La presencia del mariachi en muchas partes del mundo y su asociación como rasgo de identidad cultural de los mexicanos fueron determinantes para su declaración, el pasado 27 de noviembre, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Trece mariachis llegaron días antes a la isla de Bali, donde se realizó la declaratoria, y permanecieron de “clandestinos” en un hotel hasta que, después de una insoportable espera, la Unesco emitió su dictamen y se les dio la orden de encaramarse en el escenario: “¡Que suene el mariachi!”…
BALI (Proceso).- “No creo que pueda haber mejor forma de agradecer a esta asamblea que con el canto y con el corazón, como sólo ellos saben hacerlo... ¡Que suene el mariachi!”, exclamó, micrófono en mano, Alejandro Cravioto, secretario de Cultura del Estado de Jalisco.
Y el centenar de asistentes de 30 países congregados en la sala principal del Centro Internacional de Convenciones de esta isla rompieron en aplausos…
Un grupo de 13 mariachis, llegados especialmente de Guadalajara a esta isla de Indonesia, entonó El son de la negra después de una infame espera de días. Era una melodía de satisfacción y de alivio. El sonido de las guitarras, los violines y las trompetas inundó la reunión del Comité Intergubernamental de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, efectuada el pasado 27 de noviembre.
México había logrado al fin su objetivo: la música del mariachi ya es un bien universal que los mexicanos legan a la humanidad.
Desde el lugar donde quedó sembrada la semilla de la iniciativa hasta el punto final donde se cosechó el fruto median más de 15 mil 600 kilómetros, es decir, 9 mil 700 millas.
Fueron más de dos años de trabajo para lograr ese estatus; labor que inició como una idea aislada en Jalisco. El estado de Jalisco, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Conaculta prepararon un dossier, “siendo muy puntuales y muy concisos”, para conseguir ante la Unesco la declaratoria en favor del mariachi. “No piden gran cantidad de documentos, sino sobre todo precisión en los conceptos y de los puntos sustantivos”, dice a Proceso Cravioto, secretario de Cultura de Jalisco, entrevistado en Bali.
La candidatura partía con ventajas múltiples: el mariachi es una manifestación cultural con arraigo indiscutible en la sociedad mexicana y prácticamente cualquier persona reconoce su origen al instante, hasta el punto de que el mariachi se convirtió en un símbolo de la mexicanidad en todo el planeta.
La Unesco privilegia las manifestaciones culturales que requieren de una protección especial para reivindicar a las pequeñas culturas frente a las grandes. Lo mencionó explícitamente Irina Bokova, directora general de la Unesco, en la apertura de la reunión de Bali: se quiere evitar que un mundo cada vez más globalizado tenga una sola cultura uniforme.
Al mariachi pudo haberle ocurrido lo que al tango argentino, que en 2009 buscó la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y fracasó en el primer intento porque los expertos de la Unesco dictaminaron que no había ninguna amenaza contra esa manifestación cultural.
Argentina tuvo que replantear sus argumentaciones, y al año siguiente alcanzó el objetivo. En cambio, Burkina Faso, Chipre y Omán llegaron a Indonesia en busca de protección para pequeñas prácticas culturales ancestrales, desconocidas en el resto del mundo más allá de las comunidades autóctonas. Todas ellas fueron aprobadas. La delegación mexicana estaba en sobre aviso.
“Se escribió todo con mucho cuidado, midiendo las palabras. No se trataba de explicar la historia del mariachi porque en el dossier el espacio es demasiado limitado (alrededor de mil palabras) como para sintetizar todo”, cuenta Edaly Quiroz Moreno, especialista de la Dirección de Patrimonio Mundial del INAH-Conaculta, quien también trabajó para que las candidaturas respecto del canto tradicional pirekua, los parachicos de Chiapa de Corzo y la cocina tradicional mexicana finalmente alcanzaran la distinción de la Unesco.
Quiroz Moreno dice que en el caso del mariachi el esfuerzo se centró en destacar su componente como herramienta de intercambio y diálogo entre culturas de todo el mundo.
La estrategia resultó acertada y la música del mariachi desembarcó en Bali amparada en su expediente “ejemplar” (sólo 7 de las 49 solicitudes presentadas este año contaban con esta marca de calidad) y con un bagaje difícilmente cuantificable pero básico en este tipo de eventos: la experiencia.
“No adelantemos vísperas”
Durante el último lustro México había tenido un asiento dentro del Comité Intergubernamental de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco y sus seis candidaturas habían cosechado un pleno de éxitos.
El 22 de Noviembre se abría la primera sesión de esa instancia. Pero hubo que esperar seis días, seis larguísimas jornadas para conocer el desenlace. La tensión se alargó ante la lentitud y las diferencias que prevalecieron entre los integrantes del comité.
