La canción del amor y de la muerte... Alma Reed y Felipe Carrillo Puerto

martes, 17 de enero de 2012 · 20:09
1.- Peregrinaciones Los años veinte mexicanos fueron la década de los grandes amores: Nahui Olin y el Dr Atl, Lupe Marín y Diego Rivera, Antonieta Rivas Mercado y José Vasconcelos. Sólo una pareja de estos años trascendió como tal a la imaginación popular, quizá porque nada más ellos dos tuvieron una canción que en modo alguno ha muerto: Peregrina. Hoy se canta como bolero; fue en principio una danza, una habanera compuesta por Ricardo Palmerín con letra modernista de Luis Rosado Vega. Los autores desaparecieron. Si se le pregunta, la mayor parte de la gente dirá que fue hecha directamente por Felipe Carrillo Puerto para declarar su amor a Alma Reed. 2.- Chan Santa Cruz Felipe Carrillo Puerto es en 2012 un municipio de Quintana Roo. Alguien lo llamó así para honrar al mártir del socialismo mexicano y en el sitio que fue la ciudad sagrada de los mayas: Chan Santa Cruz. El Porfiriato libró dos grandes guerras indias: la primera, en el norte, contra los indomables yaquis, sólo fue paradójicamente terminada por los mismos generales que hicieron la Revolución. La segunda, contra los mayas, no fue concluida hasta 1902 cuando el ejército porfiriano tomó Chan Santa Cruz. El hecho fue celebrado como un triunfo de la civilización y el progreso sobre nuestra barbarie primigenia. Allí finalizó también la gran rebelión indígena que estuvo a punto de hundir en el mar a los blancos, ocupó toda la península de Yucatán y sólo les dejó su capital, Mérida, y su puerto, Campeche. (No se separarían hasta 1857.) La llamada Guerra de Castas se iba a prolongar medio siglo en los bosques del sur. Los “héroes” de esta victoria fueron el general Ignacio A. Bravo y el coronel Victoriano Huerta. Díaz separó Quintana Roo de Yucatán y nombró su procónsul a Bravo. Bajo su mando la región se volvió una colonia penitenciaria: la Siberia mexicana. Ya cuando usurpaba la presidencia Huerta designó al viejísimo general Bravo (nació en 1835, se distinguió en la guerra contra Maximiliano y los franceses) jefe de la División del Nazas. Pancho Villa lo venció por completo y Bravo tuvo que huir a los Estados Unidos. 3.- El socialismo en Yucatán La derrota de 1902 ahondó la esclavitud de los mayas, víctimas de los hacendados blancos integrantes de la que fue designada como la “Casta Divina”. Del mismo modo que el boom mundial del palo de tinte, indispensable para colorear las telas, fue aniquilado por la invención de las anilinas, el henequén, que se empleaba en todo el planeta para atar las cosechas, se minimizó con la aparición de la máquina trilladora de McCormick. En estas condiciones de crisis el general sonorense Salvador Alvarado llegó a Mérida en tiempos de Carranza como gobernador y comandante militar de Yucatán. Entre 1915 y 1918 Alvarado promulgó leyes a favor de los campesinos y de los obreros, fundó escuelas y combatió el alcoholismo y la prostitución. Dos de sus principales colaboradores fueron Felipe Carrillo Puerto y su hermana Elvia, a quien Monique Lemaitre ha llamado en su libro biográfico La Monja Roja del Mayab y es una de las indiscutibles fundadoras del feminismo mexicano. Venustiano Carranza se alarmó ante el radicalismo de Alvarado y lo privó de todos los poderes que le había dado. El vacío que dejó el sonorense no tardó en llenarlo Carrillo Puerto. Presidente del Partido Socialista del Sureste, en 1922 fue electo gobernador de Yucatán. Pronunció su primer discurso en maya, repartió tierras con el imbatible argumento de que sus legítimos propietarios eran los indios, restauró el sistema comunitario original (había sido colaborador de Zapata en Morelos), construyó caminos, inició el salvamento de algunos sitios arqueológicos para recordar a los mayas su antigua grandeza, fundó escuelas, creó la Universidad, prosiguió la lucha de Alvarado contra el alcoholismo y la prostitución, alentó la posibilidad de que las mujeres pudiesen ser elegidas diputadas… Con todo ello, como es natural, se ganó el odio de la Casta Divina que conspiró sin tregua para derrocarlo. 