Iglesia católica

Murió Fernando Karadima, el Maciel chileno

El depredador chileno Fernando Karadima, abusador sexual y sacerdote reaccionario que se mimetizó con las élites pinochetistas, murió a los 90 años. Aunque fue denostado como sacerdote por el papa Francisco, gozó de impunidad.
viernes, 6 de agosto de 2021 · 22:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Murió el depredador chileno Fernando Karadima, abusador sexual y sacerdote reaccionario que se mimetizó con las élites pinochetistas. Tenía 90 años y, aunque fue denostado como sacerdote por Francisco, gozó de impunidad. Se le enjuició por abuso sexual y corrupción espiritual. Resultó culpable, pero sus crímenes habían prescrito. Por ello no recibió castigo penal. Su deceso ocurrió en una casa de retiro en la comuna de Macul, Santiago, en la soledad del descrédito absoluto.

Tres de sus víctimas publicaron un comunicado en el que expresaron: “Él era un eslabón más en esta cultura de perversión y encubrimiento en la Iglesia. Nosotros estamos en paz y sólo nos mueve seguir luchando para que estos crímenes no vuelvan a pasar y por tantas personas que lo han vivido y que aún no tienen justicia”.

Fernando Karadima fue ordenado sacerdote en 1958 y destinado a los 28 años a la parroquia del Sagrado Corazón de avenida El Bosque, en el elegante barrio de la Providencia, donde realizó toda su carrera sacerdotal. Elegía entre sus víctimas a jóvenes y adolescentes seminaristas o laicos de la Acción Católica. Seleccionaba a los más vulnerables, usaba su investidura y autoridad religiosa para seducir a los menores y satisfacer sus corrompidos impulsos sexuales sin importar el trágico atropello que deja secuelas imborrables en los cuerpos y en las almas de las víctimas. El depredador Karadima, clérigo poderoso, quebrantaba la confianza que la sociedad deposita en su representación social. Jamás imaginó que su torcido proceder provocaría la mayor crisis de credibilidad en la Iglesia chilena y que sus escándalos iban a tener tal magnitud internacional que afectaron la imagen y credibilidad del mismo papa Francisco.

Pero regresemos. Ya desde 1984 se presentaron las primeras denuncias que fueron ocultadas por la red protectora de curas y obispos que Karadima había construido.

A inicios de 2010 la prensa dio a conocer la investigación eclesiástica que se realizaba en contra de Karadima. Fue todo un escándalo porque sus víctimas decidieron dar sus nombres y mostrar sus caras en sucesivas entrevistas, como en The New York Times y en el programa “Informe Especial”, una prestigiosa emisión televisiva de investigación emitido por Televisión Nacional de Chile. Las víctimas se convirtieron también en personajes públicos. Son el médico James Hamilton, el periodista Juan Carlos Cruz, el actual director de la Fundación para la Confianza, José Andrés Murillo, y el abogado Fernando Batlle. Las revelaciones conmocionaron e indignaron a la sociedad chilena, que goza de poderosos tejidos organizados en la sociedad civil. Los arzobispos Francisco Javier Errázuriz y su sucesor, Ricardo Ezzati, fueron señalados duramente como encubridores clericales.

Felizmente hasta los ángeles de las tinieblas mueren. Fernando Karadima y Marcial Maciel tienen una trayectoria paralela, son seres malignos disfrazados por mucho tiempo de santidad eclesial. Son símbolos de abusos sexuales de la Iglesia en América Latina. Los dos fallecieron sin haber pagado ante la justicia secular por sus monstruosos crímenes, engaños, doble moral y una vida de corrupción eclesiástica; marcados por una existencia disipada entre lujos y prerrogativas extraordinarias propias de clérigos poderosos. Karadima y Maciel son la antítesis de lo que representa, en el imaginario colectivo, un religioso consagrado. Ambos aprovecharon su investidura para detentar un inconmensurable poder terrenal y crearon imperios económico- religiosos empresariales. Abusaron de su poder simbólico para saciar sus patologías sexuales y ocultar sus miserias humanas. Usaron y se ampararon en la complicidad encubridora de las estructuras eclesiales. Dos personajes siniestros, manipuladores, ostentaron en su momento una inmensa influencia en la Iglesia. Uno y otro presumieron formar vocaciones. Maciel moldeó a cientos de sacerdotes a través de su congregación, los Legionarios de Cristo. Karadima se distinguió como forjador de cerca de 50 sacerdotes y cuatro obispos chilenos mediante la Pía Unión Sacerdotal. La pregunta es inevitable: ¿forjaron o deformaron religiosos? Los Legionarios siguen enfrentando en la actualidad escándalos de abusos y encubrimientos, mientras en Chile muchos de los discípulos del depredador Karadima han abandonado el sacerdocio y Roma se ha encargado de separar de su cargo a sus obispos cómplices. Ambos personajes han hecho mucho daño a la Iglesia. Sus torcidos comportamientos han deteriorado la imagen de una institución que ha sido pilar en el entramado social latinoamericano.

Los escándalos de Karadima, la resistencia y el encubrimiento eclesiástico, provocaron una profunda decepción entre los fieles. Ésta se tradujo en una fuga masiva de creyentes en Chile. Según el Centro de Estudios Públicos de aquel país, 69% de la población chilena se declaraba católica en 2008, hoy la cifra ha disminuido 13 puntos, situándose en 55% de las personas que se adhieren a la fe católica. Culturalmente los ministros católicos no son creíbles. Los fieles católicos han emigrado hacia otras Iglesias o han dejado la fe para siempre.

Pero la fuga de los católicos tiene también otras causas. Desde hace muchos años se constata en la Iglesia una brecha de distancia e incomprensión entre la feligresía y sus pastores. El desprestigio provocado por Karadima alcanzó esferas internacionales y salpicó al propio papa Francisco.

La visita desastrosa que Francisco hizo en enero de 2018 a Chile estuvo sellada por la defensa abigarrada que el Papa hizo del obispo Juan Barros, cómplice y encubridor de su mentor Karadima. Desconcertado por el descontento popular de sus declaraciones, el Papa realizó una investigación especial y envió al arzobispo Charles Scicluna, uno de los más respetados expertos del Vaticano en delitos sexuales, a investigar las denuncias. El resultado sólo sorprendió al Papa argentino. Daría paso a que el episcopado en pleno viajara a Roma, en mayo de 2018, para presentar su renuncia y poner sus cargos a disposición de Francisco. El Papa engañado provocó un hecho inédito en la Iglesia católica. A raíz de ello, se ha realizado una limpia temperada que no mejoró la posición de la Iglesia ni ha reparado los enormes daños causados.

El 27 de septiembre de 2018 el papa Francisco expulsó del sacerdocio a Fernando Karadima, terminando con el caso eclesiástico del sacerdote, pero no con las repercusiones de sus abusos. Falleció a las 21:20 horas del domingo 25 de julio, producto de una bronconeumonía e insuficiencia renal. Murió sabiéndose impune de la justicia, pero sancionado por la sociedad como uno de los mayores monstruos engendrados por la Iglesia.

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