Presunto culpable: el poder del video

viernes, 18 de febrero de 2011 · 01:00

Los abogados Roberto Hernández y Layda Negrete confirman que basta una cámara de filmación para cambiar la conducta de los impartidores de justicia. Ambos proponen que los procedimientos judiciales se graben: desde la integración de la averiguación previa hasta las audiencias de los juicios. Su iniciativa pionera coadyuvó ya a la liberación de un joven acusado de homicidio y sentenciado a 20 años de cárcel. La historia se narra en el documental Presunto culpable, que se estrena en el país el viernes18.

MÉXICO, D.F., 18 de febrero (Proceso).- Armados de una cámara de cine, los abogados Roberto Hernández y Layda Negrete contribuyeron a que el tianguista José Antonio Zúñiga Rodríguez recuperara su libertad. El 12 de diciembre de 2005, Toño fue detenido por judiciales acusado, “sin una sola prueba contundente”, de un asesinato que no cometió. Fue condenado a 20 años de prisión.

En la filmación, Hernández y Negrete captaron la “mala situación y la compleja realidad del sistema judicial mexicano”. Reunido el material, acudieron al reconocido cineasta australiano Geoffrey Smith para que les ayudara en la producción del largometraje Presunto culpable, que hasta ahora ha recibido 13 premios nacionales e internacionales.

Dicen que cuando surgió la posibilidad de filmar el juicio de Toño se percataron de que podían capturar en directo “el drama de quien vive la situación de ser juzgado en México”; también comentan que en su trabajo lograron “colocar el tema de la justicia en la imaginación del público mexicano de manera que todos podamos asir un tema elemental para nuestro país”.

Producido por Martha Sosa y Yissel Ibarra, Presunto culpable se estrenará el viernes 18 en las salas comerciales, con 120 copias. Es algo insólito que una empresa comercial como Cinépolis (exhibidora que por primera vez distribuye una cinta) haga el lanzamiento con bombos y platillos, comentan.

Negrete aclara que el documental no se hizo con fines de lucro:

“Buscamos que a partir de ahora sea obligatorio videograbar todos los interrogatorios en agencias de Ministerio Público de todo el territorio nacional. La videograbación será un freno importante para el tipo de arbitrariedades y corrupción que existe en situaciones en que la policía tiene a una persona detenida.”

Añade que ella y su marido consideran que en México deben establecerse métodos científicos para identificar a personas sospechosas, como la llamada línea de reconocimiento, que en Inglaterra se conoce como Identification parades:

“A pesar de que en nuestro país 92% de las acusaciones usan evidencia puramente testimonial, la menos confiable de todas, no se utilizan métodos para poner a prueba la veracidad de esos testimonios.”

Según los abogados, el procedimiento de línea de reconocimiento es como un examen de opción múltiple:

“Se pide al testigo que elija al sujeto que dice haber visto, de una serie de al menos seis personas parecidas a la descripción que previamente el testigo haya dado del sospechoso. La técnica emplea a los otros individuos como distractores; si se aplica correctamente, permite detectar si el testigo es confiable, o si se muestra inseguro al identificar al presunto delincuente. De haberse usado esto en el juicio de Toño, se hubiera evitado una injusticia.” 

 

Todo un logro

 

Hernández, vía Skype desde Berkeley, California, dice sentirse feliz por la salida del filme.

Negrete, entrevistada en el Distrito Federal, dice: “Todavía no puedo creer que la película estará en el cine, sobre todo porque comenzó como un proyecto de investigación”. Como ella y su pareja lograron captar imágenes muy potentes y reveladoras, el procedimiento que ambos utilizaron se convirtió incluso en una propuesta.

Por su parte, Toño comenta:

“Estoy maravillado con todo lo que ha sucedido. Recuerdo que cuando comenzó todo, la idea precisamente era mostrar la situación, pero no sólo se ha dado eso; de pronto veo que estoy libre gracias al esfuerzo tan increíble de tantas personas.” 

Espera que Presunto culpable “pueda servir para cambiar a todo un sistema, para que ninguna otra persona viva lo que yo”.

Y se emociona: “Ver los cartelones en la calle y ver la respuesta de la gente. ¡Es increíble!”.

