El señor feudal
Propietario de ranchos como La Asturiana, La Alondra, El Estanco, La Escondida, La Palma y La Cabaña, en Querétaro, y de por lo menos otros dos en el vecino estado de Guanajuato, el exsenador panista Diego Fernández de Cevallos era, al momento de su desaparición, un verdadero señor feudal. Los lugareños se muestran contritos y sólo atinan a decir que ahí, en su feudo, “nadie se atrevería a hacerle daño al patrón”. En la iglesia de La Barranca, en Guanajuato, incluso los trabajadores del político le rezaron ya un novenario la semana pasada.
PEDRO ESCOBEDO, QRO, 23 de mayo (Proceso).- Estos son los terrenos de Diego Fernández de Cevallos: ranchos, fincas, caminos, algunos de ellos construidos por sus trabajadores, habitantes todos ellos de las comunidades aledañas a las propiedades del exsenador panista.
Fernández de Cevallos convirtió en su feudo la geografía territorial y política entre la capital del estado y San Juan del Río.
De la carretera federal 57, a la altura del corredor industrial Querétaro-San Juan del Río, hay que adentrarse unos 10 kilómetros para llegar hasta el rancho La Cabaña, en este municipio localizado a 30 kilómetros de la capital y a otros 12 de San Juan del Río, casi en medio de ambas ciudades.
“¿Quién le iba a querer hacer daño al patrón?”, se preguntan los habitantes de San Clemente. Lo mismo hacen sus vecinos de Guadalupe Septién, Ignacio Pérez (antes El Muerto), Santa Cruz, Epigmenio González (El Ahorcado), La Palma, Cerritos, La Fuente, El Blanco…
“De aquí –enfatizan–, nadie”.
En estas tranquilas comunidades donde los patrullajes de policías o soldados son poco frecuentes, los lugareños nada sabían sobre la forma en que “desapareció” Fernández de Cevallos. Se enteraron el sábado 15 por la noche, cuando vieron los noticiarios en la televisión.
Esa noche, muchos de los pobladores andaban del otro lado de la carretera, en la feria del grano y la cantera en Pedro Escobedo.
El jueves 20, entrevistado por la reportera, uno de los habitantes sostiene: “Es hora que todavía no ven soldados por aquí, ni federales”. Dice que nadie ha ido a preguntar sobre lo ocurrido. “Nada más usted”, comenta.
El primer rancho de Fernández de Cevallos en la zona es La Asturiana, cuya barda de piedra marca el camino de entrada a los sembradíos de maíz, alfalfa y, en ocasiones, sorgo. Pero también La Alondra, El Estanco, La Escondida, La Palma y La Bolsa, rebautizada como La Cabaña.
Son ranchos forrajeros y ganaderos que comenzó a comprar desde mediados de los noventa (Proceso 1332 y 1373). Hoy, la región agrícola de Pedro Escobedo es la más tecnificada del estado y sus índices de marginalidad van de “bajos a muy bajos”.
Desde la reja de La Asturiana, el encargado comenta a la reportera que no hay vigilancia ni cuerpos de seguridad del estado en las inmediaciones porque, asegura, “no es necesaria”: “Aquí no tiene casa el patrón; nada más en El Estanco y en La Bolsa”.
El poblado más cercano a esta última propiedad de Fernández de Cevallos es San Clemente, que tomó el nombre de una vieja hacienda que fue epicentro de todas las estancias que ahora rodean la región.
En el taller de carpintería, Aquilino –Quino, le dicen los vecinos– asegura haber trabajado para Fernández de Cevallos en varias oportunidades. Lo ha hecho, dice, como operador de maquinaria para la construcción, la otra vertiente empresarial del próspero abogado.
Él participó, por ejemplo, en la construcción del aeropuerto de Querétaro: “Ya ve que enfrente del aeropuerto todo es de él”, refiere a la reportera, y recuerda que en 2001 el excandidato presidencial adquirió los predios de la zona. Lo hizo, insiste, cuando estaban en marcha la elaboración de los proyectos y los expedientes técnicos de esa obra (Proceso 1342).
