Pablo Escobar: Los pecados de mi padre
GUADALAJARA, Jal., 22 de marzo (Proceso).- Sebastián Marroquín, hijo de quien fuera el jefe del cártel de Medellín, dio un giro de 180 grados a su vida para integrarse a la sociedad legalmente. Su historia está contada en un documental del realizador argentino Nicolás Entel, Pecados de mi padre, que se presentó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Ambos narran en entrevista esta historia sorprendente.
El hijo del dirigente del más famoso cártel de drogas de Colombia, que al nacer se llamaba como su padre (Pablo Escobar) pero cambió su identidad como Sebastián Marroquín, está listo para romper el silencio y pide perdón a las víctimas de su progenitor.Tenía 16 años de edad cuando éste, jefe del cártel de Medellín, fue abatido por la policía 17 meses después de haberse fugado de la cárcel. Marroquín recibió la llamada de una periodista notificándole la muerte, y con furia respondió:
“Yo solo voy a matar a todos esos hijos de…” Ahora, tranquilo y con un parecido enorme con su padre, aclara a este semanario: “Esa fue una respuesta automática, no lo medité en el momento, porque cuando recibo el anuncio oficial del fallecimiento de mi padre, había yo hablado con él por teléfono 10 minutos antes. Era algo que costaba creer. Reaccioné con violencia como todos los seres humanos frente a un acto como ése. Expresé lo que se me vino a la cabeza, ya que había crecido en un contexto muy violento, en el epicentro de la violencia de Colombia.
“Pero una vez que hice la amenaza al país, me puse a pensar lo que había dicho y lo que eso significaba. En 10 minutos me di cuenta de que iba a repetir la historia de mi padre e iba a terminar muy rápido como él. Allí decidí apostarle a la vida y luego otra vez por teléfono me retracté.
“Prevaleció por suerte mi esencia pacífica y no quería más guerra. Empecé contra viento y marea una nueva vida, ese sí que era un camino más difícil. Hace 16 años que lo vengo haciendo y estor orgulloso.”
Cumplió ya los 33 años. Y a través del documental Pecados de mi padre, dirigido por el argentino Nicolás Entel, cuenta la historia de Escobar, también llamado Zar de la cocaína. Además, relata la “extraordinaria” niñez que vivió con su papá.
También habla de dos asesinatos cometidos por Pablo Escobar: del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y de un político en vías de ser electo presidente en Colombia, Luis Carlos Galán.
En la cinta, que concursó en la sección Documental Iberoamericano de la 25 edición del Festival Internacional de Cine en la capital tapatía, Marroquín busca la reconciliación con los hijos de esas víctimas: Rodrigo Lara y Juan Manuel, Carlos y Claudio Galán.
Para realizar el largometraje, Entel conversó con Marroquín durante cuatro años, y lo convenció de regresar a Colombia en 2008. Éste “sentía miedo” por el encuentro con los hijos de Galán y Lara Bonilla. La reunión aparece en el filme, y en ella les pide perdón.
–¿Fue un perdón sólo a ellos o a la sociedad colombiana?
–Pido perdón a la totalidad de las víctimas, se deslegitimaría inmediatamente si es exclusivo para determinadas personas. Para mí pedir perdón fue muy difícil, pero fue un acto necesario para abrir un espacio de diálogo, conversación y entendimiento, porque si bien ellos manifiestan en la película que no tienen nada de qué perdonarme, el rechazo de la sociedad, las reacciones y la persecución me han hecho creer todo lo contrario. Me han hecho creer que sí soy culpable, que soy cómplice, que el simple acto de haber nacido ya me hace cómplice del cártel de Medellín en su totalidad y que tengo que responder por esas acciones. Agradezco la generosidad de las familias que me dicen: ‘No tenemos nada qué perdonarte’.”
–¿Qué tan difícil fue su regreso a Colombia en 2008?