Los abogados supieron del caso de Toño gracias a una amiga de él, después de que fue condenado a 20 años de cárcel.

Antes de trabajar en el caso, Hernández y Negrete ya habían usado una cámara de video para liberar a otro joven acusado de robar un auto. Realizaron el corto documental El túnel, en el que muestran la mala situación del sistema judicial mexicano. El material fílmico fue transmitido en diversas estaciones de televisión.

Esta vez consiguieron que la autoridad penitenciaria les permitiera filmar los encuentros con Toño. Descubrieron que el abogado defensor había falsificado su cédula profesional, con lo cual podía exigirse la anulación del juicio. Sin embargo, el nuevo procedimiento estaría a cargo del mismo juez que ya había emitido sentencia condenatoria. Lo novedoso fue que Hernández y Negrete obtuvieron permiso para seguir ese juicio y registrar las audiencias con su cámara.

El sitio electrónico www.presuntoculpable.org ofrece información relativa al documental que contó con la beca Gucci-Ambulante y se proyectó primero a nivel internacional.

Roberto Hernández estudió derecho en México y Canadá. No tenía ni el más remoto interés en la fotografía, las cámaras, el video o el celuloide hasta que se encontró levantando estadísticas de expedientes penales en el sótano del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Actualmente estudia un doctorado en políticas públicas en la Universidad de Berkeley.

Layda Negrete fundó la licenciatura de derecho en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de donde fue profesora. Es experta en seguridad pública y pertenece a un grupo de académicos dedicado al estudio de ese tema con base en datos estadísticos.

Con más de 10 años de experiencia en la realización de investigaciones sobre el sistema criminal y de justicia mexicano, sus trabajos han sido patrocinados por Hewlett Foundation, la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el Banco Mundial. Ella también estudia el doctorado en política pública en la Universidad de Berkeley.

 

Rumbo a la denuncia

 

Toño es positivo: “Yo creo que el documental servirá para cambiar este sistema. No lo sé. Eso espero…”.

Roberto Hernández plantea: “El hecho de poder ver cómo funciona el sistema de justicia en un caso real y que puede afectar la vida de una persona, es muy diferente a verlo en estadísticas”.

Con Presunto culpable, continúa, el público “se mete en los zapatos de Toño”. No obstante se muestra preocupado:

“Lo único que me inquieta es que en varias noticias sobre el documental hay críticas muy fuertes de algunos reporteros hacia el juez, hacia los policías. Eso no es lo que buscamos.”

–¿Por qué está mal el sistema judicial mexicano?

–Porque hace mucho tiempo que no nos asomábamos a verlo. Cuando empezó esta crisis de criminalidad vimos que a pesar de que se le pone dinero al sistema hay más inseguridad que nunca. Se pensó que con dinero se iba a resolver. Comenzaron las detenciones a lo loco, luego se amplió el número de policías y más ejército, pensando que así se iba a solucionar. Cada vez hay más policías, más Ejército, más dinero y el problema va de mal en peor.

“Tenemos un sistema muy mal diseñado. Hace falta cambiarlo. Hace años, Layda Negrete diseñó con unos colegas una encuesta en el CIDE en la que preguntaban a los presos si había estado presente el juez en sus juicios y quién llevaba el control de su proceso. El 93% de las personas contestaron que cualquiera menos el juez estaba a cargo de la audiencia. En cambio, cuando metes una cámara, está presente el juez y modifica su comportamiento.”

–¿Qué demuestra el cambio de conducta ante la cámara?

–Que son los sistemas, las situaciones hacen que la gente actúe de determinada manera. El día que metimos la cámara al juzgado, dejaron de vender chicles y sacaron el horno de microondas de la sala de audiencia; quitaron a los otros 10 o 12 acusados que ponían al mismo tiempo para ser juzgados, en fin. Sin cámara el comportamiento en el recinto era pésimo y totalmente contrario a lo que uno esperaría en una oficina pública. La cámara ayudó muchísimo.

