Todos, tras la plaza de Nacho Coronel

martes, 10 de agosto de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 10 de agosto (Proceso).- Reacomodos, alianzas y mucha más violencia se avizoran en varias entidades por la muerte de Nacho Coronel, debido a la lucha que se desatará cuando los cárteles rivales –el de Sinaloa, el de Juárez u otro de los nueve que operan en México– intenten llenar los vacíos que dejó el capo. Quizá más grave aún es la causa que algunos especialistas le atribuyen a la caída del narcotraficante: que fue un sacrificio pactado en las negociaciones que sostienen el Estado y los narcos sinaloenses.

El fin del capo Ignacio Nacho Coronel Villarreal, muerto a tiros el jueves 29 de julio en un enfrentamiento con el Ejército, puede alentar nuevas alianzas de los cárteles de Sinaloa y del Golfo, el bloque criminal más poderoso del país y cuyos negocios llegan a más de 50 países.

Según informes de la agencia antidrogas estadunidense (DEA) y de la Procuraduría General de la República (PGR),  Coronel dominaba en México una decena de entidades, entre ellas Jalisco, Michoacán, Guerrero, Colima, Nayarit, Zacatecas, Sonora y Durango, donde sentó sus reales con la protección de corporaciones policiacas.

Ahora esos territorios pueden verse sacudidos por una mayor oleada de violencia y narcoterrorismo debido a que el cártel de Juárez –principal rival de los sinaloenses– querrá controlar esas plazas y ya demostró que tiene el poder para hacerlo, sostiene Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos, con sede en Tijuana, y profesor de la Universidad Estatal de San Diego.

Y añade: “Con la desaparición de Ignacio Coronel es posible que haya un reacomodo de fuerzas en el narcotráfico mexicano, pues quedan muchos vacíos y territorios sueltos que el capo dominaba. Su muerte, sin embargo, no significa que el narco se debilite; por el contrario, se fortalece con alianzas y sólidas rearticulaciones”.

Entrevistado vía telefónica, Clark Alfaro sostiene que la eliminación de Coronel beneficia al presidente Felipe Calderón por su necesidad de credibilidad y reposicionamiento ante tantos embates del narco que exhiben su debilidad frente al crimen organizado.

Según Clark Alfaro, Calderón se quita, en parte, la presión nacional e internacional por los señalamientos de la presunta protección que se le brinda al cártel de Sinaloa. Aunque no le creamos, afirma, el mensaje que nos manda el presidente es que el combate al narcotráfico es parejo y no desigual. Falta ver si ahora por fin detienen al Chapo Guzmán, el consentido del sexenio, como le han llamado en la prensa nacional.

–¿Por qué cree que se decidió exterminar a Ignacio Coronel y no a Ismael Zambada o a Juan José Esparragoza Moreno? –se le pregunta.

–El narcotráfico tiene muchos intereses; hay políticos y empresarios implicados. Seguramente ya no convenía mantenerlo y en ese negocio las reglas son claras: si ya no te necesito, te mato.

“Los verdaderos jefes del cártel de Sinaloa le tenían que entregar al presidente Calderón un trofeo para seguir manteniéndose impunes en su negocio. Que no se nos olvide que Sinaloa es un cártel viejo, muy experimentado, con una visión empresarial muy amplia y con aliados en el poder. Antes de tomar una decisión, el escenario ya ha sido estudiado: por eso el cártel no se tambalea sino que fortalece su relación con el poder. Es un juego de ida y vuelta.”

Las alianzas

 

De acuerdo con informes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), de la DEA y de la PGR, Ignacio Coronel Villarreal fue una pieza clave en las alianzas que tejieron los cárteles del Golfo y de Sinaloa hace poco más de un año.

Coronel aparece en los informes estadunidenses como el personaje que más trabajó para consolidar la sociedad histórica –por la añeja rivalidad que los dividía nadie pensó que se lograra la unión– entre los cárteles representados por Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y Eduardo Costilla, El Coss.

