ventana sobre el feminismo y el derecho a decidir de las personas católicas entre sectores de la población y contextos del país donde no había una discusión al respecto. Y eso yo se lo agradezco.

Aunque discrepo de lo que Brozo hace en Latinus, de ahí a desconocer que es uno de los aliados de muchas causas feministas, hay un trecho que me niego a recorrer. Y no salgo al quite sólo por defender a un amigo (tengo varios amigos queridos con posturas contrapuestas a la mía), sino porque esos ataques, que olvidan la historia, desconocen trayectorias y sueltan juicios fulminantes, son nocivos pues confunden acerca de quién es el “enemigo principal” de nuestro diverso movimiento feminista. Por eso aclaro que, para mí, ni Brozo ni Víctor son “enemigos principales”, pese a su acerba crítica a la 4T. Lo mismo digo de otras feministas, que también la emprenden contra la 4T y que, pese a todas las diferencias que tenemos, les reconozco su compromiso. No se trata, creo yo, de negar trayectorias ni empeños de nadie, sino de establecer una valoración crítica sobre sus posturas actuales que, además de ver las diferencias políticas que nos separan, nos permita reflexionar, sumar ideas y encontrar puntos de acuerdo para avanzar en la compleja labor de construir un país menos desigual, con una sociedad más libre y solidaria. 

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