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Martha

No es fácil para una joven ser líder política, y mucho menos si se es indígena. Martha luchó por construir una cultura democrática y colaboró en la construcción de la agenda de las mujeres indígenas y afromexicanas en Guerrero.
lunes, 16 de agosto de 2021 · 21:39

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Lo digo con dolor: Martha Sánchez Néstor, 26 años más joven que yo, se me adelantó, víctima del covid.

Martha fue parte de una generación de indígenas que iniciaron su activismo político muy jóvenes, que estudiaron, que se manejan con las modernas tecnologías de comunicación y que se asumen feministas. Ella construyó su liderazgo político desde la base y logró una representatividad impresionante. De joven estudió para secretaria, y en 1994, a sus 20 años, fue invitada a trabajar al Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena. Asistir a la Convención de Aguascalientes del EZLN en la Selva Lacandona provocó su concientización. Dejó entonces su función de secretaria e ingresó como militante del Consejo Guerrerense, donde formó la Comisión de la Mujer en 1998. De ahí en adelante Martha impulsó la realización de reuniones y talleres estatales de articulación entre las distintas etnias, organizó el Segundo Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, el Foro Voces de Mujeres y presidió la Asociación Nacional Indígena Plural (ANIP), una importante organización mixta, que incluye a la gran mayoría de pueblos indígenas de México.

No es fácil para una joven ser líder política, y mucho menos si se es indígena. Martha luchó por construir una cultura democrática y colaboró en la construcción de la agenda de las mujeres indígenas y afromexicanas en Guerrero. En 2004 formó, junto con otras compañeras, la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas, para reunir a mujeres de las cuatro etnias de Guerrero: la amuzga, la mixteca, la nahua y la tlapaneca. La riqueza de esta iniciativa queda plasmada en un libro que ella escribió junto con otra líder indígena, Libni Iracema Dircio Chautla, y la académica Gisela Espinosa Damián. Ella escribió ‘La Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas’. Hoy basta abrirlo para encontrarnos el testimonio de su valentía y sensibilidad. Además de que este valioso libro ofrece un análisis sociopolítico del proceso de formación de la Coordinadora, incluye 13 testimonios de mujeres indígenas que representan, en palabras de Gisela Espinosa, “nueva intelectualidad femenina en los pueblos indígenas de Guerrero”. Ellas registran la micropolítica en que están inmersas en una entidad federativa donde, además de la situación de miseria y carencia de servicios públicos, los grupos de delincuentes, narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares e integrantes del ejército federal agreden a las comunidades, y donde la represión política en contra de las dirigentes indígenas se da con violaciones y hasta asesinatos. 

Martha relata que, aunque estas mujeres indígenas “han perdido el miedo para hablar en su familia, en la comunidad, con funcionarias, con diputadas, con quien sea”, todavía expresan sus miedos a enfrentarse con su pareja, a decepcionar a su familia y a traicionar a su comunidad. Dado que el racismo y la explotación afectan por igual a sus hermanos y sus compañeros, eso les ha dificultado defender su especificidad como mujeres. Por eso han insistido en analizar simultáneamente su situación como mujeres junto con la de sus hombres, convencidas de que para que cambie su situación también los hombres deben cambiar. Y sí, la transformación de estas mujeres ha provocado cambios en sus parejas. Así, aunque en un principio los hombres protestaron, hoy muchos han modificado sus actitudes y conductas, y pese a que inicialmente fueron objeto de burlas, luego otros hombres acabaron imitándolos.

En ese libro Martha rechaza la idea de que los mayores conflictos de las indígenas provienen de los usos y costumbres tradicionales, e insiste que los “mayores conflictos” surgen de la miseria y explotación de sus pueblos, por la carencia de servicios públicos de calidad, por la violencia del Estado y por la militarización de la zona. Ella estableció un diálogo crítico con sus compañeros del movimiento indígena, pues suscribía las denuncias colectivas sobre las carencias brutales que padecen sus pueblos, desatendidos por las políticas gubernamentales, pero también criticaba el machismo que existe dentro de las comunidades indígenas: exclusión de las mujeres de la toma de decisiones, violencia sexual y simbólica, y prácticas sexistas como la total escasez de recursos para la educación y fortalecimiento político de las mujeres.

Martha prosiguió y diversificó los espacios de su activismo a favor de las mujeres indígenas. Entró al Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir como coordinadora del Programa de Mujeres Indígenas, fue integrante de la Asamblea Ciudadana del Conapred, coordinadora de la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México, e integrante del Consejo Ciudadano del Inmujeres. También fue la primera mujer en ocupar la Secretaría de Asuntos Indígenas del Estado de Guerrero. Todos esos cargos con el corazón puesto en las mujeres indígenas y con una sonrisa espectacular que iluminaba todo lo que la rodeaba.

El viernes 30 de julio Martha falleció a los 47 años, cuando intentaron trasladarla de Ometepec a Acapulco, donde la esperaba un avión para traerla al INER. En el libro, Martha concluye su testimonio diciendo: “El camino por recorrer es mucho más largo que el camino andado”.

Aunque tu camino en la tierra se acabó, querida compañera, nos quedamos con tu recuerdo como un compromiso para seguir acompañando tu lucha.  

 

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