Desde mediados de 2009 la Sedena –que ya le seguía los pasos a Coronel– conocía los movimientos del capo en pos de consolidar la expansión del cártel de Sinaloa dentro y fuera de México. En un informe de inteligencia la Sedena puso en conocimiento de la Presidencia de la República lo que la DEA había confirmado seis meses antes: que la estrategia de combate al narcotráfico debía modificarse debido a la rearticulación y a las alianzas que los cárteles estaban realizando con un objetivo: sobrevivir y crecer en el negocio del tráfico de drogas.

Según la Sedena, Coronel e Ismael El Mayo Zambada operaron la incorporación de La Familia michoacana y del cártel del Milenio, que encabezan los hermanos Valencia, a la estructura de la corporación criminal llamada cártel de Sinaloa.

Sólo así este bloque de cárteles pudo enfrentarse a otro poderoso competidor: el de Juárez que, bajo el mando de Vicente Carrillo Fuentes, siembra violencia y terror en el norte del país, principalmente en Ciudad Juárez y en la Comarca Lagunera, otro de sus enclaves.

De larga historia en el narcotráfico, los Carrillo Fuentes no se cruzaron de brazos. Urgido de aliados, el cártel de Juárez tuvo que cubrir sus vacíos y fortalecer sus frentes con la incorporación de las piezas útiles de la célula que encabezan los hermanos Beltrán Leyva representados por Héctor Beltrán. También se sumaron Los Zetas y Fernando Sánchez Arellano, El Ingeniero o El Alineador, sobrino de Benjamín, Ramón (ya muerto), Eduardo, Francisco Javier e hijo de Enedina Arellano Félix, fundadores del cártel de Tijuana.

En el informe que la Sedena entregó a Felipe Calderón se incluye una frase que evidencia que las alianzas entre los cárteles que manejan el tráfico de drogas no son permanentes, pues se les denomina “asociaciones de conveniencia”; es decir, ligas temporales que responden a la emergencia que enfrenta el país debido a la guerra contra el narcotráfico.

Una fuente consultada en la PGR sostiene que tras establecerse la alianza entre los cárteles de Sinaloa y del Golfo los más agraviados fueron Los Zetas, que tuvieron que desprenderse del grupo criminal que los vio nacer y emprendieron la búsqueda de Ignacio Coronel para asesinarlo.

Según Clark Alfaro –quien en el sexenio de Carlos Salinas facilitó a la PGR información para capturar a los hermanos Arellano Félix “y la PGR no cumplió”, dice–, al igual que en la política, el narcotráfico atraviesa una etapa de transición.

Aunque en los informes de inteligencia se dice que el cártel de Sinaloa sólo pactó con el Golfo, con los Valencia y con La Familia michoacana, Clark Alfaro afirma que Guzmán Loera “mantiene un acuerdo no escrito con el cártel de Tijuana. Aquí en Tijuana no vemos presencia de la gente del Golfo y sí mucha de El Chapo, sobre todo en Mexicali”.

Para el profesor universitario y defensor de los derechos humanos, la prueba de que los hombres del cártel de Tijuana trabajan con El Chapo es que después de la aprehensión de Teodoro García Simental, El Teo, el pasado 11 de enero –narcotraficante al que se relacionó con los sinaloenses– en Tijuana se acabaron las ejecuciones espectaculares. Desde entonces, dice Clark, no vemos degollados, personas colgadas o descuartizadas, pero la violencia sigue aumentando.

De acuerdo con cifras del Centro Binacional de Derechos Humanos, 2008 fue el año más violento en Tijuana: fueron asesinadas 844 personas y la guerra entre los cárteles de Sinaloa y de Juárez se agudizó por el control de esa zona fronteriza tras el debilitamiento de los Arellano Félix.

En lo que va de 2010, según Víctor Clark, han muerto 480 personas por las disputas territoriales y el control del narcomenudeo. De seguir esta escalada violenta, pronostica Clark, “podemos cerrar el año con 800 ejecutados sólo en Tijuana”.

A pesar de la guerra contra el narcotráfico, la mayoría de los cárteles de la droga siguen sólidos. Algunos han sido debilitados, pero mantienen presencia en sus regiones, como es el caso de los hermanos Amezcua Contreras, que operan el tráfico de drogas sintéticas en Colima –su principal asiento– Jalisco y El Bajío. El cártel de Tijuana, por su parte, perdió un importante feudo, Mexicali, pero mantiene fuerte control en Tijuana y sus tentáculos llegan a Michoacán, Guerrero, el Estado de México y el Distrito Federal, según datos confirmados en la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal.

