Sacerdocio de alto riesgo

miércoles, 20 de abril de 2011 · 01:00

En lo que va del sexenio, 12 sacerdotes católicos han sido asesinados presuntamente por el crimen organizado, según el informe de una congregación religiosa. La Iglesia mexicana asegura que los cárteles de la droga ya controlan a muchas autoridades gubernamentales y policiacas, y ahora van por la vertiente espiritual: intentan doblegar a las eclesiásticas. Por lo pronto, muchos templos del país han cambiado sus rutinas: no abren las puertas principales, instalan cámaras de vigilancia, acortan las misas y eliminan los servicios nocturnos.

MÉXICO, DF., 20 de abril (Proceso).- “¡Fuego!, ¡fuego!”, gritaban los vecinos al ver en llamas el portón de su parroquia. Corrían sin ton ni son, desesperados. Algunos atinaban a ir por cubetas de agua. Para ellos el templo había sido una especie de refugio ante los embates del cártel de Sinaloa que desde hacía varios días les exigía abandonar su pequeña comunidad, El Porvenir, en el municipio chihuahuense de Práxedis G. Guerrero.

De sus 3 mil habitantes sólo quedaban unos 200. Éstos eran alentados por su párroco, Salvador Salgado, a quedarse y proteger su patrimonio. Ahora el cártel de Sinaloa le daba un escarmiento al cura.

Unos sicarios llegaron al templo del Sagrado Corazón, lo rociaron de gasolina y le prendieron fuego. La espesa humareda se elevaba sobre el caserío confundiéndose con lo negro de la noche del 2 de abril del año pasado. Era Viernes Santo y los pocos habitantes de El Porvenir acababan de recordar la crucifixión de Cristo.

“Esto lo veo como una advertencia… de que nos vayamos todos de aquí. Piensan que al quemar el templo se irá toda la gente”, decía Salgado. Se refería sobre todo a los volantes escritos a máquina que circularon ese día y les advertían: “Tienen unas horas para salir. Atentamente: el cártel de Sinaloa”.

Como éste, muchos otros sacerdotes rurales sufren amenazas, extorsiones e incluso han sido asesinados por el crimen organizado o por la ola de violencia que recorre al país.

 

Doce ejecuciones

 

En lo que va del gobierno de Felipe Calderón ya han asesinado a 12 sacerdotes; 162 fueron amenazados de muerte el año pasado y unos mil fueron víctimas de la extorsión, según un estudio que acaba de elaborar la Iglesia católica: Creciente agresión contra sacerdotes en México.

Manuel Corral, vocero de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el máximo organismo de la jerarquía católica, comenta con preocupación: “Los grupos del crimen organizado buscan amedrentar a todos. Ya tienen bajo su control a muchas autoridades gubernamentales y policiacas. Ahora intentan doblegar a las autoridades eclesiásticas, a todo religioso que pueda tener cierto liderazgo”.

–¿Cuál es su objetivo?

–Imponer su ley, estar por encima de cualquier autoridad. Obviamente que la Iglesia afecta los intereses de esos grupos al ponerse del lado de los desvalidos, de las viudas, los huérfanos o los migrantes, como lo pide el evangelio.

“Los sacerdotes son amenazados de muerte por su actividad de denunciar y buscar justicia. Ahí están los casos del padre Alejandro Solalinde, en Oaxaca, o del padre Pedro Pantoja, en Satillo, a quienes amenazan por defender a los migrantes. Como ellos hay muchos sacerdotes.”

Pese a que el reporte eclesiástico documenta 12 asesinatos de sacerdotes en el sexenio calderonista, Corral advierte: “No sabemos con exactitud cuántos sacerdotes han muerto, como tampoco muchas veces sabemos quiénes cometieron los crímenes ni por qué motivos. ¿Fueron miembros del crimen organizado? ¿Fueron delincuentes comunes? No lo sabemos a ciencia cierta”.

–¿Entonces no se ha detenido a los asesinos?

–Con los sacerdotes pasa lo mismo que con el resto de las personas asesinadas, la mayoría de los crímenes no se aclaran debido a una pésima procuración e impartición de justicia, como se denuncia en la película Presunto culpable, donde se dice que 98 % de los casos quedan sin sentencia. 

Creciente agresión contra sacerdotes en México fue elaborado por Gustavo Antonio Rangel y se difunde desde marzo en el portal del Centro Católico Multimedial (www.ccm.org.mx) de la congregación Sociedad de San Pablo, que auspició la investigación.

El estudio da cifras comparativas: señala que durante el sexenio de Ernesto Zedillo tres sacerdotes fueron asesinados y cuatro en el gobierno de Vicente Fox. Esta última cifra ya se triplicó en los poco más de cuatro años que lleva Calderón.

Las entidades con mayor incidencia de crímenes contra sacerdotes son el Distrito Federal, Chihuahua, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Hidalgo, Aguascalientes, Coahuila y Puebla.

