Julio César Chávez Jr: "Siempre escucho que nunca hago nada bien"

viernes, 5 de mayo de 2017 · 20:03
A Julio César Chávez Jr. lo abruman dos gigantes: la sombra de su padre y su indisciplina, lo que ha redundado en tropiezos importantes en su carrera. Ahora está a punto de enfrentarse a El Canelo Álvarez. En esa pelea no se disputa ningún título pero, según el hijo del mayor púgil que haya dado México, está en juego algo más importante: un eventual retiro en caso de derrota. TEMOAYA, Edomex. (Proceso).- Seis de la tarde en el gimnasio del Centro Ceremonial Otomí. Julio César Chávez Jr. bate los puños al aire. Un costal que pende del techo bailotea. El júnior lo empuja con las manos enguantadas. Es un rival oscilante sin brazos ni piernas que lo reta a agacharse. Julio lo esquiva. Mueve la cintura. Lo muele a golpes. Ignacio Beristáin vigila los movimientos. Le acomoda los hombros. Le corrige la postura. Repetir hasta perfeccionar. Es cuestión de biomecánica. El ángulo de los codos debe ser exacto. La trayectoria del golpe, impecable. Es la escuelita de boxeo a la que se debe asistir antes de pasar al combate. Aprender desplazamientos defensivos y ofensivos. Después ponerlos en práctica con los sparrings. Tyson, el manoplero, es una mole de 1.80 metros de estatura con un par de columnas de acero por brazos. Resiste las ráfagas del júnior. Izquierda, izquierda, derecha. (Beristáin interrumpe para corregir la posición de los pies). Izquierda, derecha, izquierda, golpe cruzado (“El golpe no salió desde el hombro”, le explica). Izquierda, izquierda, derecha, izquierda cruzada (“Acomoda la cadera”). Derecha, izquierda, izquierda en upper. Izquierda, derecha en upper. Izquierda, derecha, gancho arriba. Izquierda, derecha, gancho abajo… Hace 14 años –y 53 peleas– Chávez Jr. se convirtió en boxeador profesional. En su récord sólo hay dos derrotas. La más dolorosa fue contra el argentino Sergio Maravilla Martínez. Lección aprendida: no eres tan bueno como creías, aprende a boxear. El jueves 6 se medirá a Saúl Canelo Álvarez. Su orgullo está en juego. Beristáin es su maestro. El único mánager mexicano inducido al Salón Internacional de la Fama. El que descifró al matamexicanos Manny Pacquiao. Historia conocida: el filipino terminó noqueado con un derechazo brutal de Juan Manuel Márquez. La mancuerna júnior-Beristáin comienza desde la nada. Julio César Chávez hijo en busca del tiempo perdido. “Yo le digo a Julito que es como un diamante en bruto, más bruto que diamante”, ríe Beristáin. El entrenador está engolosinado con el muchacho. Enfrentar a El Canelo es uno de los retos más difíciles de su carrera de 56 años como mánager. Dudaba del compromiso del júnior. Sus antecedentes de indisciplinado lo condenan. Por eso eligió el Centro Ceremonial Otomí, en la altura, a 3 mil 200 metros, donde no llega nadie. “Lo voy a hacer brillar. Es un diamante al que hay que tallar y tallar hasta que brille. Es un peleador fuerte que aguanta los golpes y es valiente. Pero eso en el boxeo moderno no es suficiente. Ha faltado que le trabajen la técnica. El cuerpo humano es una maquinaria fina a la que hay que darle mantenimiento”, explica. En dos meses con Beristán, Chávez Jr. ya aprendió a tirar uppercuts y combinaciones de golpes que nunca había practicado. Ya sabe quitarse los golpes cabeceando y mover la cintura. Descubrió que tiraba golpes por inercia. Ni idea tenía que si el codo está alineado con el brazo los golpes tienen más fuerza. Aprendió a no fajarse con el rival en corto, a cambiar la agresividad por inteligencia. “Es más saludable quitarse los golpes moviendo la cintura que con la quijada”, le advierte el entrenador. “No