–Siempre le dije a Entel que jamás iba a volver a Colombia por razones obvias. Creo que el acto de valentía que tuvo Rodrigo Lara como respuesta a la carta de viajar a Buenos Aires, cuando muchos personajes fueron secuestrados bajo esa premisa (los invitaban a un lugar que no era y terminaban secuestrados), me impulsó. Fue una gran apuesta de Rodrigo para la paz y la reconciliación, y no me quedaba opción. Si Rodrigo hizo eso, yo no podía negarme a regresar a mi país en esa misma búsqueda. Fue una cuestión de reciprocidad. Y lo hice con mucho miedo y una gran incertidumbre.
–¿Por qué romper el silencio en un documental?
–Todo tiene su tiempo. Se dieron un montón de factores antes de conocer a Entel, como la detención de mi madre y mía en Argentina, país donde vivimos, por lavado de dinero, asociación ilícita por un contador que nos estafó. Nos robó dinero y fuimos a denunciarlo y a nosotros nos detuvieron. Eso marca un antes y un después. El anonimato que habíamos logrado con el cambio de identidad se perdió al hacer públicos nuestros nombres y cuál era nuestro lugar de residencia. Entonces, ya no quedaba más por ocultar, ya no íbamos de nuevo a efectuar otro cambio de identidad. Así que estábamos en cierta medida preparados para considerar posible entrar en un proyecto así. Fue el momento. A Entel, nacido en Buenos Aires en 1975, se le ocurrió contar la historia de Escobar pero desde el punto de vista de su hijo y contactó con él. Marroquín había rechazado filmes de Hollywood, telenovelas, documentales, libros y hasta una línea de juguetes de figuras de acción. Entonces, el realizador tardó seis meses en convencerlo.
Dice a Proceso: “Le escribí un ensayo explicándole la película, y aceptó porque era la primera vez que sentía que alguien no deseaba glamorizar o explotar la imagen de su padre, y quizá tuve la suerte de que él también estaba listo a romper su silencio.”
–En el documental, que en breve se presentará en México y en mayo en Discovery Channel, se menciona que Escobar fue un buen padre, que construyó muchas obras benéficas para los pobres. ¿Esta cinta no es para justificar a Pablo Escobar?
Al instante interviene Entel: “De ninguna manera es un documental que justifique a Escobar. César Gaviria presenta claramente lo que hizo Escobar, fue lo peor de la historia de Colombia. Fue mucho dolor, mucha violencia y mucha muerte.”
Tampoco para Marroquín es un proyecto “en el cual se busque beatificar la imagen de mi padre”. Sino al contrario: “Queda peor parado de lo que ya se le conoce, pero se le agrega la parte humana, la parte de la familia y se refuerza que era un padre querendón, que te cantaba canciones y cuentos y te enseñaba a montar en bicicleta.” Libertad Para Marroquín, vivir en el anonimato “era una sensación contrapuesta pero también liberadora”: “El anonimato fue salir a ejercitarse en los caminos de la vida con una total transparencia, porque no estábamos acostumbrados a eso, ya que habíamos vivido en un submundo oculto con mucho poder y mucho dinero, pero no era nada real, era todo muy efímero.”
–¿Fue complicado cambiar de nombre?
–Los gobiernos bajo los cuales habíamos buscado custodia nos la negaron. Colombia se había encargado de cerrarnos las puertas en el exterior definitivamente y para siempre. El cambio de identidad era lo que nos iba a permitir salir del país o refugiarnos en otro lado. Cuando estás en una circunstancia en el que ciento por ciento de los países del planeta Tierra te dicen: no te recibo y no te voy a abrir mis puertas, se siente uno como extraterrestre y más en tu propia tierra, donde no podías vivir. El cambio de identidad nos permitió una salida digna y no fue duro, porque veníamos tan golpeados por esas otras circunstancias; tuvimos como un alivio realmente.