La investigación también aporta cifras sobre amenazas de muerte, secuestro y extorsiones contra sacerdotes. Señala: “Sólo en 2010 más de mil sacerdotes han sido víctimas de intento de extorsión y cerca de 162 párrocos han sido amenazados de muerte”.

Abunda: “Los delincuentes, por un lado, solicitan dinero a cambio de dar supuesta protección a párrocos. Al mismo tiempo la amenaza va desde la quema del recinto sagrado, el secuestro o hasta el riesgo de ejecutar al religioso si no paga ‘la cuota’”.

Incluso revela las cantidades que se pagan como “cuotas” o por el rescate de sacerdotes secuestrados: “En el caso de extorsión, la cantidad alcanza en promedio 10 mil pesos; cuando se trata de secuestro puede llegar hasta 2 millones”. 

La investigación asegura que –de acuerdo con los registros de la Agencia Fides de la Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos– México es el “segundo país más peligroso para el sacerdocio en América Latina”, superado sólo por Colombia.

El documento detalla: “La tendencia de asesinatos la encabeza Colombia con 40 % en tanto México representa 15 % y Brasil se mantiene en 10 %”.

Indica que en México un importante “factor” que propicia los crímenes es que “el religioso realiza su ministerio sacerdotal en zonas de alto índice de inseguridad y choque entre el Ejército y efectivos policiales estatales contra grupos violentos del crimen organizado”.

Añade que “grupos aislados aprovechan la efervescencia de la violencia y eligen como ‘blanco de sus ataques’ a los religiosos; principalmente para sembrar miedo y zozobra en la grey católica. Lanzan amenazas de extorsión a sacerdotes y religiosos. Buscan apoderarse del control total de la comunidad y del templo”. 

 

Caso por caso

 

Menciona a los 12 caídos del clero, explicando la circunstancia de sus muertes:

En 2007, el religioso estadunidense Ricardo Junious, misionero de la orden de La Merced, fue golpeado y estrangulado en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la colonia San Rafael de la Ciudad de México. El religioso llevaba tiempo auxiliando a niños drogadictos y alcohólicos de la zona.

Ese mismo año Fernando Sánchez Durán, del templo de Santiago Tlaltepoxco, en Tepeji del Río, fue secuestrado y asesinado. Su cadáver se encontró cerca del vertedero de una presa. Se dice que fue ahorcado por dos personas.

También en 2007 fue ultimado Humberto Macías Rosales, quien oficiaba en el templo de Nuestra Señora de La Luz, en Aguascalientes. Viajaba en su vehículo cuando un desconocido se le acercó y le dio tres tiros en cuello y cara.

En mayo de 2008, Julio César Mendoza, párroco de Nuestra Señora de Fátima, en la delegación Venustiano Carranza de la Ciudad de México, fue atacado por dos sujetos que lo golpearon en la cabeza. Algunos vecinos lo auxiliaron y lo llevaron al hospital, donde murió.

En septiembre de ese año, en Los Reyes, Michoacán, murió Gerardo Manuel Miranda Ávalos, director del instituto Fray Juan de San Miguel. Entraba a ese colegio cuando un desconocido se le acercó y le disparó en el pecho. Se especula que fue un sicario de La Familia Michoacana.

El 13 de junio de 2009 en un paraje del municipio de Arcelia, Guerrero, fue asesinado el padre Habacuc Hernández Benítez, junto con dos seminaristas que lo acompañaban: Eduardo Oregón y Silvestre González. Los tres viajaban en una camioneta donde un grupo de matones –supuestamente sicarios del crimen organizado– los acribilló con armas de alto poder.

El 17 de febrero de 2010 José Luis Parra Puerto, vicario del templo de Asunción Sagrario Metropolitano, de la Ciudad de México, fue asesinado por dos gatilleros que lo interceptaron al salir de una reunión.

El 27 de abril de ese año fue muerto a golpes Florentino Carmona Méndez, en la parroquia del Espíritu Santo, de Xalapa, Veracruz. Los agresores lo asesinaron para robar el templo.

En julio del mismo 2010 fue encontrado amordazado y atado el sacerdote Carlos Salvador Wotto, párroco del templo de Nuestra Señora de las Nieves, en Antequera, Oaxaca. Tenía quemaduras de cigarro en los brazos y cortes en diversas partes del cuerpo. Lo asfixiaron poniéndole una bolsa de plástico en la cabeza.

El caso más reciente, el 22 de febrero de este año, fue el de Santos Sánchez Hernández, párroco de Mecapala, Puebla. Lo mataron a machetazos en la casa parroquial. Se dedujo que el motivo fue el robo. 

