Desmond Tutu

Desmond Tutu, el guerrero de la paz

La muerte de Desmond Tutu a los 90 años ha conmocionado al mundo. Después de una larga enfermedad, cáncer de próstata, murió el arzobispo anglicano emérito, quien fue luchador incansable y un emblema contra el apartheid.
jueves, 6 de enero de 2022 · 15:09

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En pleno apartheid, en Sudáfrica, los negros no podían ir sobre la acera de la calle si había un blanco. Tenían que bajarse como símbolo de sumisión. En los años treinta y en la ciudad minera de Klerksdorp, el pequeño Desmond caminaba junto a su madre Aletta que llevaba ropa para lavar. Iban por la banqueta justo cuando vieron a un hombre blanco. Era un pastor anglicano, quien se bajó de la acera y les saludó quitándose el sombrero.

Este hecho impresionó al infante Tutu y le marcó para toda su vida, tanto en su opción religiosa como en su activismo social. Esta anécdota está contenida en el libro Tutu: the authorized portrait, escrito con motivo de sus 80 años por su hija Mpho y por el periodista Allister Sparks.

La muerte de Desmond Tutu a los 90 años ha conmocionado al mundo. Después de una larga enfermedad, cáncer de próstata, murió el arzobispo anglicano emérito, quien fue luchador incansable y un emblema contra el apartheid. Luego se convirtió en promotor de la reconciliación. Tutu ganó en 1984 el Premio Nobel de la Paz por su lucha no violenta contra el régimen racista. El actual presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa lo llamó “un patriota incomparable”. Para Obama es “un espíritu universal y una brújula moral”. Bernice King, hija de Martin Luther King, se refiere a él como un “poderoso peregrino en la tierra”. Nelson Mandela expresó que cuando Desmond Tutu muriera, “Dios lo iba a recibir con los brazos abiertos”.

La lucha de este clérigo anglicano se concentró en minar el supremacismo represor; en luchar por los derechos humanos y contra la discriminación. En los últimos años de su vida consagró su activismo social y religioso en defensa de los derechos de las mujeres, de los homosexuales y en contra del cambio climático.

Las personas que lo conocieron afirman que Tutu era un hombre elocuente, carismático y profundamente sensible, con gran sentido del humor. A partir de haber recibido el premio Nobel, su figura creció a nivel internacional. Había sido despreciado no sólo por los círculos reaccionarios sudafricanos, sino en su propia Iglesia. Pero a partir del Nobel, con 53 años, gozó de un enorme respeto y popularidad en todo el mundo. En 1986 fue nombrado arzobispo de Ciudad del Cabo; ante recelos, fue el primer arzobispo negro. Dentro de su Iglesia pugnó por la ordenación de mujeres y se opuso firmemente a la discriminación de los homosexuales. Debido a esa discriminación declaró sentirse “avergonzado de ser anglicano” porque se reproducía un apartheid eclesiástico contra la diversidad sexual. El día que cumplió 85 años, muy enfermo, hizo una notable disertación a favor de la eutanasia. Así lo escribió para The Washington Post en 2016: “Me he preparado para mi muerte y he dejado claro que no quiero ser mantenido vivo a cualquier costo. Espero ser tratado con compasión y que se me permita pasar a la siguiente etapa de la vida de la forma que yo elija”.

Desmond Tutu fue un clérigo que supo aplicar el profetismo de la Biblia como instrumento de interpelación ante realidades injustas. Su prédica era contundente, como en algún momento la tuvieron Herder Cámara, en Brasil, u Óscar Arnulfo Romero, en El Salvador. Para comprender la hondura del pensamiento del arzobispo anglicano es necesario discurrir la herencia ancestral de Sudáfrica. Logró combinar de manera fructífera la ancestralidad africana con el cristianismo. De hecho, su filosofía estuvo inspirada en el llamado Ubuntu. Es un concepto filosófico de la tradición bantú, con un fuerte valor social, presente, por ejemplo, en las lenguas de los pueblos zulú y xhosa. Ubuntu significaría: “Yo soy porque tú eres”. Sostiene que una persona se vuelve humana debido a otras personas. En otras culturas ancestrales podemos encontrar ciertas analogías. Por ejemplo, Rohayhu (amor, amistad) en la cultura guaraní; o Ayni (solidaridad) en la quechua. Una visión que sustenta una sociedad sin divisiones y en la que cada persona está llamada a jugar un papel importante. Así, la atención que Tutu le dio a todo tipo de alteridad, expresando una tensión instintiva y natural hacia la paz.

En Sudáfrica este concepto fue clave en el proceso de reconciliación y perdón. Una vez consumado el derrocamiento del apartheid, Desmond Tutu lo aprovechó cuando presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. No se trataba de la venganza por los abusos de la segregación racial. Todos están interligados. La estrategia fue: el victimario confiesa su crimen con toda sinceridad; la víctima escucha atentamente y narra su dolor; se alcanza la justicia reparadora y restaurativa; eventualmente se acepta una pena curativa y hasta la amnistía, con excepción para los crímenes más aborrecibles de lesa humanidad, que se envían al tribunal competente.

Desmond Tutu se nutrió de la teología latinoamericana. Gran amigo de Gustavo Gutiérrez, simpatizó con sus postulados teológicos. Tutu colaboró en la obra Teología y liberación: escritura y espiritualidad, ensayos en torno a la obra de Gustavo Gutiérrez, editado por el Instituto Bartolomé de las Casas en 1990. Además de intercambios epistolares y en congresos, Tutu prologa una versión inglesa sobre el libro de Job que redactó Gutiérrez, el llamado padre de la Teología de la Liberación. Sin embargo, no aprueba el uso de las armas como respuesta religiosa ante las injusticias. Muchos católicos, como Camilo Torres, apoyaron a las guerrillas urbanas de universitarios católicos y fue activa la participación de clérigos y laicos católicos en la revolución nicaragüense de 1979. Desmond Tutu es discípulo de Gandhi y de la desobediencia civil no violenta. Parafraseando solía repetir: “Me opongo a la violencia porque cuando parece causar el bien, éste sólo es temporal. En realidad, el mal que causa es permanente”. En sus viajes a Estados Unidos se acercó a las luchas civilistas de Martin Luther King y en su etapa final simpatizó con las teologías feministas.

El arzobispo anglicano Desmond Tutu fue una de las figuras clave del movimiento ecuménico en los años ochenta y noventa. En conclusión, nuestro personaje no sólo es un ícono en la lucha antiapartheid sino un baluarte cristiano, portador de una teología de la esperanza que reivindica ante todo la justicia. 

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