En un informe de la PGR sobre las organizaciones delictivas, en el que se ilustra con mapas la geografía del narco en México, el gobierno federal reconoce en los cárteles un rival poderoso y sagaz que velozmente se asocia para mantener incólumes sus negocios.

Ilustrado con las fotografías de los capos legendarios –los llamados “hombres de la vieja guardia”– y sus actuales relevos, el informe establece: “Enfrentamos una delincuencia altamente sofisticada, con capacidad de acción y de reacción, que en fechas recientes ha mostrado su rostro más violento poniendo en riesgo la paz y la tranquilidad del país.

“La violencia desatada por la recomposición de los grupos delictivos es un fenómeno que ha sido continuo desde los ochenta, que se asocia al combate del gobierno mexicano en contra del narcotráfico. Dicha recomposición genera no sólo movilidad dentro del grupo delictivo, sino también alianzas y disputas por los mercados, lo cual se traduce en violencia.”

En 2001, cuando el PAN llegó a la Presidencia, se aliaron los hermanos Arellano Félix y Osiel Cárdenas Guillén (éste, cabeza del cártel del Golfo, fue extraditado en 2007 a Estados Unidos) para fortalecerse y ampliar su área de influencia. Según el documento, en el bando opuesto se unieron dos familias y un capo: los Carrillo Fuentes, los Valencia Valencia y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.

Muertes y detenciones modificaron el mapa criminal, establece el informe de inteligencia, pues en 2004, cuando fue asesinado Rodolfo Carrillo se rompió la sociedad Carrillo Fuentes-Guzmán Loera.

De entonces a la fecha los grupos criminales se han multiplicado. Según el documento, actualmente en México operan nueve cárteles: el del Golfo, de Sinaloa, de Juárez y de Tijuana, de La Familia michoacana, de Los Zetas, de los Beltrán Leyva, de los Amezcua Contreras y la organización Díaz Parada.

El primer grupo criminal –que en su historia ha tenido cuatro jefes: Juan N. Guerra, Juan García Ábrego, Osiel Cárdenas y Eduardo Costilla, su actual líder– tiene su ámbito de operación en el norte y el noreste, aunque en los últimos cinco años ha llevado su actuación al centro y sur del país. Su bastión es Tamaulipas, pero sus tentáculos llegan a todos los estados del Golfo de México.

El cártel de Sinaloa tiene presencia en 20 estados. Los más fuertes son su base –Sinaloa– y Sonora, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Colima, Jalisco, Nayarit, entre otros.

El cártel de Juárez, de larga historia, opera desde Chihuahua y controla  Durango, Zacatecas, parte de Sonora, Baja California, Coahuila y la región lagunera. Los Arellano mantienen el control en Tijuana y, en la alianza con el cártel de Juárez, Los Zetas y los hermanos Beltrán ahora actúan en cinco entidades más: Guerrero, Michoacán, Jalisco, Colima y Guanajuato.

La Familia michoacana ha sido la revelación del último lustro: surgió en 2005 como una escisión del cártel del Golfo. Ahora su presencia se ha extendido hacia Guerrero, el Estado de México, Jalisco, Hidalgo y Puebla. Los Zetas, que rompieron relaciones con el cártel del Golfo, tienen enclaves en Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

Los hermanos Beltrán Leyva, pese a su resquebrajamiento con la detención de Alfredo y la muerte de Arturo, mantiene su fuerza en Sonora, Guerrero, Jalisco y Morelos. También debilitados, los hermanos Amezcua siguen afincados, a través de sus operadores, en Colima y Jalisco. Y en el caso de la familia Díaz Parada, el informe gubernamental establece que pese a la captura de Pedro Díaz, el jefe mayor, el grupo criminal no ha desaparecido:

“Mantiene su centro de operaciones en Oaxaca. Este grupo criminal se distingue por la fortaleza de su mercado, ya que está orientado a la producción y comercialización de mariguana y drogas sintéticas, por lo cual sus áreas de influencia no son representativas de su capacidad de mercado.”