Este órgano, formado por 24 países ?–entre ellos Cuba, España, Nicaragua, Paraguay y Venezuela–, trató con exasperante parsimonia cada punto de la agenda, con una precisión “barroca”, según confesó un miembro de una de las delegaciones latinoamericanas.
Los enviados mexicanos repetían sin cesar la consigna oficial: “No adelantemos vísperas, no echemos las campanas al vuelo”. El 25 de noviembre aterrizaron en Bali los mariachis del grupo México vive, preparados para saltar a escena tan pronto como se anunciara el veredicto.
Los cálculos hechos entre los asistentes al acto apuntaban al sábado como el día del anuncio, con lo que se preveía también la posibilidad de que la delegación mexicana celebrara una fiesta de agradecimiento y un brindis con tequila… Pero los músicos tuvieron que soportar el tedio de las horas muertas en la clandestinidad, escondidos en el hotel donde se hospedaron y con escapadas furtivas a la playa: se temía que su presencia se pudiese considerar de algún modo como una presión al comité.
Para desesperación de todos, la evaluación de la candidatura mexicana –que recibió el número 30 de un total de 49, según estricto orden alfabético– se alargó hasta el día 27, el penúltimo día del encuentro. El trastoque de planes movió a las más altas esferas del sector cultural mexicano. Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), se anticipó un día al dictamen y el 26 publicó en su cuenta de Twitter: “El Mariachi es incluido por la Unesco en la lista del patrimonio cultural de la humanidad. ¡Felicidades!”
Los mariachis reconocían cierto cansancio –les llevó dos días cruzar el Pacífico, vía Estados Unidos y Hong Kong–, pero lo arrastraban con muy buen humor y ya no podían evitar que los delegados de otros países los reconocieran en las horas de las comidas. Ataviados con sus trajes de charro, trataron de ocultar los sombreros e instrumentos musicales más voluminosos, pero fue en vano. La pretendida sorpresa de su presencia pasó a convertirse en expectación para el acto culminante del día 27.
No obstante, los peores presagios se cumplieron otra vez y la discusión de las candidaturas que precedían al mariachi se demoró horas, hasta consumir todo el tiempo disponible. La delegación de México emprendió una discreta presión por medio de los países amigos, esencialmente el bloque latinoamericano, y consiguió que se habilitara una sesión nocturna extraordinaria del comité para avanzar con los nuevos patrimonios de la humanidad.
El sol balinés se había escondido ya y el reloj rozaba las ocho de la tarde cuando los delegados aprobaron una tradición del acervo de Mali y llegó por fin el turno. Según el INAH, el expediente acerca del mariachi estaba inmaculado, por lo que no preveía una sola crítica. De repente, Italia pidió la palabra. La representación mexicana aguantó la respiración… El de Italia tomó el micrófono… y se deshizo en elogios para con el mariachi, al punto de opinar que el resto de las candidaturas deberían tomar ésta como modelo. Suspiros mexicanos y guiños cómplices.
“El mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta”, fue elegido por unanimidad para sumarse a la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El secretario de Cultura de Jalisco, Alejandro Cravioto, agradeció la decisión y, a su voz, los mariachis irrumpieron en la sala con felicidad, alegría y orgullo desbocados.
Satisfacción generalizada
“En los hechos, el mariachi ya había sido declarado patrimonio de la humanidad; ahora lo es también oficialmente”, expresó satisfecho el antropólogo Jesús Jáuregui, especialista de este género y autor del libro El mariachi. “Considero que se ha hecho algo trascendente; la nominación tiene que servir para que se den cuenta de que es una música a la que se tiene que prestar atención”.
“Ser parte del patrimonio de la humanidad es algo que, cuando mis compañeros o yo mismo nos iniciamos en la música, jamás imaginamos”, resumió uno de los intérpretes, en medio de un aluvión de acordes, fotografías y abrazos.
Cuenta la historia que la primera vez que los mariachis pisaron Indonesia fue inolvidable. Hay que remontarse casi medio siglo: en 1962, el general Suharto, dictador del país asiático, visitó México invitado por el gobierno de Adolfo López Mateos y quedó prendado por una de las actuaciones de estos músicos.
Al año siguiente, en 1963, decidió devolver el gesto y convidó a un grupo de músicos, entre los que estaba el Mariachi Vargas, a tocar en el acto inaugural de una celebración deportiva, los Juegos de las Nuevas Fuerzas Emergentes, que se organizaron en Jakarta, capital del archipiélago.
La actuación fue éxito pero Suharto les dijo que no se podían regresar a México, puesto que también los requería para su fiesta de cumpleaños dos semanas después, por lo que tuvieron que permanecer 15 días más en Indonesia hasta contentar al anfitrión y, después, tomar el avión de vuelta.
Ahora, en 2011, los mariachis también dejaron huella, pero esta vez se convirtió en patrimonio de toda la humanidad.