Secretos públicos: La novela de tres vidas
A la memoria de Pedro Armendáriz y Nicanor Vélez
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El l5 de noviembre de 2011 se suicidó a los 44 años Pilar Donoso. En diciembre de 2009 había publicado Correr el tupido velo (Alfaguara, Chile, 440 páginas.) Por las extrañas políticas de la edición multinacional el libro no llegó a México. Sólo pudimos tener acceso a él gracias a la generosidad de Rafael Olea Franco. Con Historia personal del Boom (José Donoso) y Nosotros los de entonces (María del Pilar Donoso), Correr el tupido velo forma una trilogía insólita en nuestra lengua. Para encontrar un equivalente así de intimidad revelada habría que recurrir a los tomos en que la familia Tolstói mostró al mundo el esplendor y los horrores de su casa en Yasnaia Poliana. La diferencia es que las páginas de los Donoso padres adoptivos pertenecen al género de las memorias en las que dominan lo literario y lo público; en cambio, el texto de la hija se relaciona más bien con el diario íntimo y el ajuste de cuentas. Lo que no dice un currículum Hay una vida exterior sintetizada hoy en el currículum. La existencia pública de un novelista parece nada más una sucesión de triunfos, premios, becas, tesis, traducciones. Nada se dice allí del precio que debe pagarse antes y después por cada libro. Al punto de que las novelas podrían llevar advertencias terroríficas como las que muestran las cajetillas de cigarros: “Escribir es nocivo para la salud… Antes de sentarse a hacerlo piense en las consecuencias de sus actos”. Algo sabíamos de las inmensas dificultades psíquicas y fisiológicas que, en una muestra de vocación ejemplar, Donoso tuvo que superar a fin de concluir obras maestras como El obsceno pájaro de la noche. Pero ignorábamos la reacción de su familia paterna por las que consideró implicaciones biográficas en las ficciones del gran novelista chileno. Sólo hace dos meses nos enteramos de hasta qué punto la publicación de Correr el tupido velo le costó a Pilar Donoso (1967-2011) la ruptura de su matrimonio, la pérdida de sus hijos y al final su existencia misma. A los 44 años no encontró más salida que acabar mediante una sobredosis. Las consecuencias del acoso Se cree que lo mejor para un futuro novelista es pertenecer a una gran familia venida a menos. Como Borges, Donoso (1924-1996) tuvo el gran apellido sin los recursos que suelen acompañarlo. No obstante, sus padres lo enviaron a The Grange School donde sufrió lo que llaman “ansiedad de status” ante sus compañeros ricos. Hasta hace poco no se le dio rango de auténtico crimen al bullying, el acoso escolar que se ensaña con especial crueldad en el alumno “amanerado”. Todas estas conductas ante las que padres y maestros cerraban los ojos por juzgarlas “cosas de muchachos”, dejaron huellas indelebles en el niño y determinaron gran parte de su conducta adulta: vivir siempre por encima de sus medios y, en vez de disfrutar con lo mucho que había logrado gracias a su talento y su esfuerzo, padecer porque no alcanzaba el reconocimiento ni las ventas de otros novelistas y además sufrir la presión intolerable de la sociedad chilena que lo obligaba a ocultar o a disimular su verdadera e involuntaria orientación sexual. Todo esto lo incitó a aspirar en su juventud a una vida muy alejada de la que resulta común para los escritores hispanoamericanos y procurarse la experiencia ruda del novelista anglosajón: ser obrero, pastor y pescador. Una beca le permitió ir a la Universidad de Princeton y publicar en inglés sus cuentos iniciales. Seguirían sus primeras siete narraciones en español: Veraneo y otros cuentos (1955), a los que se iban a añadir en l960 los otros cinco relatos de El chárleston. En 1957, a los 33 años, apareció Coronación, su primera novela y una de las mejores. Donoso en México y en Iowa En 1961 se casó con María del Pilar Serrano (en adelante Pilar Donoso), nacida en Bolivia de familia chilena. Pilar reunía las características ideales de talento, belleza, inteligencia y formación internacional. A comienzos de 1965 se establecieron en San Ángel en la casa de Carlos Fuentes. Aunque cuatro años menor, el siempre generoso Fuentes había sido compañero suyo en el colegio Grange. La estancia mexicana resultó fecunda y durante ella escribió El lugar sin límites, años después filmada con