Juan Pablo I

Juan Pablo I, su extraña muerte, conspiraciones y su beatificación

Albino Luciani fue hijo de Giovanni Luciani y Bortola Tancon. Nació el 17 de octubre de 1912 en Forno di Casale, cerca de Belluno. De familia humilde, su madre era devota, y su padre, un obrero con afinidad socialista. A los 11 años ingresó al seminario de Feltre.
domingo, 18 de septiembre de 2022 · 13:36

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Albino Luciani, Juan Pablo I, el papa efímero, fue beatificado el 4 de septiembre último por el papa Francisco. Hay algunas similitudes entre Juan Pablo I –sencillo y nada ostentoso– y el actual papa argentino.

Ese domingo 4 en Roma fue lluvioso y bucólico. Miles de personas estuvieron presentes en la plaza de San Pedro; entre ellas el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella. Hay que recordar que Albino Luciani es el último papa italiano, memorable por su sonrisa franca. Así lo resaltó el actual pontífice, Francisco, al expresar: “Con su sonrisa, el papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas”.

Juan Pablo I fue un papa que sólo permaneció 33 días al frente de la Iglesia. Han pasado 41 años desde su muerte. Sin embargo, aún no se ha dicho la última palabra sobre los misterios que rodean el breve pontificado, alimentado por las continuas revelaciones. Su inesperada muerte ha levantado todo tipo de conjeturas sobre un probable asesinato, conspiraciones palaciegas que condujeron supuestamente al magnicidio. Hubo irreconciliables posturas sobre todo en el sucio manejo de las finanzas en El Vaticano. Su insólito fallecimiento ha dado pie a centenas de libros e investigaciones de todo tipo, obras de teatro y películas de política ficción.

Origen y trayectoria. Albino Luciani fue hijo de Giovanni Luciani y Bortola Tancon. Nació el 17 de octubre de 1912 en Forno di Casale, cerca de Belluno. De familia humilde, su madre era devota, y su padre, un obrero con afinidad socialista. A los 11 años ingresó al seminario de Feltre y luego, en 1928, en Belluno. El 7 de julio de 1935, a la edad de 23 años, fue ordenado sacerdote. Al mudarse a Roma, se licenció en teología en la Universidad Gregoriana, con una tesis sobre “El origen del alma humana”.

Posteriormente ocupó importantes cargos, como el de vicerrector del seminario de Belluno. Obtuvo el doctorado en teología por la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma en 1947. Fue vicario general de Belluno durante 11 años. En 1958 Juan XXIII lo consagró como obispo de Vittorio Veneto. El 15 de diciembre de 1969 Pablo VI lo nombró patriarca de Venecia, cargo que asumió en 1970. Pablo VI también lo elevó a cardenal en marzo de 1973. Luciani fue hijo del Concilio en el que participó con pasión en los sesenta.

Concilio y el cónclave de 1978. El 26 de agosto de 1978, en medio de un verano muy caluroso, entre decenas de cámaras de TV, corresponsales, fotógrafos y reporteros, siendo las 19:19 horas, mientras el sol se ponía tras la Sixtina, las cortinas del balcón de la basílica fueron plegadas con ímpetu y se abrió la puerta de cristal. A lo lejos, los fieles apostados en la plaza de San Pedro vieron un movimiento de cabezas, de sotanas rojas y de rostros festivos. Era visible que de manera rápida el cónclave había llegado a un acuerdo. Apareció el cardenal Pericle Felici, sonriente y solemne, para proclamar el anuncio del nuevo papa. Con su rotundo latín, solemnemente expresó: ¡Habemus papam!

Luciani ha sido el último papa italiano que fue elegido en cuarta votación. Escogió como lema la expresión latina humilitas (humildad). Fue el primero en elegir un nombre mixto como señal de continuidad de sus predecesores conciliares. Se sentía incómodo con toda la formalidad pontificia. Se cuenta que no quería utilizar la silla gestacional, pero lo convencieron para que toda la gente lo pudiera ver. Luciani fue el candidato de la continuidad del Concilio. El cardenal Giovanni Benelli, progresista, fue su principal operador. Hacia el final del pontificado de Pablo VI, la conservadora curia romana se venía imponiendo, echando atrás algunas reformas conciliares. Según testimonios del vaticanista Giancarlo Zízola, Benelli le dijo: “El consenso se ha conseguido sobre la plataforma del desarrollo del Concilio. Sería de risa creer que con haber girado los altares e introducido las guitarras ya se ha concluido la reforma litúrgica. Ella exige mucho más. Y hay que desarrollar la colegialidad episcopal. También la promoción del laicado y la defensa de los derechos humanos”.

Un cónclave relámpago derrotó a los sectores conservadores de la Iglesia. Su principal candidato fue el cardenal Giuseppe Siri. Durante el Concilio encabezó un nutrido número de obispos entre los que se encontraba Marcel Lefebvre, llamado Cœtus Internationalis Patrum (Grupo Internacional de Padres), compuesto por 250 obispos de impronta tradicionalista que durante el Concilio Vaticano II criticó las posturas más innovadoras y de apertura al mundo contemporáneo, calificadas de “modernistas”. Su finalidad era organizarse frente a los embates de padres conciliares del aggiornamento progresista.

Su extraña muerte. Casi tres horas después del hallazgo del cadáver, El Vaticano dio el siguiente comunicado oficial: “Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, alrededor de las cinco y media, se encontró muerto al Santo Padre en su cama, con la luz encendida, como si todavía estuviera leyendo. El médico, Dr. Renato Buzzonetti,­ certificó su muerte, que probablemente ocurrió alrededor de las 11 de la noche del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio”.

Hay un nudo de sospechas sobre la verdadera causa de su muerte. Como patriarca de Venecia conocía los malos manejos de los dineros de la Iglesia. La versión más recurrente es que Luciani enfrentó la corrupción del IOR o Banco Vaticano, operaciones de lavado de dinero, vínculos criminales con la mafia italiana, la crisis del Banco Ambrosiano e infiltración de la Logia P2.

Libros e investigaciones señalan a monseñor Paul Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, como uno de los principales sospechosos. Impera la incredulidad: murió a los 66 años. Su médico jura que gozaba de buena salud. Su muerte abrió el largo invierno eclesial de su sucesor Juan Pablo II. ¿Cuáles habrían sido los aportes del papa de la breve sonrisa? ¿Qué tanto habría cambiado la Iglesia con un pontífice reformista como Luciani? 

Análisis publicado el 11 de septiembre en la edición 2393 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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