Para Negrete, la versión final del documental conlleva un llamado a la ciudadanía:

“Que se videograben los juicios; que se videograben los interrogatorios en sede policial y que se videograben y se hagan las líneas de reconocimiento. Nos parece que son lugares clave donde hay que iluminar, donde tendríamos que tener el mejor registro que la tecnología permita para poder auditar y evaluar el trabajo de nuestras autoridades.”

Su cónyuge Hernández agrega:

“Se deberían impulsar propuestas como las que propone este filme, pero hoy los mexicanos están metidos en una batalla de todos contra todos; de ricos contra pobres; de un partido contra otro, matándonos a tiros por las calles: narcotraficantes con policías y policías con tropas del Ejército.

“Debemos empezar a cooperar unos con otros y vamos a ver cómo nos cambia el destino para bien.”

Con el largometraje, apunta Negrete, “queremos sumar a ciudadanos a hacer estas propuestas técnicas que están basadas en las mejores prácticas y en la ciencia”.

–¿Qué urge cambiar?

–¡Todo!

“Desde cómo un policía –en el momento que hay un incidente– recaba los datos de las personas que están declarando. Que en lugar de hacerlo en una libretita o en un papelito utilice un formato preestablecido, estandarizado, para meterlo en una base de datos; que sus testigos sean localizables. Desde esas cosas muy de procedimiento hasta el diseño de los turnos de policías judiciales, el juzgado y todas sus reglas. Pero no queremos agobiar con eso de cambiarlo todo. ¡Elijamos!, y debemos pensarlo muy bien. Nosotros elegimos videograbar y aplicar la línea de reconocimiento.

 

El acusado

 

Antonio Zúñiga tenía 26 años cuando lo encarcelaron. Estuvo dos años y cuatro meses en el Reclusorio Oriente. Recuerda que fue en Iztapalapa donde, sin orden de aprehensión, los judiciales lo metieron a un auto Neón sin placas:

“Lo primero que pensé es que me estaban secuestrando. Me preocupé más porque no tenía dinero para pagar a los presuntos plagiarios; era seguro que me matarían. De pronto comencé a oír los radios y dije: ‘Son policías’. Les iba a decir que se equivocaron y que me dijeran de qué se me acusaba. Pensaba que iba a demostrar que no fui. Iba muy espantado y nervioso.”

–¿Los policías le pidieron dinero?

–Me hablaban de una fianza, pero ni siquiera me habían dicho cuál era el cargo por el que me habían detenido. Le decía a uno de ellos: “Explícame, tráeme la hoja donde me expliquen qué hice, ¿por qué me trajiste?, y ¿fianza de qué?”. Me respondían: “¿Cuánto tienes?”. Contestaba: “De veras no te entiendo, y es obvio que no traigo dinero en las bolsas”. Yo insistía: “Dime de cuánto es la fianza, qué hice, y de eso podemos partir”. Él me decía: “Bueno, yo te quise ayudar”.

El abogado Hernández interviene desde Estados Unidos:

“En México el homicidio se considera un delito grave y nuestro sistema no admite fianza. Era como una invitación a la corrupción.” 

Toño retoma la conversación:

“Nunca hubo un precio para la fianza, pero era obvio que iba a ser muy caro.” 

–¿Qué pasa cuando lo suben al carro?

–Me toman por la espalda; alcanzo a medio voltear; a partir de entonces ya no veo nada porque meten mi cabeza entre las piernas. Me llevaron a una especie de oficinas y me pararon frente a una pared. Me indican: “¡Allí quédate!”, me ordenan no voltear. No recuerdo cuánto tiempo estuve así, pero fueron horas con la nariz pegada a una pared. Me quedaba dormido de cansancio.

“Al final me incomunican dos días, sólo entraban a interrogarme y sus preguntas eran muy extrañas. Les seguía pidiendo que me explicaran. No me metían en los separos porque el chavo que me acusaba era el acusado antes que yo. Ya cuando estoy en los separos, la gente que está allí me decía: ‘Tú eres el del homicidio, porque el chavo que estaba aquí decía que habían matado a su primo; entonces salieron a buscar un culpable y regresaste tú’. Ahí supe algo, porque nunca me dijeron de qué se me acusaba.”

Y concluye: “Dos días después, estaba en el reclusorio”.  l

 

 

 

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