me había tocado un entrenador como don Nacho, que todos los días trabaja la técnica. Si no tiras bien el golpe, vuelve a tirarlo hasta que salga bien. Corrige todo porque el golpe va desde la punta del pie hasta el brazo, es un movimiento de cintura y de cuerpo. Me insiste en que te dan un golpe y nada de que te prendes. Sigue boxeando. Sigue moviéndote. Para él lo ideal es no probar los puños del rival. Canelo aceptó esta pelea porque cree que estoy fuera de ritmo, que no es mi mejor momento, pero va a enfrentarse a mi mejor versión.” Antes de comenzar a entrenarlo, Ignacio Beristáin no dudaba en contestar que las probabilidades de que Chávez Jr. derrotara a El Canelo no llegaban ni a 50%. Ahora, con todo y la conciencia de que Saúl Álvarez es muy rápido y tira combinaciones muy variadas de golpes, responde: “Si pasamos del quinto round les vamos a meter un susto”. Chávez Jr. y Álvarez se enfrentarán en una pelea pactada en 164.5 libras (74.6 kilos), un peso entre medio (Álvarez) y supermedio (Chávez Jr.). No hay título mundial en disputa ni se definirá quién es el mejor boxeador mexicano del momento, pero entre sueldo garantizado y ganancias del pago por evento (PPE) se estima que la bolsa de Álvarez será de entre 25 y 40 millones de dólares y la de Chávez Jr. de 10 a 15 millones. “Gane quien gane, ni Julio ni Canelo serán el mejor boxeador mexicano. Es una pelea que ha despertado el morbo, que va a vender mucho PPE (se calculan más de 600 mil hogares, unos 100 millones de dólares), pero que sean los mejores peleadores mexicanos, no. Ahí está El Gallito Estrada, que boxea muy bien”, asegura Beristáin. Él sabe que el júnior es de sangre caliente, pero si sigue el plan de pelea el triunfo es alcanzable. Si desobedece y entra a fajarse en corto, dice, ganará el que tenga más determinación, que a veces pesa más que la técnica y la estrategia. Chávez Jr. sabe que don Nacho no trabaja para perder. No quiere defraudarlo. “Puedo perder con quien sea, menos con Canelo”, machaca. No le cae bien. Lo tilda de prepotente, de muchacho desubicado que no aguanta las críticas, que se cree buen boxeador y despegó los pies de la tierra. “Todos hemos sido beneficiados y quizá perjudicados. Canelo empezó como el muchachito humilde al que nadie había ayudado. El ayudado era yo, por ser ‘el hijo de Chávez’. Pero ha enfrentado a peleadores bajos de peso, cuando ganó su título lo hizo con alguien que nunca había peleado en esa división. No le gusta escuchar esas verdades. Las apuestas le dan el triunfo a él. No me molesta. No pienso en apuestas o favoritos. Hoy es difícil creer que las cosas sean derechas. Muchos piensan que por dinero te dejas ganar. “No tengo necesidad de pelear por dinero. He ganado bastante y lo he guardado. Al Canelo le cuesta darse cuenta que todos somos iguales, que arriba del ring, cuando la campana suena, no hay ricos ni pobres. Si no viene una pelea buena después de ésta, posiblemente me retire. No soy una persona que busca conquistar el mundo.” [caption id="attachment_481157" align="aligncenter" width="702"]Chávez Jr. durante un entrenamiento. Foto: Eduardo Miranda Chávez Jr. durante un entrenamiento. Foto: Eduardo Miranda[/caption] La indisciplina La historia personal y deportiva de Julio César Chávez Jr. no es la de un ejemplo a seguir. En 2009 cumplió un castigo de siete meses por dar positivo en un examen antidopaje por un diurético. Luego fue arrestado en Los Ángeles por conducir borracho. El Consejo Mundial de Boxeo le perdonó la prueba de dopaje para su combate ante Marco Antonio Veneno Rubio. En 2012 volvió a fallar en un control antidopaje por mariguana. Tras la derrota ante Maravilla