Quino también relata que hace unos tres meses se encontró a Fernández de Cevallos y aprovechó para pedirle trabajo. “Me dijo que iba a tener algo para mí en Jalisco, que me esperara unos días. Es buen pagador. Nunca nos ha quedado mal”.
No oculta su simpatía por el político panista, a quien llama “el patrón” y al que algunas veces le ha dedicado canciones acompañado de un acordeón. Hace tiempo incluso le empezó a componer un corrido que aún no termina.
“Afuera dicen muchas cosas de él. ¡Quién sabe cómo será! Aquí sí estamos preocupados por él”, agrega.
Las tierras del patrón
El camino a San Clemente fue pavimentado por Fernández de Cevallos, quien también se encargó de convertir las rutas agrestes de esta semidesértica región en carreteras asfaltadas, algunas por iniciativa propia, otras por gestión ante las autoridades.
Gracias a ello ahora los vehículos transitan sin problemas a lo largo de las propiedades del panista desaparecido y en las comunidades donde viven sus trabajadores. Muchos de ellos comentan que “el patrón” llega cada ocho días a dormir a su finca. Los domingos acude a la misa de la parroquia de Santa María, en la cabecera municipal, dicen a la reportera.
La primaria y la secundaria de San Clemente forman comités escolares que piden ayuda al litigante y político para organizar sus festivales, como el del Día del Niño. El recién nombrado delegado de la SCT, José Luis Ramos Sánchez, incluso estaba pensando en ir a verlo para que le ayudara a gestionar los arreglos del camino que hoy luce un poco deteriorado.
Y aun cuando el excandidato presidencial no entra a San Clemente, hace cinco o seis años estuvo interesado en comprar el casco abandonado de la antigua hacienda de la localidad, pero desistió. Por esas fechas comenzó a construir la finca de dos plantas con techos y pórticos de teja en su rancho forrajero de La Cabaña, que compró a una persona de apellido Barroso, recuerdan los habitantes.
El inmueble se ubica al fondo de una línea de árboles que delimita el predio y que conduce a la entrada principal, ahora custodiada por dos patrullas de las policías federal y estatal. En la parte frontal está el estacionamiento, donde Fernández de Cevallos suele dejar su camioneta Escalade.
En su feudo, Fernández de Cevallos ha tenido una frenética actividad inmobiliaria, lo mismo que en otros rubros estratégicos: extendió sus dominios a Tolimán, zona donde se localiza el aeropuerto cuya construcción apoyó de manera “desinteresada”, según explicó el entonces gobernador, Ignacio Loyola Vera.
En los últimos cuatro años compró al menos otras dos enormes propiedades en Corregidora y en Jerécuaro, en el estado vecino de Guanajuato. Según la escritura 15,357 del 13 de abril de 2007, adquirió la fracción tercera del predio rústico Arroyo Hondo, con una extensión de 26 hectáreas. Se trata del próspero rancho El Álamo, en el municipio de Corregidora.
El Álamo es una propiedad rústica que colinda con la carretera Querétaro-Huimilpan, así como con el rancho de Obrajuelito, la exhacienda de Apapátaro y el ejido Vegil. La compraventa incluyó el pozo profundo, del cual se pueden extraer hasta 160 mil 300 metros cúbicos por año.
El nuevo dueño pagó a Ángel Joaquín Fernández Campos 9 millones de pesos por su propiedad ad corpus (concepto bajo el cual se vende el inmueble tal y como está, sin un contrato que especifique las medidas o extensión), según la escritura, que está registrada bajo el folio electrónico 235772 en el Registro Público de la Propiedad del estado de Guanajuato.
El notario público que dio fe de esa transacción fue Roberto Loyola Vera, secretario del priista Enrique Burgos durante su administración en Querétaro y hermano de Ignacio Loyola, quien en la época de la transacción era el gobernador de esta entidad.
En Jerécuaro, a unos 25 kilómetros de la cabecera municipal y muy cerca de la carretera a Apaseo, en los límites con Querétaro, compró a Fernando de la Mora la hacienda La Barranca hace cinco años.
