Omar Chávez: una vida de claroscuros

jueves, 26 de enero de 2012 · 20:28
A Omar Chávez le pesa demasiado la sombra de su padre, el excampeón mundial Julio César Chávez. Los contratos, la difusión y la fama le llegaron por su apellido, pero su juventud e inexperiencia ya le pasaron factura: hace poco más de un mes perdió su condición de invicto en peso welter, por lo que su carrera pugilística está comprometida. En entrevista sostiene que remontará el camino cuesta arriba. Confía en emular a su hermano, campeón mundial de peso medio, ahora que su progenitor –gracias a un tratamiento hospitalario– lleva más de un año sin consumir cocaína y puede asesorarlo sin gritos ni exabruptos. CULIACÁN (Proceso).- Apasionado por las discotecas, los antros y las mujeres, Omar Chávez Carrasco acostumbra pasearse por las calles de esta ciudad con un grupo de amigos en su flamante auto deportivo con música de banda a todo volumen. Este joven pugilista, hijo de Julio César Chávez, no conoce de penurias ni privaciones. “Mi apá nos compraba todos los juguetes que quisiéramos. En Navidad todo el primer piso de una casa grandísima estaba repleto de regalos. Nos regalaba toda una juguetería”, recuerda. A sus 22 años el mundo de Omar, el segundo de tres hijos varones del excampeón mundial, transcurre entre lujos y viajes. Cuenta con chofer y un asistente, pero arriba del ring no se le ve satisfecho con su trabajo. En la carrera de Omar hay claroscuros. Asegura que su vida ha sido muy agitada y que disfrutó su infancia “a medias”. En su camino se entrelazan lo mismo simpatías que rechazos, odios, rencores, indisciplinas y la lucha por ganar el reconocimiento general en el boxeo, ámbito en el que los reflectores los acapara su hermano mayor, Julio César hijo. Afirma que su meta principal es destacar en el boxeo y para ello buscará recomponer el rumbo y dejar atrás la indisciplina y el “destrampe”. Comenta que se dedicó al pugilismo porque no tuvo otra posibilidad: “No sé hacer otra cosa más que boxear y la escuela nunca me gustó”, se justifica. También plantea que ya superó el trauma que le ocasionó la muerte de su contrincante Marco Nazareth, en julio de 2009. Es paradójico que Omar, quien busca ser campeón mundial, como lo han sido su padre y su hermano, no puede recibir golpes en la cabeza debido a una meningitis que le detectaron a los cinco años. Desde entonces los especialistas le realizan estudios clínicos, por lo menos una vez al año para evitar complicaciones. El viernes 13 por la tarde Omar recibió al reportero. Comenta que no le ha sido fácil hacer una carrera debido a la sombra de su padre: “Tiene sus dos lados: es pesado y difícil porque la gente siempre nos ha exigido de más. A mí me televisan desde mi primera pelea profesional. He sido exhibido ante la vista de todos a muy temprana edad gracias al apellido. Han visto todos mis errores, defectos y virtudes, pero también tengo el apoyo de los medios de comunicación, que sin el apellido no hubiera sido posible. “Al principio subía al ring, peleaba y quería quedar bien con todo el mundo: con mi apá, con el público, con todos. Ahora me preparo más por mí. Lo principal es ganar y pasar la prueba. Y luego, si se puede, gustar, sólo que ahora los adversarios son más duros y es difícil preocuparse por más cosas.” –¿Conseguiste quedar bien con todos? –A veces sí, pero también se me criticó cuando me cansé y me vi mal. Entendí que no iba a quedar bien con la gente cuando quería que todo mundo hablara bien de mí; vi que eso era imposible. Siempre habrá críticas, siempre habrá cosas malas. Es lo que genera el apellido Chávez. El reto   Hasta hace algunos años Omar era poco conocido. Su padre lo subía al ring al lado de su hermano Julio César y fue así como la afición comenzó a conocerlo. Ahora, el novel boxeador fija su postura ante el prestigio y la trayectoria de su padre: “Es muy diferente: mi apá llevaba el nombre de México y peleaba por el país. La gente así lo miraba y él también así lo sentía. Tuvo 30 o 40 peleas sin que supieran de él. Destacó al coronarse campeón, en la pelea contra Mario Azabache Martínez. Con mi papá fue otro tipo de presión por tratarse de una figura mundial. Para nosotros ha sido distinto. Él es de otro nivel. “Mi hermano carga más con el apellido porque es Julio César Chávez Jr., y lo miran