gran éxito por Arturo Ripstein, y comenzó Este domingo. Aquel año Fuentes leyó en la Casa del Lago, entonces dirigida por Juan Vicente Melo, la conferencia que ampliada en La nueva novela hispanoamericana (1969) fue el acta de nacimiento de lo que en Buenos Aires Emir Rodríguez Monegal y Tomás Eloy Martínez llamaron el Boom. Donoso tuvo el extraordinario talento chileno para la crónica. Muchas de las que escribió en la revista Ercilla fueron seleccionadas por Cecilia García-Huidobro en Artículos de incierta necesidad. Al mismo tiempo ahondó su relación con el medio angloamericano y estuvo a cargo del taller de narrativa en la Universidad de Iowa, donde contó con alumnos ilustres, como John Irving. Esta labor docente continuaría en España y sobre todo en Chile, donde a su taller libre asistieron muchos jóvenes que son hoy los mayores novelistas de su país (Fuentes se refiere en extenso a ellos en su más reciente libro, La gran novela latinoamericana). La editorial Knopf acogió las traducciones de sus novelas y Harold Bloom inscribió El obsceno pájaro de la noche entre las obras que forman El canon occidental. En los abismos de los diarios Escribir fue para Donoso el centro y la justificación de su vida. No dejó de hacerlo un solo día y entre sus muchas narraciones posteriores a 1970 hay que citar cuando menos El jardín de al lado (1981), La desesperanza (1986), Conjeturas sobre la memoria de mi tribu (1996) y dos novelas póstumas: El mocho (1997) y Lagartija sin cola (2007), terminada por Julio Ortega. Escritor profesional de verdad, Donoso llevó un diario, no una simple agenda sino un cuaderno de trabajo, que se extendió hasta más de 50 tomos, hoy depositados en los archivos de la Universidad de Princeton. Incapaces de tener hijos, en 1967 los Donoso adoptaron a una niña abandonada por sus incógnitos padres en Madrid. Pilar Donoso, a quien todos los amigos de la familia llamaron la Pilarcita, creció en Mallorca, en Calaceite (Aragón, en las alturas de Teruel), en los Estados Unidos y en Chile. Pilarcita quiso que su padre adoptivo le dictara unas memorias. Más tarde tuvo acceso a los archivos de Princeton y sufrió el inevitable estremecimiento al comprobar el abismo entre los recuerdos y la verdad. Lo que hace trágica y dolorosa para todos, no sólo para los escritores, la lectura de Correr el tupido velo es que no se trata nada más de conflictos, sino también y sobre todo de una historia múltiple y enloquecida de amor. Donoso adoraba a Pilar y a Pilarcita, su vida y su trabajo eran inconcebibles sin ellas, y a su vez su mujer y su hija lo veneraban. Tales sentimientos no excluían sino se alimentaban de sus opuestos. Madre e hija fueron víctimas y beneficiarias de la obsesión de Donoso por escribir a cualquier precio, incluso la ruptura con su familia paterna y ante todo la opresión ególatra de ellas dos. De Pilar llega a decir que a pesar de su belleza, inteligencia, simpatía y cultura, acabó transformada en “una vieja borracha”. A Pilarcita, “el ser que más he amado en toda mi vida”, en un momento de exasperación puede llamarla “ladrona, manipuladora, (potencial) asesina, eternamente limitada de mente” y reprocharle “su falta de amor por nosotros”. La escritura o la vida Después de leer los diarios de Princeton, Pilarcita investigó en Madrid acerca de sus padres biológicos. Encontró que no habían dejado huella alguna. Jamás iba a averiguar quiénes la engendraron y concibieron ni por qué razones la abandonaron, tal vez con la falsa conciencia tranquilizadora de que habían evitado el aborto y puesto al bebé en el camino de una buena adopción. El dilema planteado por Jorge Semprún entre la escritura o la vida se resuelve una vez más y para mal a favor de la primera. José Donoso y María del Pilar, pese a su amor y todos sus esfuerzos, no le dieron a la niña el hogar perfecto que hubieran deseado quienes tan irresponsablemente la arrojaron al mundo. Lo que nadie puede negar es que le otorgaron una excelente formación. Unida a su talento natural, este crecimiento en el más literario de los medios hizo de Pilarcita una escritora de primera línea. En siete años de trabajo, con tenacidad donosiana logró producir en Correr el tupido velo un libro único que prevalecerá entre tanto dolor y tanta injusticia como una de las obras maestras de la autobiografía en lengua española.