Opinión

Las lecciones de las elecciones

Los resultados en el ámbito legislativo federal para Morena y sus aliados no son catastróficos ni mucho menos. Tampoco se convirtió en realidad la percepción, habida hasta un mes atrás, de que habría un triunfo avasallador de Morena y sus aliados.
miércoles, 9 de junio de 2021 · 13:32

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Las elecciones del 6 de junio han generado diversas lecturas donde hay consenso en la idoneidad de que se celebraran en un ambiente de paz y con una razonable organización que permitió al electorado ejercer su derecho al voto. No hay, empero, consenso en las lecciones que han dejado esas elecciones. La polarización sigue gozando de cabal salud tras las comicios y cada quien cuenta e interpreta la historia a la luz de sus propios intereses y prejuicios que predominan sobre los datos que se puedan verificar y será difícil que ello suceda por el componente socio-psicológico de un ejercicio de esta naturaleza y la dificultad de alcanzar, en la medida de lo posible, un rango de razonabilidad por lo menos en el análisis, siempre, empero, subjetivo, cuya tarea habría que hacer con conciencia de esas limitaciones. Veamos.

Primero. Los escenarios del denominado “carro completo” no se dieron para ningún bando. Ni para Morena ni para sus opositores. Morena según los datos preliminares oficiales obtuvo el triunfo en la mayoría de las gubernaturas en juego, así como en los congresos locales, lo que no es poca cosa. La oposición en conjunto o separada obtuvo triunfos inéditos como el de Nuevo León por Movimiento Ciudadano o la Alcaldía Cuauhtémoc en la Ciudad de México donde Dolores Padierna –una mujer comprometida con las causas populares y brillante– fue vencida en las urnas por un margen que hubiera sido muy difícil casi imaginar hasta hace algunos días. De igual forma, a nivel municipal la marca de Morena no alcanzó como el caso específico, a vía de ejemplo, de Alfonso Martínez Alcázar –un empresario preparado y quien ha gobernado ya con un toque de eficacia con interés público su municipio– quien ganó las elecciones de Morelia, Michoacán, bajo las siglas PAN-PRD, después de haberlo hecho dos trienios antes como el primer candidato independiente en lograr esa proeza.

Segundo.  Los resultados en el ámbito legislativo federal para Morena y sus aliados no son catastróficos ni mucho menos. Tampoco se convirtió en realidad la percepción, habida hasta un mes atrás, de que habría un triunfo avasallador de Morena y sus aliados. Siguen teniendo mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y pueden por sí solos autorizar el Presupuesto Anual de Egresos de la Federación, herramienta no menor en el ejercicio del poder. Es difícil precisar una sola causa que explique por qué se dieron estos resultados. No me parece convincente que la razón haya sido –no al menos la principal ni la más importante– el avance estructurado de la alianza opositora y el desencanto popular con el presidente Andrés Manuel López Obrador, vistos sus mantenidos niveles de aceptación popular en encuestas de difusión y sin objeción pública alguna.

Tercero. Advierto, en cambio, que entre los factores –quizá no en ese orden– que han influido se encuentren, entre muchos otros que me parecen importantes: a) Los problemas de cumplir la procuración de justicia generando o dejando generar mensajes confusos, contradictorios y contrarios incluso a derecho en casos emblemáticos donde la seriedad de la Fiscalía General de la República tuvo un efecto bumerang en este proceso comicial para el partido del gobierno; b) La división entre las distintas expresiones de Morena como efecto del descontento entre una parte significativa de sus militantes que mudó de opción política ante la ausencia de reglas transparentes, racionales e imparciales de selección de candidaturas a cargos de elección popular; y c) Fue grave la falta de pericia jurídica electoral de Morena al dejar de cumplir con obligaciones mínimas ante los órganos electorales que dejaron fuera a dos candidatos a gobernador, entre otros más, por razones que cualquier aprendiz de derecho electoral hubiera sorteado sin mayores complicaciones. Mucho ayudaría lo que ya he apuntado en otras oportunidades: 1.- Que se hagan exámenes de control de confianza completos por expertos independientes; y 2.- Que se hagan estudios médicos y psiquiátricos relevantes que garanticen que nadie llegue con una enfermedad que le impida gobernar o legislar como hemos visto en la historia reciente en todos los partidos que han sido gobierno. Además, por supuesto, de estudios de apoyo popular para minimizar las deserciones políticas.

Cuarto. En la Ciudad de México es difícil digerir la narrativa de la campaña mediática negativa como factor definitorio del resultado electoral que mermó la presencia de Morena en la capital del país. Efectivamente hubo ese nado sincronizado del que se duele la jefatura de gobierno de la CDMX, pero me parece que se deja de lado un tema toral: la lucha por posicionarse de cara a las elecciones presidenciales del 2024. Bajo las reglas del anterior régimen, el saldo comicial de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, hubiera sido razón suficiente para que quedara tocada o fuera de posibilidades para ser ungida como candidata de Morena a la presidencia de la República. En esa línea y bajo ese guion sus detractores habrían ganado la partida. El punto es que el régimen anterior no existe más y, por ende, las reglas seguidas en el pasado. Y la jefa de gobierno seguirá siendo una opción salvo que el principal tomador de decisiones decida lo contrario. Morena no se explica sin Andrés Manuel López Obrador. Y será él quien decida –sin contrapeso objetivable alguno– quien será el candidato para sucederlo en el partido al cual le dio vida. No veo hasta ahora que nadie de su gabinete, ni menos el dirigente formal del partido, pudiera disputarle con alguna posibilidad de triunfo esa decisión que será la más importante de su vida política. Ni por separado o todos juntos se atreverán a jugarle las contras al presidente de la República. Carecen –lo sabemos todos– de la empatía popular del presidente y sus esfuerzos serán, por el contrario, buscar cómo estar dentro del proyecto transexenal en la primera línea bajo el manto protector presidencial.  Así las cosas.

Pd. Y un caso triste de lo que afirmo es cómo Porfirio Muñoz Ledo pasó de ser un gran político con visión de estadista a un personaje que se quedó en el pasado por su narrativa y sus propuestas retóricas dignas del siglo XX que no tienen eco alguno en los cada vez más nuevos ciudadan@s que no entienden ya el discurso político del México de ayer que cada vez existe menos.

@evillanuevamx

ernesto.villanueva@proceso.com.mx

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