más como referente. A mí también me ven como el hijo, pero mi hermano acapara las atenciones. Para mí es más fácil que me comparen con Julio que con mi apá.” La residencia familiar, ubicada en la Industrial Bravo, aún luce la decoración navideña. La sala fue acondicionada como un recinto en el que se exhiben todos los cinturones, trofeos y reconocimientos de los hermanos Chávez Carrasco; sobre todo destacan los de Julio César hijo. “Julio es el que tiene más reflectores –reconoce Omar–, porque es el campeón del mundo, el invicto y el que lleva el nombre de mi padre. Bien por él que está haciendo bien las cosas, se lo merece. Hay que echarle ganas y vencer en las peleas para que la gente se fije en uno. Quiero ser alguien en la vida y en el boxeo. Deseo tener el apoyo de toda la gente y eso únicamente se consigue a base de trabajo y de buenas actuaciones. Es lo que vamos a tratar de hacer.” –¿Entre Julio César Jr., y tú existe competencia? –Sí, pero es una competencia sana. Veo que a mi hermano le está yendo bien, es campeón del mundo y yo también quiero serlo. Ojalá que Julio sea el mejor peleador del mundo y le vaya bien en la vida. No me quiero quedar atrás; tengo que echarle ganas porque si mi hermano pudo, pues ahora me toca a mí. A su padre, su modelo a seguir en el boxeo, le aprendió apenas un par de golpes. La razón: “Mi hermano y yo nos la pasábamos viendo los videos de mi papá en casa. Como dice mi hermano: ‘mi apá fue nuestro maestro sin estar ahí’. Le aprendí algunas cosas, pero ahorita ya no puedo verlo entrenar, ya no puede hacer nada mi apá. En este momento le aprendo más cosas a mi hermano”, afirma Omar. Dice que de su progenitor aprendió el gancho y la derecha. “Nos gustaba cómo los tiraba. Fue lo poquito que le rescaté de tanto verlo y practicarlo. Pero no estuvo en el gimnasio para que me dijera: ‘párate así y tira la derecha de este modo...’. Hubiese podido hacerlo, pero no lo hizo. De todos modos le aprendimos. Ahora nos dice que hay cosas en las que nos parecemos a él”. En muchas ocasiones, apunta Omar, Julio César Chávez causó polémica cuando iba a su esquina para darle instrucciones. “Eso ocurría cuando mi apá andaba mal. Se subía al cuadrilátero y gritaba. En lugar de ayudarme me perjudicaba. En ese momento no era un apoyo. Entonces me preocupaba por mi apá, por el rival, por el público y por otras cosas. “Ahora, gracias a Dios, llega a subirse a la esquina para darme consejos y ya lo tomo más en cuenta. Antes gritaba y no le hacía caso, simplemente hacía mi pelea y escuchaba a mi entrenador. En ocasiones mi apá quería cambiar el plan de la pelea y gritaba; sin embargo, muchas veces no sabía la estrategia que habíamos trazado. En ese momento no ayudaba, la verdad.” –¿Alguna vez le pediste que dejara de aparecer en la esquina? –Se lo llegué a decir, pero no entendía. Nos respondía: ‘Ustedes deben hacerlo así’. Ahora ya podemos hablar bien con él y ya le ponemos atención en todo, porque ya está haciendo todas las cosas bien. Salida del infierno   Dice Omar que la rehabilitación de su padre en una clínica especializada para tratarse su adicción a la cocaína fue fundamental para que también haya mejorado como analista de boxeo: “Ha aprendido porque al principio no sabía mucho; simplemente daba su opinión. A veces no hacía las cosas bien, por lo mismo de su enfermedad. Ahora le está saliendo lo positivo”. Apenas en septiembre pasado, Julio César Chávez reconoció en una entrevista con TV Notas el camino que tuvo que recorrer para superar sus problemas de adicción a la droga. “Hubo descuidos en mi carrera. Lo tenía todo: fama, dinero, mujeres, y busqué el escape más fácil: caí en las drogas... una vez estuve a punto de matarme con una pistola, nada más que se trabó... siempre probé la cocaína. Empecé a consumirla en 93, cuando le gané al Macho Camacho. Fueron muchos años consumiéndola. A veces paraba; entre pelea y pelea se fue haciendo costumbre y a veces faltaba una semana para el combate y ya consumía; ya me había ganado. Por las drogas tuve muchos problemas con Amalia, con Don King, con Hacienda.” Los excesos le cobraron factura a este hombre considerado el mejor peleador de México y uno de los 50 mejores del mundo. “Yo no leí esa historia, yo la viví. Me da miedo experimentar esa vida que te puede llevar al suicidio. También