Frida, un cautiverio infame
Cometió el delito, la atraparon y la encarcelaron... y cumplió su condena. Pero esta mexicana, que pasó seis años tras las rejas en España por narcotráfico, fue sometida a agresiones y hostigamiento durante buena parte de su reclusión por haber denunciado una red de corrupción que permite a funcionarios penitenciarios españoles obtener favores sexuales a cambio de privilegios. El caso de Frida, sin embargo, no es el único y el escándalo ya detonó en la prensa hispana.
JAÉN, España, 16 de marzo (Proceso).- Mientras cumplía su condena por tráfico de cocaína, la mexicana Frida Villarreal Sandoval pensaba que era muy probable que la denuncia que formuló por abuso y acoso sexual, amenazas y agresiones que sufrió en el penal Alcalá Meco, en Madrid, terminara olvidada.
Frida fue víctima de la red de funcionarios corruptos que exigen favores sexuales a las presas, muchas de ellas mexicanas, colombianas o brasileñas detenidas por traficar drogas.
“Sexo a cambio de privilegios, de salidas anticipadas, alcohol o un trabajo remunerado”, cuenta a Proceso en una cafetería de esta ciudad andaluza.
Entre junio y julio de 2006, orillada por la necesidad de un trabajo, Frida accedió a la coacción de José María López Cerrada, encargado del área de mantenimiento del centro penitenciario, quien le prometió una plaza a cambio de un rollito (relaciones sexuales).
La mexicana Eva Marta Mijangos Viveros, condenada también por delitos contra la salud, fue la intermediaria. “Eva era la encargada de la tienda para las reclusas del módulo B-3; como paisana, ella me recibió cuando ingresé a este penal para explicarme cómo funcionaban las cosas entre las internas. En marzo de 2006 yo le platiqué que necesitaba un trabajo remunerado para enviar dinero a mis hijos en México.
“Me dijo que me acercara al jefe de mantenimiento del penal porque era quien daba el visto bueno para dar trabajo a las internas. Me confesó que por medio de él ella tenía muchos privilegios, como teléfono celular, vino y cosas prohibidas dentro de la prisión.
“Cuando me entrevisté con él me dijo que sí había un destino para mí, que entraría ganando 320 euros al mes, pero con la condición de tener un rollito. Me quedé como tonta, no le contesté y me retiré.
“Entre junio y julio, Eva me llamó a la tienda, donde estaba este señor, y me preguntó si quería el trabajo. Eva empezó a sostener relaciones con él y me invitó a unirme, pero yo no accedí. Entonces él me condicionó que si quería el trabajo o no.”
Finalmente Frida aceptó la coacción. Antes de retirarse, López Cerrada “me dijo que me esperaba por la tarde porque quería seguir, porque no estaba satisfecho. Yo no fui y Eva fue a mi celda y me gritó que cómo era pendeja”.
Su negativa se tradujo en una campaña de acoso y amenazas. “Un día lo abordé pidiéndole que ya me dejara en paz. Se rió y me dijo: ‘¿Estás consciente del suelo que estás pisando? No eres más que una delincuente y una basura mexicana’.
“Eva se sintió despechada porque él me seguía buscando y me empezó a insultar, a amenazar, incluso me agredió en el comedor. Las compañeras decían que Eva era la amante. Un día una colombiana, también detenida por drogas, me dijo al ver a Eva: ‘Ahí viene esta hija de puta’. Le pregunté por qué decía eso. Y me respondió: ‘Eva es la encargada de llevarle jovencitas a los funcionarios, tanto de cocina, al jefe de servicios y al de mantenimiento’.”
Frida confiesa que guardó silencio ocho meses “por vergüenza y por miedo a que me pasara algo”.
El 23 de marzo de 2007 pasaron un anónimo bajo la puerta de su celda: “Sudaca de puta (sic). Sigue mi puto consejo. No hablas (sic) mas tu puta boca, hija de perra. Suelen suceder accidentes”. Y remataba: “Puta mejicana (sic) de mierda”.
Entonces “me decidí a denunciar los hechos, pero una y otra vez me topé con la pared y el acoso, y las agresiones fueron más fuertes”.
Primero denunció el caso al jefe de servicios del penal, Enrique Moreno; luego al subdirector Bonifacio García. Ambos le daban largas. García le pidió que retirara sus acusaciones: “Si denuncias, la más perjudicada vas a ser tú”.
El director del penal, José Luis Cuevas Crespo, nunca atendió su denuncia. “Un día que acudí a recoger unos papeles, me los tiró al piso y me dijo que era una delincuente y una basura” y que por “sus cojones” no tendría el trabajo que pedía.