En entrevista con Proceso, el autor del reporte, Gustavo Antonio Rangel, aclara que hay un subregistro de casos: “No todas las comunidades reportan sus casos y muchas personas prefirieron guardar reserva. Es entendible su situación pues tienen temor a represalias. Pero yo seguiré investigando y haciendo labor de convencimiento”.

–¿Actualizará después su reporte?

–Sí. Y seguramente en mi próximo reporte saldrán a relucir más nombres.

Rangel señala que recopiló su información de las páginas web de las distintas diócesis mexicanas y de la agencia vaticana Fides, que elabora informes semestrales. Pero principalmente, dice, hizo trabajo de campo entre los fieles y los agentes de la pastoral.

“La fuente primaria es la feligresía, porque es la que padece directamente el problema. Sabe qué grupos afectan a su parroquia y quiénes hostigan a los sacerdotes. Incluso esa información muchas veces no llega ni siquiera a oídos del obispo.”

 

Medidas de protección

 

Egresado de la Universidad Salesiana, donde estudió comunicación, el investigador laico comenta que el Vaticano está al tanto del problema, ya que recibe reportes de los obispos y de la nunciatura apostólica en México. Parte de esa información la da a conocer a través de la agencia Fides. “Hay una dinámica de retroalimentación”, dice. 

Recalca que los asesinatos, secuestros y extorsiones pueden darse por cuestiones meramente económicas o bien porque así gana más poder la delincuencia organizada: “Por lo general en las zonas centro y sur del país es por motivos económicos pues se piensa que el sacerdote tiene dinero y es secuestrable. Pueden inclusive entrar a los templos y robar piezas de arte sacro y cepos con limosnas.

“Creo que esto fue lo que sucedió con el reciente secuestro del padre Benito Leobardo Arroyo, en Tehuacán, Puebla. Los secuestradores pidieron 2 millones de pesos por su rescate, de lo contrario, amenazaban con cortarle la cabeza y arrojarla a las puertas de la catedral de Tehuacán. El obispo de esa diócesis, Rodrigo Aguilar, tuvo que salir a mediar. Logró rescatar a su sacerdote. 

“En cambio en la zona norte la situación es distinta. Ahí los grupos de la delincuencia atacan a los sacerdotes y a los templos porque saben que son un punto de referencia. Al golpear su fe, haces a la gente más vulnerable y demuestras que ni siquiera lo sagrado te detiene.”

–¿Qué medidas toma la Iglesia para protegerse?

–Eso también depende de cada zona. En el norte, por ejemplo, las puertas principales de los templos están cerradas. Operan por la oficina parroquial, por la puerta de atrás.

“En esa y otras zonas también se suprimieron las misas nocturnas para no exponer a los fieles. Es peligrosísimo que anden de noche. Además se acortó la duración de las misas. Nada más se da la liturgia… ¡y vámonos!

“Desde 2007 en León y Querétaro se determinó mantener cerrados los templos, pero esta medida se debe en gran parte al robo de arte sacro y a la delincuencia común. 

“Tengo también reportes de parroquias que han instalado sistemas de circuito cerrado para ver quién entra y sale. Estas medidas de seguridad no se habían aplicado antes.”

Sobre este punto Corral refiere que estas medidas son tomadas por el obispo de cada diócesis, dependiendo de la situación local.

“Los sacerdotes y los fieles viven en constante peligro en Chihuahua, Tamaulipas, Durango o Nuevo León. Obviamente los obispos de esos lugares determinaron solamente oficiar misas durante el día. Cada obispo toma sus medidas de acuerdo al lugar y al contexto. 

–La Iglesia siempre ha sabido aprovechar a sus mártires, ¿por qué ahora no les da ese rango a sus sacerdotes asesinados?

–La Iglesia siempre ha tenido mártires, acabamos de celebrar un aniversario más del asesinato de Óscar Arnulfo Romero. Pero en este caso no necesitamos mártires, sino transformar la conciencia de la gente. La Iglesia tiene que ser más propositiva y menos reaccionaria.

–¿El episcopado apoya a Calderón en su lucha contra el narcotráfico?

–¡Por supuesto! Estamos de acuerdo con el fin al cien por ciento, pues México reclamaba una acción pronta ante el deterioro del tejido social ocasionado por el narcotráfico. Sin embargo hay algunos obispos que se oponen a los métodos del gobierno para alcanzar ese fin. Entre ellos, los obispos de la provincia eclesiástica de Chihuahua, quienes dicen: “No vemos ninguna solución con el Ejército en las calles, sino al contrario, vemos que la delincuencia ha aumentado”.

–El narcotráfico ha penetrado las estructuras de gobierno, la policía y el Ejército. ¿Ha penetrado también la Iglesia?

Corral levanta el brazo derecho, extiende la palma de la mano y contesta en son de juramento: “Con la Biblia en la mano puedo asegurar que ningún sacerdote y ningún obispo, consciente de su misión, se dejaría sobornar por el narcotráfico”.

 

 

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