Martínez, en septiembre de 2012, fue sancionado nueve meses. En cuatro años sólo ha peleado cinco veces. En el ring se le vio gordo y lento. Fue abucheado y salió entre botellazos. En abril de 2015 perdió ante el polaco Andrzej Fonfara. En julio de ese año no dio el peso para enfrentar a Marcos El Dorado Reyes y fue multado. Después de los entrenamientos acostumbraba a irse de antro y se desvelaba. Al día siguiente dejaba plantado al entrenador. “Le perdí un poquito el amor al boxeo en aquel momento”, confiesa. “Me decepcioné mucho. Me deprimió porque nunca pensé que perdería. Jamás había sentido que alguien fuera superior a mí. Fue algo muy doloroso que hasta ahorita lo estoy superando. Es algo que me merecía. Creí que podía ganar sólo porque quería. Me refugié en no entrenar, en tomar, en ir a los antros. Fueron escapes para no enfrentar la realidad. Fue una etapa en la que no quería saber nada del boxeo”. Por su mente pasó el retiro. Cuando perdió contra Fonfara la derrota no le afectó. Seguía como anestesiado. Pero cuando enfrentó al Dorado Reyes, un peleador al que entrena Beristáin, se fracturó la mano izquierda. Se le rompió en cuatro partes. Pensó que no podría volver a boxear, ni siquiera a entrenar. “Sentí miedo. Como dicen, te das cuenta de lo que tienes cuando lo pierdes. Anduve rodando, peleando por pelear, recibiendo golpes, con problemas de muchos tipos por mi forma de ser. Eso me hizo más fuerte, más responsable; maduré. Aprendí a tropezones. Dos derrotas me dejaron más que 50 victorias.” En las cabañas del Centro Ceremonial Otomí se dio cita el Team Chávez Jr. que incluye lo mismo a amigos del júnior que lo acompañan a correr y a entrenar, que su esposa y su hija, una niña de cabellos rubios de tres años de edad que asegura llamarse Julia Chávez Junior. La comitiva incluye también a su padre, el tres veces campeón mundial, y a su hermano Omar, que el 29 de abril enfrentó a Ramón Álvarez, el hermano mayor de El Canelo. El Team Beristáin se compone de tres sparrings: Javier Ortega, un peso semicompleto de 27 años; Alejandro Barrera, un welter, y El Dorado Reyes; además de El Tyson, Alejandro Martínez, manoplero durante más de dos décadas. En la cabaña de don Nacho se reúnen todos como familia. Toman Nescafé en jarros color naranja y reparten los tlacoyos made in Temoaya, mientras esperan que el júnior despierte para ir a correr. El preparador físico Ángel Guillermo Heredia diseñó sus cargas de entrenamiento. Si el trabajo de boxeo no es muy pesado, el júnior bajará hasta Toluca para nadar. Si Beristáin le carga la mano, una carrera a campo traviesa y unos sprints serán suficientes. Para subir la montaña, a 3 mil 600 metros de altura, Chávez Jr. corre acompañado de Juan Carlos Parra, un peso medio mochiteco que carga la botella de agua y la toalla para el sudor. Parra también ha sido sparring de Antonio Margarito y de Shane Mosley. Desde hace 10 años ha estado con Julito y dice que su golpe recto de derecha lastima más que el de Mosley. El júnior no corre a las seis de la mañana, como acostumbran los boxeadores. A eso de las 11, don Nacho entra a la cabaña a arrancarlo de la cama. Sólo a él le obedece. Heredia explica que júnior es hiperactivo, que no logra conciliar el sueño antes de las dos de la mañana. Dormir entre ocho y nueve horas es lo ideal para que el cuerpo se recupere. El descanso es importante para evitar lesiones. Heredia, doctor en Ciencias del Ejercicio graduado de la Universidad de Texas A&M, está trabajando el fondo físico de Chávez Jr. Su programa de entrenamiento incluye dos sesiones a la semana de carrera de 45 minutos a una hora para trabajar volumen de oxigenación, otras