Sepultan a Regina; tenues lágrimas y... aplausos

lunes, 30 de abril de 2012 · 19:34
JALAPA, Ver. (apro).- Minutos antes de las cuatro de la tarde, el cuerpo de Regina Martínez, corresponsal de Proceso, fue sepultado en medio de un gran aplauso por parte de sus hermanos Ángel y Emiliano Martínez, amigos, compañeros de trabajo y organizaciones presididas por la sociedad civil. Entre un cielo gris y rehiletes que danzaban a través de una pequeña brisa xalapeña en el Panteón Bosques del Recuerdo, rememorar a la reportera a través de las palmas y de gritos de aliento fue estruendoso, así como las coronas que inundaron un pasto verdoso para darle el último adiós, muchas de ellas provenientes de organizaciones sociales. El velorio A pesar de que la intención de los hermanos era cremarla para que se la llevaran a su natal Gutiérrez Zamora, el Ministerio Público no se los permitió por la forma en que murió; por estrangulamiento. Su cuerpo fue velado en punto de las doce y cuarto de la madrugada del domingo donde amigos y compañeros empezaron a contar historias de su audacia periodística. “Cubrió muchas movilizaciones campesinas, cosas muy duras, siempre fue una mujer con mucho coraje y determinación”, decían en la sala 7 del Parque Memorial Bosques del Recuerdo. Además, tres coronas llegaron a la sala, mandadas por el gobernador Javier Duarte y su vocera de gobierno, Gina Domínguez Colío, las cuales fueron rotas del listón por una activista del grupo La vida. “Es una falta de respeto lo que le hacen a Regina”, dijo al momento de quitar el distintivo blanco. Egresada de la Facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana, la cual hasta ahora no ha hecho ningún pronunciamiento, “Regina era menudita, pequeña pero grande en su labor periodística”. Por ejemplo, una compañera reportera de Xalapa, ciudad base del trabajo reporteril de la corresponsal de Proceso, contó: “Yo la conocí en las conferencias del PAN, que es mi fuente. Siempre su paso rápido, apretadito, como de alguien que siempre está atareado. Buscaba el último lugar al fondo, pegado a la noticia. Dejaba que todos preguntaran, ella no preguntaba, a menos que hiciera falta la pregunta, entonces la hacía; entonces muchas veces cuando la mayoría de sus compañeros se había marchado, buscaba al funcionario y le decía, oiga, me faltaron algunas preguntas, ¿me deja entrevistarlo en privado? Y entonces, al siguiente día observábamos que ella tenía un dato extra que a los demás siempre les hacía falta. Regina Martínez, cuentan, a diferencia de otros corresponsales, no traía el lujo, el camionetón, la casota. “Ella muy sencilla, su morral de cuero, sus espejuelos, todavía la ví en la conferencia del PAN el viernes. Yo la admiraba y lamento mucho no habérselo dicho nunca”. Era una mujer muy celosa de su vida privada, no se metía con nadie, era ajena a la grilla reporteril. Silenciosa, de vez en cuando, un poco sonriente. Sin embargo, al parecer, sonreír y ser profesional se castiga con la muerte, el silencio, el volverse una cifra más que podría quedar archivado en un expediente. Sus amigos se rehúsan y se niegan a creerlo. La indignación será, el motor de búsqueda para quienes reclaman justicia y el esclarecimiento de su asesinato. Y fue, en medio de un cielo gris, de un silencio ensordecedor que sería precedido por palmas que sonaban fuertemente y lágrimas que tenuemente caían al piso, que se le dio el último adiós a Regina Martínez, envuelta en un féretro café.

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