El predio abarca 480 hectáreas y en sus tierras se cultivan granos para alimentar al ganado. La construcción data del siglo XVI y en un principio fue un convento jesuita, hasta que a finales del siglo XIX, durante el Porfiriato, se transformó en Hacienda. En La Colonia, la imponente edificación de dos plantas y 50 habitaciones fue utilizada incluso por la Inquisición.
Y aun cuando la operación fue discreta, a finales de 2009 causó polémica debido a que los habitantes de la localidad supieron que el queretano pretendía transplantar varios nogales de una zona ecológica protegida a los jardines de La Barranca. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) tuvo que intervenir para frenar lo que los ejidatarios consideraban un ecocidio.
El delegado de la Semarnat, Francisco Javier Camarena –Fernández de Cevallos lo había ayudado a conseguir su cargo en Guanajuato, y antes en Chiapas–, trató de ayudar a su amigo el panista queretano, pero fracasó.
Lo que ya no pudo revertirse fueron los trabajos de desviación del camino de acceso a la comunidad para habilitar una entrada directa a la propiedad del político panista. Para esa obra el gobierno federal presupuestó 5 millones de pesos, dinero que gestionó de manera directa el exsenador, según declaró a los medios el regidor priista Eduardo García a finales de 2009.
Feudo político
Hace 52 años de que Francisco José Fernández de Cevallos Martínez, padre de Diego, se convirtió en el primer consejero nacional del PAN por el estado de Querétaro.
El 24 de abril de 2008, en la presentación del libro Memorias de la fundación, crecimiento y consolidación del PAN en Querétaro, que consigna la trayectoria de su padre como “uno de los pilares más sobresalientes del PAN”, Fernández de Cevallos intervino:
La política, dijo, “se ha convertido en una pelea interminable de ambiciones, de apetitos, de pasiones, de mentiras, de traiciones, de agresiones, de descalificaciones y de injurias, porque la gran mayoría de los que trabajamos en la política, a la hora de la verdad no venimos a dar. Hay que repetirlo aunque nos canse y aunque nos duela”.
Años antes de que llegara a ser, en 1994, candidato a la Presidencia –declinó en la contienda, lo que permitió al priista Ernesto Zedillo ganar la elección–, su influyentismo ya se dejaba sentir en las esferas políticas locales.
Se le menciona, por ejemplo, como orquestador del triunfo de su primo Manuel Cevallos como alcalde de la capital de Querétaro en 1988. Tres años después participó en la primera concertacesión, por medio de la cual el PAN entró a gobernar el municipio queretano de San Juan del Río.
Sin embargo, su carrera política la inició en la Ciudad de México, donde fue diputado suplente en varias ocasiones a partir de 1967. En 1991 encabezó la bancada panista durante el trienio de la LV Legislatura. Sus pares de San Lázaro le pusieron el mote de El Jefe.
Encarrilado en la política nacional, no descuidó su feudo queretano, en el cual llegó a jactarse de su amistad con oponentes políticos como Enrique Burgos García, el último gobernador priista.
El año pasado fue Diego quien evitó el cisma del PAN en las elecciones locales al frenar a su correligionario Armando Rivera, quien pretendía pasarse a las filas del PRI para competir por la alcaldía de la capital de Querétaro.
El exsenador llevó a Rivera a la Secretaría de Gobernación y ante Fernando Gómez Mont lo doblegó. Con ello evitó que el PRI arrebatara la capital a los panistas. Superadas las diferencias, en octubre Diego acudió a la toma de posesión del alcalde panista de la capital, Francisco Domínguez.
Burgos García ha estado cerca del exsenador panista, sobre todo desde el año pasado, a raíz de la muerte de Rodrigo Fernández de Cevallos, hermano de Diego. Y cuando fallecieron otros dos hermanos de su amigo –Hernán y Álvaro– el 25 de enero y el 12 de febrero de 2010, respectivamente, el priista estuvo al lado de la familia Fernández de Cevallos.
Otro amigo entrañable de Diego es su correligionario Ignacio Loyola Vera, quien lo provee de la maquinaria agrícola que necesita para las faenas en sus ranchos.