dos de sprints y una de carrera en banda, en la que se miden las pulsaciones por minuto. “El objetivo es enseñarle al cuerpo a eliminar el ácido láctico lo más rápido posible y trabajar bajo una oxigenación deficiente. Al boxeador le duele mucho el trabajo con sprints. Lo pondría a correr una hora y lo haría tranquilo, pero cuando hace velocidad queda cansado. Es el factor anaeróbico lo que más se trabaja en el boxeo, ya no lo aeróbico como antes, cuando el boxeador corría diario muchos kilómetros pero en el cuarto round se cansaba.” Julio César Chávez Jr. ha aguantado todo el entrenamiento. La preparación física, las sesiones de casi tres horas de escuelita de boxeo y los seis a ocho rounds de sparrings que don Nacho le asignó tres días a la semana. [caption id="attachment_475391" align="aligncenter" width="702"]Los pugilistas mexicanos Saúl “Canelo” Álvarez y Julio César Chávez Jr. Foto: AP / Marco Ugarte Los pugilistas mexicanos Saúl “Canelo” Álvarez y Julio César Chávez Jr. Foto: AP / Marco Ugarte[/caption] El lado difícil El verdadero sacrificio está en su alimentación. Hay que esconderle el frasco de mayonesa y la botella de cátsup por las que siente una debilidad incontrolable. Beristáin se encorajina cuando lo descubre. Heredia es más tolerante y asegura que sin problema dará las 164.5 libras. La pérdida de peso ha sido progresiva y no llegará desgastado ni deshidratado. “Lo único que no me gusta del boxeo son las dietas. Tener que comer todo el tiempo claras de huevo y no comer hamburguesas ni tortillas de harina. También se me antojan las nieves y me da coraje no poder comer. Como decía mi amigo José Luis Castillo (boxeador sonorense): ‘Antes era pobre y no tenía para comer y ahora que tengo tampoco puedo, entonces, ¿para qué chingados tengo dinero?’. Ese es el sacrificio, quitarme el placer de la comida.” Las sesiones de sparring tampoco le agradan. “Es donde más te golpean, lo que te deja repercusiones en el futuro”. Saca cuentas rápidamente. “En una preparación de dos meses boxeas más de 150 rounds, vendrían siendo más de 10 peleas. Ya conoces el final de muchos boxeadores, cómo acaban, sin dinero, en la calle, un poquito mal o locos de plano. Ese daño está cuando haces sparring más que en una pelea de 12 rounds. Aunque sea con careta no es bueno que te golpeen el cerebro.” Chávez Jr. considera que el boxeo no es una ola que lo arrastró. En 1986, cuando nació, su padre ya era campeón mundial. No es que no haya tenido más remedio que convertirse en pugilista porque, dice, también destacó en atletismo, natación y tenis. Le hubiera gustado ser pelotero o futbolista. Pero Chávez padre le puso los guantes desde pequeño. A cualquier muchachito que pasara afuera de su casa en Culiacán le ofrecía mil 500 pesos por darse de trompadas con alguno de sus hijos. “Mi papá me decía: ‘Ponte los guantes’. Era a huevo, como dicen. Y además tenía que hacerlo bien, porque si no también se enojaba. Mucha gente dice que como soy el hijo de Chávez no sufrí de niño, no pasé hambres, pero tuve una niñez muy difícil, por las adicciones de mi papá. Mi papá tomaba y a la hora que fuera nos despertaba. Teníamos que estar con él escuchando lo que nos contaba. Fui un niño sin tiempo para hacer cosas de niño. Me dediqué a entrenar. Tuve una adolescencia sin salir a fiestas, porque no me dejaban. Probé el alcohol hasta los 21 años. “Puedo aceptar que soy hijo de Julio, que sí he sido beneficiado, pero también perjudicado. Siempre he escuchado que nunca hago nada bien.” Este reportaje se publicó en la edición 2113 de la revista Proceso del 30 de abril de 2017.

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