Análisis

Luis Cárdenas Palomino: mensajero del poder

Cultivó el peor de los vicios que un policía puede tener: proximidad con las altas esferas del poder político y similar situación con las altas esferas del poder criminal.
lunes, 12 de julio de 2021 · 13:37

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Raúl Bruno Nava dejó el Reclusorio Norte en diciembre de 2017. Pasó más de dos décadas ahí dentro, donde le tocó ver y oír mucho de cuanto ocurre en ese centro penitenciario.

Hace un par de años me buscó para contarme una historia que hoy vale la pena hacer pública.

Me aseguró que durante el segundo semestre de 2006 recibió la visita de una persona que le propuso una suma considerable a cambio de eliminar, dentro de la cárcel, a Tony Castillo Cruz, supuesto secuestrador de Hugo Alberto León Miranda (alias Wallace Miranda).

Dijo Bruno Nava que no consideró con seriedad tal oferta, entre otras razones porque ya desde entonces, “en su mundo” el nombre de Isabel Miranda de Wallace estaba lastimado por una mala reputación, pero también porque él no se dedicaba a hacer ese tipo de trabajo sucio.

Ante la negativa, la persona que llevó la propuesta exigió guardar silencio. Tiempo después se apareció por el Reclusorio Norte un segundo mensajero: Luis Cárdenas Palomino.

“‘¿Sabes quién soy,’ preguntó y yo al principio dudé. ‘Soy Palomino, ¿recuerdas que vino una persona a pedirte un favor? Pues (el trabajo) no se va a hacer y vengo a exigirte una sola cosa: que aquí quede ese asunto y que por ningún motivo vaya a llegar a mayores’.”

El recluso se interrogó sobre el tamaño de la influencia que podía tener la señora Wallace, como para que ese policía connotado se tomara la molestia de amenazarlo:

“Yo nada más le advierto –habría insistido Cárdenas Palomino–: si usted comete algún error lo va a pagar muy caro.”

Afirma Bruno Nava que, en vez de arredrarlo, esa conversación lo sacó de sus casillas: “haga lo que tenga que hacer –reaccionó el recluso– mientras tanto debe saber que a mí me gusta para que usted se vaya a chingar a su madre”.

Lugo replicó: “Si ya sabes quién soy yo, también sabrás quién manda aquí dentro, así que no le busques”.

Cárdenas Palomino no era en 2006 el hombre todopoderoso en el que iba a convertirse más adelante, como mano derecha del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y sin embargo había ya sembrado suficiente evidencia en su biografía como para temerle por las peores razones.

En más de una ocasión le tocó hacer el trabajo sucio para otros; por ejemplo para Marcos Castillejos Escobar, quien además de ser entonces su suegro, coincidentemente fue director de reclusorios en la Ciudad de México, entre ellos el Reclusorio Norte, donde Tony Castillo Cruz y Bruno Nava coincidieron en 2006.

Un par de años después de la referida visita de Cárdenas Palomino a aquella prisión, Castillejos Escobar fue ejecutado frente a su despacho ubicado en la colonia Condesa.

La complicidad del expolicía en el evento criminal narrado por Bruno Nava habría sido algo frecuente para Cárdenas Palomino. Durante la mayor parte de su carrera este funcionario se dedicó a limpiar la suciedad de otros, o bien a meter las manos donde otros no se atrevían.

En diciembre de 2005 la supuesta captura de Israel Vallarta Cisneros y Florence Cassez permitió que los métodos utilizados por este funcionario público quedasen registrados para la posteridad.

¡Cárdenas Palomino torturó a Vallarta para que ese presunto secuestrador confesara frente a las cámaras de televisión!

Cuando Florence Cassez denunció públicamente la arbitrariedad de su detención y la fabricación de la presunta escena del crimen, donde Cárdenas Palomino habría sido el principal director de escena, este expolicía ordenó también la tortura de Mario Vallarta Cisneros y Sergio Cortés Vallarta, hermano y sobrino de Israel Vallarta.

Los tratos inhumanos impuestos sobre estas dos personas tuvieron como propósito la obtención de declaraciones inculpatorias para confirmar la existencia de la banda fantasma Los Zodiaco, así como las circunstancias alrededor de una serie de secuestros que muy probablemente nunca existieron.

Contrario a lo que pudiese intuirse, estas actuaciones arbitrarias e ilegales entregaron a Cárdenas Palomino reconocimiento abultado entre las altas esferas gobernantes, los mandos policiales, algunos líderes de la sociedad civil y hasta en el sector empresarial.

Tener un amigo como Cárdenas Palomino se volvió un bien social apreciado en los círculos más selectos del poder, una suerte de amuleto frente a los atropellos de la época.

Lo que sus amigos no consideraron entonces, porque no podían saberlo, es que las conexiones de Cárdenas Palomino con la criminalidad también eran hondas. Exhibiendo la misma desfachatez con que operó para asegurarse de la amnesia de Bruno Nava, Cárdenas Palomino habría realizado sus mejores oficios para intermediar en los negocios que volvieron millonarios a su jefe, Genaro García Luna, y a él mismo.

En esta misma hebra de asuntos cabe especular que Cárdenas Palomino haya también sido correa de transmisión entre los oscuros intereses del narcotráfico y la Secretaría de Seguridad Pública, durante la gestión del expresidente Felipe Calderón Hinojosa. (Este otro crimen supuesto lo tiene actualmente en aprietos respecto de la autoridad estadunidense.)

Luis Cárdenas Palomino cultivó el peor de los vicios que un policía puede tener: proximidad con las altas esferas del poder político y similar situación con las altas esferas del poder criminal.

Que no vaya a ser su detención una anécdota intrascendente en la antología de la corrupción mexicana: ahora que la autoridad se decidió a proceder contra él quizá vayan a ser muchos otros quienes, como Raúl Bruno Nava, se animen a aportar elementos para despojar a este siniestro personaje de la armadura de impunidad que lo acompañó durante tanto tiempo. 

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