Análisis

¿Y si el Papa Francisco muriera?

Es claro que Francisco no reinará para siempre. Al parecer salió bien de la operación, pero su edad y enfermedades indican que la curva descendente del pontificado se ha iniciado.
lunes, 19 de julio de 2021 · 13:59

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El Papa Francisco está bien, volvió a aparecer este domingo. Desde el balcón del décimo piso del Policlínico Gemelli de Roma el pontífice se mostró ante los fieles por el Ángelus. Físicamente se veía cansado, pálido y más delgado. No es para menos, después de la cirugía de colon. “Su Santidad el Papa Francisco –dijo el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni– se encuentra en buen estado general, alerta y respirando espontáneamente. La cirugía por estenosis diverticular realizada la noche del 4 de julio implicó una hemicolectomía izquierda y duró u­nas tres horas”. Para tranquilidad de todos el Papa evoluciona favorablemente. Sin embargo Francisco tiene 84 años, ya acusa signos de desgaste natural de la edad y del intenso ritmo que demanda su cargo.

The New York Times tituló su nota: “El secretismo habitual del Vaticano genera dudas sobre la salud del papa Francisco”. En efecto, señala: “Aunque no hay motivos para dudar de la veracidad de los comunicados sobre la condición del pontífice después de la cirugía de colon, la falta de transparencia del Vaticano se ha ganado el escepticismo”. Y es que el anuncio de la intervención quirúrgica de Francisco fue sorpresivo. El domingo 4, el vocero Bruni comunicó a la prensa, a las 15:30 horas, que el Papa había sido trasladado al hospital para una “cirugía prevista” para atender divertículos de colon. La pregunta entre los reporteros fue: ¿si la operación estaba prevista, cómo no se notificó antes? El tema no es menor. Generó inquietud que la información se ofreció a cuentagotas con una falsa tranquilidad. Es cierto que el mismo Francisco pidió discreción y no hacer de su cirugía un espectáculo. Pero todos sabemos que El Vaticano guarda siempre demasiados secretos. Ante la vaguedad de la información, la opinión pública de inmediato se mostró escéptica. Sobre todo porque demasiado silencio desencadena innumerables especulaciones. No debemos olvidar que las conspiraciones palaciegas responden con agudeza a tantos secretos acumulados por la institución católica milenaria.

Según el Código de Derecho Canónico, el Canon 331 establece que corresponde al Papa, incluso si está temporalmente ausente del Vaticano, continuar teniendo “poder ordinario supremo, pleno, inmediato y universal sobre la Iglesia”, excluyendo cualquier delegación o activación de figuras especiales, como el cardenal camarlengo que “interviene sólo cuando la sede romana está vacante o totalmente impedida”. Actualmente el papel de camarlengo lo ocupa el cardenal estadunidense Kevin Farrell, al frente del Departamento de Laicos y Familia. Cuando esta figura entre en funcionamiento será porque el Papa ha muerto. Por sede vacante entendemos el periodo que se abre con la muerte del Papa y termina con la elección del sucesor mediante un cónclave. Esto lo establece la constitución Universi Dominici Gregis, normas canónicas.

El hecho es que en julio millones de católicos en todo el mundo han estado atentos a la salud quebrantada del Papa. También en estado alerta, sus numerosos opositores que ansían concluya este pontificado reformista que ha atentado contra diversas tradiciones. La enfermedad del Papa, de todo Papa, puede precipitar los vientos de sucesión. Y toda señal de decadencia, verdadera o presunta, desencadena, de manera subterránea, maniobras y posicionamientos de cara a un hipotético próximo cónclave. Francisco es consciente de que más de un cardenal opositor ya mira con ambición la sucesión. Un cónclave en este momento sería inconveniente pues la Iglesia católica ya está muy dividida. Su imagen a nivel internacional sigue deteriorada no sólo por el azote de la pederastia clerical, sino por los hallazgos de miles de tumbas de niños indígenas en Canadá, que han puesto al descubierto un proceder inmoral de imposición colonialista y racista frente a los pueblos originarios de América. Sobra decir que los escándalos financieros por mal uso y abusos en que la curia romana ha incurrido de manera reiterada sigue minando la magnificencia de la institución. Mientras en Estados Unidos el fundamentalismo conservador gana terreno entre los obispos, en Alemania sucede lo contrario. Poderosos grupos feministas y de avanzada presionan a los obispos para que reconsideren un papel más protagónico de las mujeres en las estructuras religiosas, incluyendo su ordenación; abrirse a la condición homosexual, aborto y otros temas que son, hasta ahora, prohibidos tajantemente por la Iglesia.

Existen diversos grupos de presión a la conducción de la Iglesia. Está el llamado lobby­ gay, que en realidad son varios, según la investigación aportada por Frederick Martell en su libro Sodoma. Hay también camarillas y clanes conservadores que se mueven con poco aseo contra el pontífice argentino. Propagan insinuaciones, firman cartas de reproche y están muy activos en las redes sociales. La intención es mostrar que el gobierno funciona mal y la cabeza carece de rumbo. Hay varios cardenales que encabezan esta oposición, como Leo Burke y Camilo Ruinni. Personajes influyentes vinculados con la antigua administración Trump, como Carlo Maria Viganò. Se observa cómo se han fortalecido especies de carteles conservadores que buscan frenar, dañar su imagen y amenazan con actitudes cismáticas. Hay también alianzas conspirativas de católicos ultraconservadores estadunidenses y europeos vinculados con empresas que han visto afectados sus intereses por las posturas ecologistas de Francisco. Marco Politi, prestigiado periodista, en su libro La soledad del Papa (2019), advierte que sus adversarios buscan retraer y aislar al Papa. Asimismo reprocha que mientras la ultraderecha católica se está agrupando a nivel internacional, los sectores progresistas de la Iglesia no alcanzan a respaldar ni contrarrestar el asecho a Bergoglio. Politi se pregunta con enfado: ¿dónde están los latinoamericanos?

Es claro que Francisco no reinará para siempre. Al parecer salió bien de la operación, pero su edad y enfermedades indican que la curva descendente del pontificado se ha iniciado. Francisco lleva ocho años de pontificado; al inicio pronosticó que el suyo sería corto. Pero ha cambiado de opinión. Tiene aún reformas pendientes y objetivos medulares en su agenda. A sus más allegados les ha comentado que estará en el trono de San Pedro hasta que las reformas que ha implantado, y las que instituirá, sean cambios irreversibles. Como buen jesuita, buen combatiente. 

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