4.- Junto al cenote sagrado Alma Reed (1889-1966) nació en San Francisco, California. Desde muy joven sobresalió en el periodismo por su defensa de los desamparados. En 1921 salvó la vida de Simón Ruiz, un adolescente mexicano acusado de asesinar a su patrón y logró que las leyes californianas prohibieran la ejecución de menores de edad. El New York Times la contrató para cubrir una expedición a Yucatán que presidía William Barclay Parsons, constructor del Metro de Nueva York. Entre los objetivos del viaje figuraba honrar al arqueólogo Edward Thompson quien desde 1885 había explorado Chichén Itzá. En l890 Thompson recibió una donación de Allison Armour, poderoso carnicero de Chicago, y ¡por 75 dólares! compró los terrenos en que se alza la gran ciudad maya. En secreto Thompson envió por valija consular al museo Peabody en Boston las maravillas de oro y jade que encontró en el cenote. Alma Reed describió este saqueo y propició que México reclamara una devolución de los tesoros hurtados a su patrimonio cultural. El proceso ha sido tan lento que aún no concluye. Junto al cenote sagrado la periodista conoció al gobernador de Yucatán. El enamoramiento fue instantáneo. Carrillo Puerto rompió otro tabú: divorció de su esposa y concertó su boda con Alma Reed para enero de 1924. 5.- La rebelión delahuertista En 1920 el ejército constitucionalista se rebeló contra Carranza. Tras el asesinato en Tlaxcalantongo llegó al poder el triunvirato sonorense: Obregón, Calles y el único civil, Adolfo de la Huerta. Presidente provisional que entregó todo el poder al nuevo caudillo, De la Huerta fue con él secretario de Hacienda. Por razones ignoradas eligió como residencia y oficina la Casa del Lago que había sido el Automóvil Club de los porfirianos. Al acercarse las elecciones de 1924 quedaron enfrentados Calles y De la Huerta. Se iba a romper el grupo sonorense y a dispersarse el Ateneo de la Juventud. Vasconcelos rompió con el mentor Henríquez Ureña, Reyes y Torri quedaron entre dos fuegos y don Pedro se fue para no volver nunca al país que tanto le debe. Martín Luis Guzmán visitó en la Casa del Lago a De la Huerta y vio sobre su escritorio un borrador de renuncia escrito por su secretario Froylán Manjarrez. Publicó la noticia en su periódico El Mundo y con este simple hecho deshizo el triunvirato sonorense. De la Huerta tuvo que refugiarse en Veracruz y allí se enteró por El Dictamen de que muchos generales se habían alzado en armas y llamaban a su movimiento “la rebelión delahuertista”. El desdichado rebelde involuntario se borra en las historias populares que lo llaman “general”, título que nunca ostentó, y suelen confundirlo con Victoriano Huerta. Como secretario de Hacienda se oponía a los Tratados de Bucareli que firmó el ministro de Relaciones Exteriores Alberto J. Pani, a fin de que Washington reconociera al gobierno obregonista. Consideró que los convenios vulneraban la soberanía y echaban por tierra la Constitución. Pero gracias a ellos Obregón tuvo el apoyo estadunidense para hacer frente a los generales con los que había triunfado en la guerra civil. Tomó el mando supremo de lo que quedaba de su ejército y en una campaña brillantísima ahogó la rebelión en sangre y fuego. La batalla decisiva la libró en Ocotlán. Allí derrotó a Alvarado que poco después iba a encontrar la muerte por traición. Don Jesús Silva Herzog considera al movimiento delahuertista la gran purga de generales. Murieron en ella casi todas las grandes figuras militares, en particular quienes habían hecho posible la gran victoria de Obregón sobre Villa. Aun con la simpatía que nos inspira De la Huerta, es imposible deslindarlo del asesinato de Carrillo Puerto. Si bien lo condenó desde Veracruz, no tardó en nombrar gobernador de Yucatán al responsable del crimen, Ricárdez Broca, poco antes de que Obregón arrojara a De la Huerta casi literalmente al mar. 6.