“En 2008, tras concluir un curso de panadería, a todas las internas les dieron trabajo menos a mí. Y cuando le pregunté al director me dijo que no lo tendría porque ‘yo sabía perfectamente lo que había hecho’.”
Los únicos que la escucharon fueron una funcionaria responsable de talleres y el capellán. El religioso le ayudó a llevar una carta de denuncia –y el anónimo que había recibido– hasta el administrador, y el caso llegó al Tribunal de Vigilancia Penitenciaria número 2, de Madrid, que luego de dar entrada al caso se inhibió para que lo atendiera una instancia superior, un juzgado de instrucción de la Audiencia Provincial de Madrid, que siguió el proceso contra los acusados.
Alta, de cabello negro y rondando con 50 años, Frida no puede contener el llanto. Añade: “Es mi experiencia en un penal de un país que se supone es del primer mundo”.
El pasado 14 de febrero, fecha de la entrevista con este semanario, Frida está a tres días de cumplir su condena; desde unas semanas antes pudo pisar la calle anticipadamente, gracias a los beneficios que por buena conducta le otorgó el sistema judicial español.
Con cierto alivio muestra al reportero el auto del juzgado de la Audiencia Provincial de Madrid que condenó a ocho años y medio a su agresor y a la otra reclusa mexicana, según fallo del 3 de diciembre pasado –y ampliado el 17 de enero–. Eva Marta fue señalada como responsable de escribir el anónimo en el que se amenazó a Frida, según el estudio pericial.
“Mula” del narco
Frida fue detenida en el aeropuerto de Barajas el 18 de febrero de 2005 tras bajar del vuelo 001 de Aeroméxico. La policía española descubrió alrededor de 8 kilos de cocaína en su maleta, que en las calles hubiera costado casi 266 mil euros, según el informe policial.
“Venía de México y en el aeropuerto de Barajas me detuvieron porque traía droga en la maleta. Era la primera vez que viajaba, la primera vez que salía de mi país y la primera vez que hacía esto.”
Desde 1985 hasta ese primer viaje como correo de droga hacia Europa, Frida perteneció a una “coordinadora de vivienda”, una asociación dedicada a “invadir predios en el DF, los que luego entregaban a familias y arreglaban la situación del predio con subsidios del gobierno del PRD”.
Pero “las malas amistades” le hicieron una apetitosa propuesta: “Me ofrecían 200 mil pesos por acompañar a una persona, transportando la droga. Me manejaron las cosas muy sencillas, y parecía que así era”.
Recuerda que el grupo de narcotraficantes, a cuyo cártel prefiere no identificar, tenía control absoluto del aeropuerto de la Ciudad de México. “Parecía que tenían a mucha gente implicada en el aeropuerto porque a mí me entregaron la maleta luego de pasar los controles, antes de subir al avión”.
Según la sentencia 115/2005 de la Audiencia Provincial de Madrid, en el control del equipaje la policía detectó paquetes rectangulares con droga dentro de una maleta y cerca ubicó otra, de similares características. También observó que en el control migratorio la propietaria del equipaje con droga era seguida por Miguel Ángel Díaz Rodríguez, quien recogió la otra maleta; por ello presumieron que éste la cuidaba, una práctica habitual en estos casos.
Los dejaron salir, pero vigilándolos. Afuera Frida y Miguel Ángel se reunieron en la parada de taxis, donde fueron detenidos. La policía descubrió que en sus celulares ambos tenían la anotación con un mismo nombre, “Alex”, con el mismo número, del que presumían era parte de la trama.
“Cuando llegué a Barajas creo que ya me tenían ubicada, porque la policía no tardó en dar conmigo y me dijeron ‘quedas detenida’. Yo venía con este hombre, con el que me enviaron, pero cuando lo detuvieron a él dijo que no me conocía. ‘¿Cómo que no me conoces, si venimos juntos?’, le dije”.
Ella decidió contar todo a la policía: El hotel y número de habitación donde debían entregar la droga. La sentencia para ella fue de nueve años y un día, y para él de nueve años y siete meses. Una reforma legal posterior permitió que la condena de ella se redujera a seis años.
“Nos enviaron al penal de Soto del Real, donde fui amenazada por Miguel Ángel. Me decía: ‘Si no confiesas que la droga es tuya, vamos contra tus hijos en México porque tenemos todos tus datos’. Incluso la abogada española de él –a la que no identifica– me dijo: ‘Si no te echas la culpa yo te voy a joder con 14 años encerrada’.”
En el centro penitenciario conoció a otros mexicanos que eran parte de la misma organización, “entre ellos una pareja traída por Miguel Ángel; la mujer, alta, rubia, era cantante y esposa de un cantante; los dos me dijeron que si quería denunciar, ellos podían declarar a mi favor”.