–¿Los enemigos de su padre no lo han buscado o los que fueron socios no lo invitaron a ocupar el lugar de Escobar?
–No. Creo que en un punto ya no había nadie y también muchos entendieron que yo había sido un niño dentro de toda esa realidad y creyeron, porque si no estaría muerto, en mi palabra, de que quería buscar un futuro diferente para mi familia. Que toda la historia de violencia que como familia habíamos vivido y sufrido, terminaba con la muerte de mi padre.
–El documental muestra el poder de Pablo Escobar, por ejemplo, que iba a Miami y con toda la libertad en el hotel más famoso alquilaba, bajo una compañía falsa de petróleo, tres pisos, y laboraba allí con facilidad.
–Eso a mi padre le divertía, no lo hacía por una ambición, era como burlarse de los estadunidenses.
–También se expone en la cinta que una vez ante mucho dinero frente a ustedes, se estaban muriendo de hambre, porque no podían salir a comprar comida.
–Es como una nueva definición de pobreza, porque si tienes mucho dinero y no puedes compartir una libra de arroz con él, es lo mismo que no tenerlo. Creo que es mejor no tenerlo al lado, porque te llenas de sentimientos de depresión, pues dices cómo es posible que me esté muriendo de hambre y tenga dinero para comprarme un súper mercado completo.
“Por casualidad en la casa donde nos escondíamos se puso un retén de la policía. Uno de los uniformados se paró frente a nuestra puerta y se acabaron los víveres y no podíamos salir, porque todos estábamos siendo buscados. Entonces, la comida se acabó y empezamos a morirnos de hambre, y teníamos a la vista unos 2 mil dólares.”
–Cuándo vivía con su padre, ¿que pensabas de su actividad?
–Con mi padre tuve varias experiencias, de pequeño lo veía en un contexto en el que era amigo de políticos, senador de la República y tenía una gran popularidad. Yo lo acompañaba a las plazas públicas y veía todos los carteles que decían: “Viva Pablo Escobar”, “Gracias Pablo Escobar”. La comunidad, la Iglesia, todo mundo lo quería. Después con el tiempo voy creciendo y empiezan a aparecer otro tipo de noticias respecto a mi padre y va cambiando la imagen de él. Te empiezas a cuestionar ya lo que él está haciendo.
“Pero trato de preservar lo positivo, porque creo que a lo largo de la historia los medios de comunicación se han encargado muy bien de recordar todos los datos negativos. Entonces, sólo trato de recordar lo que valió la pena, de sus inicios, de querer ayudar, que era muy sensible frente a las clases sociales más olvidadas por el Estado.”
En el largometraje, Juan Manuel Galán resalta que se debe discutir legalizar la droga, ¿qué opinan?
Entel expresa que Juan Manuel Galán ha visto que la llamada guerra contra el narco no está funcionando, “por lo que cree que debemos debatir y no debe quedar nada afuera de la mesa, incluso discutir la legalización”.
Sebastián arguye que no es la persona indicada para hablar acerca de la legalización, “porque cualquier cosa que diga tengo la certeza que la usarían en mi contra”.
–¿Cuál es su sentir de que se vea este documental? –se inquiere a Marroquín.
–Es compartir la experiencia para que no se repita. Tiene esa intención, abrir de alguna manera la intimidad de esta familia, porque los narcotraficantes por lo general creen que nada les va a pasar.
–En México, Felipe Calderón está combatiendo el narcotráfico con el Ejército, ¿qué opina?
–Eso es muy íntimo y particular de México. Nuestro desconocimiento del contexto local quizá nos impida hacer una reflexión puntual al respecto. Sin embargo, creemos que no es un problema de mexicanos ni de colombianos, no es una cuestión propia de nacionalidades, sino que es una reacción “natural” a esas políticas que están aplicadas generando esa clase de violencia.
Entrevista publicada en la edición 1742 de la revista Proceso, actualmente en circulación.