El informe añade un dato que explica, según la visión gubernamental, las causas de la violencia en el país: “Como se puede observar, nueve grupos delictivos cubren la totalidad del territorio nacional; sin embargo, en todas las entidades federativas hay signos de violencia, toda vez que ésta se explica por las siguientes circunstancias: la presencia de armas y de municiones, homicidios relacionados con la disputa y el control de las principales plazas y centros de operaciones, así como factores de grupos y personales”.

La pieza sacrificada

 

Luego de que el cártel de Sinaloa estableció las alianzas que necesitaba para afianzarse en la mitad del territorio nacional, Nacho Coronel empezó a ver sacudimientos en su entorno familiar y empresarial.

Un grupo especial del Ejército se dedicó a buscarlo y varias veces sacudieron su entorno. Por ejemplo, en marzo de 2009, nueve meses antes de la muerte de Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca, fue capturado José Ángel Carrasco Coronel. Según datos consultados en la base informática Plataforma México, este personaje fue identificado como sobrino de Nacho Coronel.

Fue localizado en el municipio jalisciense de Tlajomulco de Zúñiga, feudo del capo. A Carrasco Coronel se le atribuyeron varios delitos: portación de armas de alto poder, secuestros y ejecuciones. Cuatro meses antes el Ejército había enviado otro aviso a Nacho Coronel con la detención, en Tonalá, Jalisco, de 14 integrantes del cártel de Sinaloa, entre ellos José Joaquín Castillo Coronel, también sobrino suyo y quien a su vez era socio de El Chapo Guzmán.

En enero de 2010, en el municipio de Zapopan, se desató una balacera. Los protagonistas: familiares de Ignacio Coronel. Todos estaban armados con lanzagranadas y fusiles AK-47, según informó la PGR. El Ejército intervino y detuvo a buena parte de la parentela del también llamado Rey del Crystal. Sus nombres: Ernesto Coronel Peña, José Jaime y Juan Ernesto Coronel Herrera.

Después de que se concretó la alianza entre Sinaloa y el Golfo comenzaron los problemas internos en el grupo criminal que encabezan El Chapo; Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, y El Mayo Zambada.

Diversos hechos de violencia –y posibles operaciones de narcotráfico por la vía libre– debilitaron a Ignacio Coronel dentro del cártel de Sinaloa, pero lo fortalecieron en buena parte del país debido a las asociaciones que tejió.

No se sabe si debido a una venganza de Guzmán Loera o a un conflicto de intereses entre socios –las tesis oficiales apuntan hacia la primera versión–, lo cierto es que la estructura de Ignacio Coronel enfrentó nuevas sacudidas. El 5 de abril de este año un hijo de Coronel, Alejandro, fue levantado por Los Zetas. El cadáver del adolescente apareció el día 9 después de lo cual 12 personas fueron ejecutadas en San José de Costilla, municipio de Xalisco, Nayarit. Ese mismo día fue asesinado Fernando Gurrola Coronado, un porro de la Federación de Estudiantes Universitarios de la Costa Norte, presuntamente ligado a Coronel Villarreal.

Una fuente consultada por Proceso y que solicita el anonimato afirma que por lo menos en el último año y medio Coronel Villarreal tenía la libertad de aliarse con otros grupos, aunque seguía manteniendo el respeto “por la empresa para la que trabajaba, es decir, para el cártel de Sinaloa”.

–¿Por qué lo mataron? –se le pregunta.

–El gobierno le ha hecho muchos favores al cártel de Sinaloa, lo ha dejado operar libremente. Ahora les toca a ellos, al cártel de Sinaloa, pagar una factura y apoyar al gobierno con una de sus piezas. Pudo discutirse, incluso, a quién sacrificarían. Como Ignacio Coronel ya gozaba de libertades, operaba por su cuenta, pues pudo resultar fácil entregarlo.

“De lo que sí no hay dudas es de que fue entregado por sus socios. En este país no hay una gran inteligencia como para ubicarlo tan rápidamente. Sólo una filtración acabó con el poder que tardó 20 años en consolidar. De esta manera el cártel le paga al gobierno y le entrega al presidente Calderón un tanque de oxígeno para que no se asfixie entre tanta violencia, sospechas e ingobernabilidad.”

 

 

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