veo que puede servir de ejemplo para demostrar que es posible salir y superar ese problema. Sí está mal, la usó y todo, pero ya no podemos hacer nada ante eso. Hay que ver que ya no la está haciendo. Que le sirva de motivación a la gente para que se aleje de las drogas, que no llevan a nada bueno. “Muchas personas no salen y terminan muertas. Me siento orgulloso porque hasta ahorita ya lleva más de un año limpio. Eso para mí es lo importante, ya que veo que es dificilísimo. Qué bueno que mi apá está en rehabilitación y puede servirle a mucha gente de esperanza”. –¿Qué hizo reflexionar, recapacitar, a tu padre? –Yo lo veía cansado, harto, pero tenía el vicio muy arraigado. Aunque deseaba dejarlo, sus amigos y el entorno no se lo permitían. Fue entonces que se le internó en la clínica. De seguro fue algo en su interior que le dijo: ‘hasta aquí’. –¿Es verdad que intentó suicidarse? –Sí, pero yo no lo vi. Lo hizo durante uno de sus encerrones. A lo mejor estábamos en nuestros cuartos y tal vez intentó hacerlo cuando estaba con sus amigos, solo o muy triste. –¿Qué recuerdas de esos momentos difíciles? –Muchos pleitos, y a veces miedo de que fuera a suicidarse. Sabía que podía hacerlo en cualquier momento porque andaba mal y me daba mucho temor. Muchas veces le llegué a pedir que recapacitara, pero no podía. Era difícil. Como te digo: no podía... “Hubo un momento en que ya habíamos perdido toda esperanza de recuperarlo. Decía: mi apá va a seguir así, así va a estar y así va a morir. Un día también se lo dije, y gracias a Dios parece que va por buen camino. Esta adicción destruye a toda la familia. “Mi vida siempre ha sido muy agitada. Toda mi vida la he experimentado en partes: debuté a los 16 años, me la llevaba fuera: en Toluca, en la Ciudad de México, en Big Bear, en California, entrenando acá y allá. Nunca he estado en una parte por mucho tiempo. Tampoco tuve mucho tiempo para disfrutar mi infancia. Iba de arriba para abajo; me la viví enfermo en los hospitales: tuve meningitis y estuve a punto de morir a los cinco años. Fue un año de crisis. Me fui a checar a Estados Unidos. De hecho tengo que ir a cada rato, pero ya no voy, y me prohibieron que me pegaran en la cabeza.” –Pero boxeas, a pesar de la prescripción médica –acota el reportero. –Ya estoy bien. Me han hecho de todo. En Las Vegas me realizan exámenes y me permiten pelear. Si me saliera algo no pelearía. El especialista que me atendió me dijo que siempre tenía que ir a checarme, y cada vez que peleo me hacen resonancia en la cabeza y me analizan todo. “Disfruto el boxeo, pero también he pasado momentos difíciles: el divorcio de mis padres, o el más difícil de todos: la muerte de Marco Nazareth. Fue algo que nunca imaginé. Me afectó mucho. Por la mente me pasó: ¿Fui culpable, qué hice? Lo que me ayudó fue que los padres de Marco siempre me dijeron cosas buenas: ‘No tienes la culpa, esto es un deporte. Échale ganas, mi hijo te estimaba mucho, él simplemente quería ganarte’. “Esas palabras me sirvieron. Yo también lo único que quería era ganar; no deseaba hacerle daño al muchacho. Fue muy duro en su momento, y siempre lo llevaré en la mente. Tuve que continuar con mi carrera porque es lo que quiero hacer.” –¿Alguna vez recurriste a la ayuda de un psicólogo? –Nada de eso. Sólo fue pensar en cosas positivas, rezar y pedirle a Dios por él. También me ayudó que nunca lo vi en malas condiciones arriba del ring. Omar perdió lo invicto el pasado 17 de diciembre por decisión mayoritaria ante Jorge Páez hijo, El Maromerito, para dejar su récord en 27 triunfos –20 por nocaut–, un empate y una derrota en peso welter. –¿Cuál es el reto más próximo en tu carrera deportiva? –Tengo una pelea el próximo 25 de febrero y mi rival puede ser Luciano Cuello. Eso me dijo el promotor Fernando Beltrán. Al parecer de ahí vendrá una pelea más y la revancha. Esos son los planes. Si se miran avances al final de este año me gustaría disputar un campeonato del mundo o una eliminatoria, o algo así… los que llegan sacrifican todo, le echan ganas y no ven nada más que sueños. –¿Eres uno de esos? –Al principio nos descuidamos un poquito; se me hizo la fama de que no entrenaba bien, pero este año vamos a dedicarnos al ciento por ciento al boxeo. Nos vamos a casar con este deporte y ahí se verán los resultados.

Comentarios