Pero por recomendación de su abogado no presentó acusación por esas amenazas, pues las autoridades podrían revirarle con un cargo más: delincuencia organizada.
Las autoridades penitenciarias entonces decidieron mandar a Miguel Ángel Díaz Rodríguez a la prisión de León, y a Frida a la de Alcalá Meco. Luego Frida supo que, en su primer permiso, su acompañante huyó de España para no enfrentar la sentencia.
El escándalo
Tras ocho meses en Soto del Real, Frida fue trasladada a Alcalá Meco el 20 de octubre de 2005. Ahí, además de Eva Marta “había otros dos hombres y una mujer mexicanos, que igual cayeron por transporte de drogas”.
Pero “en los seis meses siguientes llegamos a 22 mexicanas detenidas como mulas del narco en este penal. En 2006 hubo una oleada, muy jovencitas y muy guapas, menores de 30 años. Eva y yo éramos las más viejas. Recuerdo a tres hermanas detenidas al bajar del mismo vuelo. Yo me encargué de darles el recibimiento, porque Eva era muy prepotente y orgullosa”.
En 2005, cuando detuvieron a Frida, había 140 mexicanos presos en España por tráfico de drogas. Luego empezó una etapa de crecimiento: 210 en 2006, 268 el año siguiente y 282 en 2008. A partir de 2009 empezó a bajar el número de capturas en los aeropuertos de Barajas y El Prat, en Barcelona según una ficha consular a la que este semanario tuvo acceso.
Si bien en enero de 2010 había 300 mexicanos, muchos estaban internados desde antes. Ese mismo año 40 cumplieron su condena y la cifra bajó a 260. Los datos del mes pasado indican que hay 250 mexicanos en prisiones españolas: 65% son varones. Sus edades van de 20 a 50 años y a la mayoría la capturan en su primer viaje.
Les ofrecen de mil a mil 500 dólares por transportar la droga y habitualmente la esconden en el equipaje, en la ropa, pegada al cuerpo, o incluso la tragan en globos o condones.
Normalmente estos mexicanos reciben apoyo consular. Pero Frida asegura que en 2008 habló con el entonces cónsul de México en España, Carlos López Estrada, quien le negó la ayuda.
“En vez de apoyarme, el cónsul me dijo: ‘Si te ayudo a ti, me cierran las puertas para otros casos’. Le respondí: ‘No me diga eso. Soy mexicana, sé que cometí un delito, pero no puedo permitir tantas agresiones’. Me dijo: ‘Soluciona tus problemas’ y se fue.”
En noviembre de 2009, cuando llegó la actual cónsul, Guadalupe Sánchez, las cosas cambiaron. “No sólo caminó mi caso, sino el de otras mexicanas”, afirma.
Por razones de seguridad, Frida fue llevada a la prisión de Jaén el 7 de diciembre de 2009. Ahí terminó su sentencia.
No obstante, la “red de alcohol y sexo” de Alcalá Meco salió a la luz cuando el periódico 20 Minutos difundió, el 23 de abril de 2010, los pormenores de un informe que describía otro hecho denunciado por una funcionaria.
La noche del 31 de diciembre de 2009 una celadora descubrió a un compañero que introdujo alcohol en la prisión y lo consumió con varias internas en una celda. “¿Por qué no se toman medidas con estos casos recurrentes, que todos los mandos y jefes de servicio conocen, y no hacen nada?”, concluía el reporte fechado el 4 de enero, pero el director Cuevas tardó dos semanas en entregarlo a sus superiores.
Hubo otro incidente en abril: un celador fue descubierto luego de pasar largo rato con dos internas dentro de una celda.
El 24 de abril, Mercedes Gallizo, secretaria general de Instituciones Penitenciarias, anunció la destitución del director Cuevas, del subdirector García y de un administrador, así como acciones administrativas contra dos funcionarios más por “comportamientos manifiestamente deleznables”.
Frida dice que su denuncia, largamente desatendida, fue utilizada para robustecer las acusaciones contra los directivos del penal, a raíz de la denuncia de la celadora, la cual presentó un informe porque uno de los funcionarios participantes era su propio esposo. “Usaron mi denuncia para darle más fuerza a todo esto; si no, no hubiera sucedido nada”.
Gallizo prometió “mano dura” contra esa red, pero Frida le reprocha que no haya dicho nada de su caso “ni el de la brasileña Daiane Laurindo da Silva que se suicidó en su celda en marzo de 2008, acosada desde que entró a prisión; ni de una joven gitana, encontrada muerta por sobredosis, en cuya celda encontraron bolsas de droga y joyas, motivo por el que prohibieron que las internas llevaran alhajas, porque se usaban para el intercambio de drogas”. l