- Alma Reed y la pintura mexicana Los amores entre el líder yucateco y la periodista estadunidense duraron unos cuantos meses, pero ella le guardó luto toda la vida. Su forma de amarlo más allá de la muerte fue impulsar la pintura mexicana. Gracias a Alma Reed Orozco pintó sus grandes murales estadunidenses y mediante la galería que abrió en Nueva York impulsó a muchos otros de nuestros artistas como el entonces muy joven Rufino Tamayo. Escribió incansablemente libros y artículos sobre México. En 1950 volvió al país y vivió 16 años en su modesto apartamento de Río Elba 53. Aunque fue recompensada con el Águila Azteca sus condiciones eran tan precarias que sus cenizas quedaron embargadas en Gayosso por falta de pago. La rescató Pablo Bush Romero y como gobernador Carlos Loret de Mola cumplió la promesa de que la urna fuera depositada en el cementerio de Mérida, cerca de la tumba de Carrillo Puerto. Alma Reed tuvo la suerte póstuma de que un investigador, Michael K. Schuessler, la salvara de ser nada más la protagonista de una canción. Encontró sus Memorias, las publicó con el título de Peregrina / Mi idilio socialista con Felipe Carrillo Puerto, libro aparecido en 2006 con un prólogo de Elena Poniatowska, y por si fuera poco halló en una bolsa de henquén la correspondencia que acaba de salir en la serie “Memorias Mexicanas” (Dirección General de Publicaciones, Conaculta): Tuyo hasta que me muera… Epistolario de Alma Reed (Pixan Halal) y Felipe Carrillo Puerto (H’Pil Zutulché). Marzo a diciembre de 1923. Para darnos este libro Schuessler tuvo la colaboración de Amparo Gómez Tepexicuapan. La traducción del inglés la hizo Ileana Villarreal Jirash. 7.- La intimidad de los muertos Estas cartas forman de verdad una correspondencia porque, caso excepcional, hay todos los testimonios de ambas partes. Conmueven por su sencillez y su sinceridad. Engendran el sentimiento de intrusión. Estamos violando la intimidad de los muertos, leyendo algo que no se hizo para nuestros ojos. Emociona en particular el esfuerzo de ambos por escribir en el idioma del ser amado. Alma Reed se dirige a su “dragonito encantadoro” (la Casta Divina llamó a Carrillo Puerto “El Dragón Rojo con ojos de jade”) y él traduce el nombre de la amada como Pixan Halal y firma como H’Pil Zutulché o sea “Felipe, el madero que gira.” Los amores fueron sobre todo epistolares y al parecer sólo hallaron unos días de unión física en Nueva York. Todo es sorprendente en la privacidad de esta correspondencia. Como siempre, lo romántico deja de serlo si lo examinamos de cerca. Alma Reed ironizó un poco sobre el lirismo de Rosado Vega: “Ciertamente, la gente no va a creer que mis mejillas estén encendidas de arrebol ni que las avecitas chillen cuando me ven”, pero reconoció que la canción en español es muy hermosa. Las últimas líneas de Pixan Halal, un mes antes del asesinato de H’Pil Zutulché, se leen hoy como el epílogo más triste a su pasión interrumpida: “Estoy muy ocupada con muchas cosas en preparación de nuestra vida común, y yo estoy lista para mi tierra tropical o cualquier otra parte del mundo, si es contigo. Tuya –hasta pan y posole, hasta guerra o otra calamidad, tu periodista India.” JEP

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