Elecciones 2024

A dos años del relevo presidencial

Si nada extraordinario ocurre, la persona que triunfe en 2024 estará a la cabeza de un fenómeno electoral no visto en México desde hace tres décadas. Llegaría a la próxima contienda nacional arropada por una corriente política robusta y sin adversarios en la oposición.
miércoles, 10 de agosto de 2022 · 10:21

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Hoy Morena cuenta con una preferencia electoral muy superior a la que Andrés Manuel López Obrador tenía en la misma fecha hace seis años. Mientras en julio de 2016 el mandatario rondaba apenas 20% de la intención de voto (Oraculus.mx), hoy las preferencias presidenciales del partido en el poder se acercan a 51%.

(Los datos estadísticos utilizados para este texto provienen de la serie de encuestas levantadas mes a mes por el periódico El Financiero.)

Si nada extraordinario ocurre, la persona que triunfe en 2024 estará a la cabeza de un fenómeno electoral no visto en México desde hace tres décadas. Llegaría a la próxima contienda nacional arropada por una corriente política robusta y sin adversarios en la oposición. Sería prácticamente una candidatura única, algo que sucedió en México, la última vez, en 1976.

Este fenómeno ocurre en parte por el estado catatónico en el que se encuentran las oposiciones y en parte por la manera como se ha venido gestando la sucesión del liderazgo político dentro del movimiento lopezobradorista, que incluye a Morena, pero va más allá de esa fuerza electoral.

Respecto de la oposición, 2024 podría ser la última vez que partidos como el de la Revolución Democrática (PRD) o el Revolucionario Institucional (PRI) aparezcan en la boleta. Los niveles de aceptación de esos institutos han caído en picada y no se ve cómo pudieran remontar.

Se suma como desventaja el que el Partido Acción Nacional (PAN) no cuente con una figura política capaz de rivalizar. Desde esa trinchera, los nombres que se someten a examen no logran ni una tercera parte del apoyo concitado por las precandidaturas favoritas de Morena. De saltar a la contienda Margarita Zavala, Santiago Creel, Ricardo Anaya, Mauricio Kuri o Mauricio Vila lo estarían haciendo desde un trampolín cuya popularidad es muy pequeña.

El único nombre que concita desde la oposición más de 20 puntos es el de Luis Donaldo Colosio Rioja, alcalde de Monterrey y heredero del capital que su padre abandonó trágicamente hace 28 años.

Sin embargo, la posibilidad de que Colosio sea candidato a la Presidencia enfrenta dos consideraciones importantes. La primera de ellas es que la alianza Va por México, integrada por el PAN, el PRI y el PRD, estuviese dispuesta a concurrir con un abanderado del partido Movimiento Ciudadano (MC).

La segunda sería que Marcelo Ebrard no fuese el candidato presidencial de Morena, porque en ese caso es muy probable que MC prefiera sumarse a la campaña del canciller y guardar la opción de Colosio Riojas para más adelante.

Esta variable no es irrelevante para el conjunto de cálculos que habrán de hacerse dentro del oficialismo. Con Ebrard, Morena podría atraer un voto de centro que hoy coquetea con la oposición. En cambio, con Sheinbaum ese mismo segmento caminaría por separado.

En efecto, muy probablemente MC se sumaría a la coalición conformada por Morena, el Verde Ecologista, el Partido del Trabajo si Ebrard es el candidato. En cambio, si Sheinbaum resulta la afortunada, MC podría aportar a la oposición el candidato presidencial que hoy no tiene.

De vuelta a la reflexión previa, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard disputan, casi con idéntica probabilidad, la candidatura de Morena. Mientras en junio el canciller consiguió aventajar a la jefa de gobierno de la capital, en julio se cruzaron ligeramente las posiciones.

Hace un mes la población afín a Morena otorgó 37% de las simpatías a Ebrard contra 29% para Sheinbaum. Pero en julio la jefa de gobierno remontó obteniendo 36% contra 35% de Ebrard.

Este fenómeno político no estaría ocurriendo sin la intervención del presidente López Obrador. Con insistencia machacona se dice que el canciller no es el candidato del mandatario. En cambio, Sheinbaum sí lo es porque ha sido la mejor alumna de AMLO, porque es una política tenaz y con solvencia técnica, porque su corazón late lejos del centro político y, sobre todo, porque sería deseable que una mujer llegase pronto a la Presidencia de México.

No obstante, llama la atención que estos argumentos no hayan encontrado mayor eco entre la gente consultada por los sondeos. A pesar de que son harto conocidos por las personas encuestadas, no han servido para hacer que Sheinbaum logre una delantera mayor.

En realidad, Ebrard y Sheinbaum serían percibidos como similarmente próximos al mandatario. Es decir que la presunta inclinación presidencial a favor de la jefa de Gobierno no habría tenido impacto significativo en la percepción general.

Hay, sin embargo, un último dato que separa de manera amplia a ambos abanderados: mientras 34% considera al canciller como la persona con mayor capacidad para liderar el país, solo 18% de las personas encuestadas destacan la capacidad política de la jefa de Gobierno; esta diferencia de 16 puntos no pasa inadvertida.

Quizá tal cosa se deba a que Ebrard ha sabido mantener un difícil equilibrio entre la lealtad que ofrece a su jefe y las diferencias que, con frecuencia, lo distancian del mandatario.

Ebrard aplicaría la máxima coloquial de las abuelas que dice “ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.” A diferencia de Sheinbaum, que se la pasa alumbrando al santo, Ebrard ha logrado forjarse una personalidad como potencial presidente de México que muy probablemente ha tenido impacto sobre la percepción que existe a propósito de su capacidad para liderar con luz propia.

Todavía falta mucho por contar en esta historia. Los 24 meses que quedan entre esta fecha y las próximas elecciones nacionales son una eternidad en la que pueden suceder muchas cosas. A pesar de las simpatías que hoy despierta el oficialismo, la incertidumbre continuará reinando.

Así como en julio de 2016 no era previsible que López Obrador arrasaría en la contienda de 2018, en julio de 2022 se sabe menos de lo que se quiere suponer sobre lo que pasará dentro de dos años.

Este análisis forma parte del número 2388 de la edición impresa de Proceso, publicado el 7 de agosto de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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