Exalcaldesa de Tiquicheo: cuando la muerte ronda

lunes, 19 de noviembre de 2012 · 19:14
MÉXICO, D.F. (apro).- A pesar de que su vida pendía de un hilo luego de sobrevivir a dos atentados previos en 2009 y 2010, en el primero de los cuales perdió la vida su esposo, María Santos Gorrostieta Salazar continuó con su vida normal después de terminar su encargo como alcaldesa del municipio de Tiquicheo, Michoacán. Se alejó de la política, volvió a casarse y estaba dedicada de lleno al cuidado de sus hijos. Los momentos aciagos que vivió y que dejaron huellas imborrables en su cuerpo –varias cicatrices producto de las operaciones a la que fue sometida para extraerle las balas– parecían haber quedado atrás, enterrados en el pasado. Sin embargo, la semana pasada Gorrostieta Salazar fue víctima de otro atentado, el tercero y definitivo. El lunes 12 fue secuestrada y su cuerpo fue encontrado tres días después, el jueves 15, sin vida. Esta vez la muerte llegó, no por disparos de arma de fuego, sino por un “golpe severo” en la cabeza, según la necropsia. Los restos de la exalcaldesa que militó primero en el PRI y después en el PRD fueron identificados hasta el viernes 16. Su cadáver fue encontrado por pobladores de la comunidad de San Juan Tararameo, municipio de Cuitzeo, quienes caminaban por un predio conocido como El Chupadero, a unos 40 kilómetros de la capital Morelia. En ese momento, nadie la reconoció. De sus últimos momentos con vida hay versiones distintas.            Una apunta a que el lunes 12, alrededor de las 8:30, desprovista de guardaespaldas, se dirigía en su camioneta a dejar a la escuela a la menor de sus tres hijos, cuando un vehículo negro con vidrios polarizados le habría cerrado el paso en una avenida del norte de Morelia y de él habrían descendido dos sujetos que la bajaron de su vehículo a empellones y patadas, ante la mirada atónita de los transeúntes. Con poca resistencia, la expresidenta municipal habría accedido a subir al vehículo de sus victimarios pero suplicó que a su hija la dejaran tranquila. Otra versión apunta a que el día de su desaparición se dirigía a Morelia y que iba en compañía de su segundo esposo, Nereo Patiño Delgado, cuando fueron interceptados. Hasta ahora no se tiene conocimiento de si su marido está vivo, ni su paradero. El día de la desaparición, la familia pensó que se trataba de un secuestro y esperó por horas la llamada que exigiera el rescate por la vida de Santos Gorrostieta, pero nunca se comunicaron. El silencio obligó a la familia a denunciar la desaparición y el viernes pudieron confirmar que el cuerpo que había sido abandonado el martes en Cuitzeo y que se encontraba en calidad de desconocida en el Servicio Médico Forense (Semefo), era el de la exalcaldesa. El viernes anterior el cadáver fue identificado y reclamado por sus familiares y, ya entrada la noche, la Procuraduría General de Justicia de Michoacán (PGJE) confirmó que María Santos murió a consecuencia de “un traumatismo craneoencefálico severo”, y su cuerpo presentaba múltiples escoriaciones y golpes contusos que hacían presumir previa tortura. Por este hecho, la PGJE abrió la averiguación previa por el delito de homicidio e inició la investigación que “lleve al total esclarecimiento de los hechos”, señaló en un comunicado. Santos Gorrostieta fue presidenta municipal de Tiquicheo durante el periodo 2008-2011, y durante su mandato fue objeto de amenazas por parte de grupos delictivos. En 2009  y 2010 sobrevivió a dos atentados. El 15 de octubre de 2009, la mujer viajaba con su esposo, José Sánchez Chávez, en una camioneta propiedad del ayuntamiento, eran las 9:00 y ambos se dirigían al palacio municipal cuando fueron atacados a balazos. En el lugar falleció su marido, quien había sobrevivido a un primer atentado el 20 de enero del mismo año, y ella fue trasladada con varios impactos de bala al hospital Star Médica, en la capital del estado y salvó la vida. Unos meses después, el 22 de enero de 2010, Gorrostieta Salazar sufrió un nuevo atentado luego de participar en un evento público en Guerrero. Al ir de regreso a su municipio, fue atacada por sujetos que portaban fusiles de asalto. En esa ocasión, ella, dos de sus colaboradores y una periodista resultaron heridos. A través de su página web, un año después del segundo atentado, mostró fotografías explícitas de las cicatrices que dejaron en su cuerpo los dos atentados previos y en una carta habló de las heridas emocionales: “Es cierto que se me han atacado física y moralmente, en mi cuerpo se palpan aún las heridas de las balas y del descrédito de algunos que dudaban de mi cuerpo mutilado; lucho día a día para que de mi mente se borren las imágenes de horror que he vivido, y que otros, sin merecerlo ni esperarlo, han padecido también”. En una de las imágenes que mostró se apreciaba una colostomía, un procedimiento quirúrgico en el que se saca un extremo del intestino grueso a través de la pared abdominal, y las heces que se movilizan a través del intestino van a parar a una bolsa adherida al abdomen. En esa ocasión también dejó en claro que no declinaría a sus funciones. Se refirió al compromiso que tenía con sus ideas y con el pueblo, la “fuerza interna” que le ayudaba a levantarse, “aun moribunda”, frente a la adversidad. Y advirtió: “Me levantaré las veces que Dios me lo permita, para continuar buscando, arañando, gestionando planes, proyectos y acciones en beneficio de toda la sociedad, pero más en particular de los desprotegidos”. Expuso también que uno de los mayores desconsuelos que puede padecer un ser humano es el dolor del alma y que en los últimos meses había recibido reveses que creía no merecer, porque sus objetivos habían estado siempre enfocados a encaminar a su pueblo hacia una mejor calidad de vida. También dijo que lo hacía para poner el ejemplo a sus hijos y por el recuerdo de su esposo. “No es posible que yo claudique cuando tengo tres hijos, a los cuales tengo que educar con el ejemplo, además del recuerdo que poseo del hombre de mi vida, del padre de mis pequeños, aquel que supo enseñarme el valor de las cosas y a luchar por ellas”. En aquella ocasión, hizo referencia a la razón que la había motivado a renunciar al partido que la llevó a la alcaldía de Tiquicheo, el PRI, y que luego la llevó a integrarse a las filas del PRD. Recordó que cuando convalecía de las heridas que le provocó el segundo atentado en Ciudad Altamirano, Guerrero, la dirigencia del comité municipal del PRI de Tiquicheo la presionó para que renunciara al cargo. “Los caciques municipales, que siempre han estado al frente del PRI local, quisieron manipularme, ya que nunca estuvieron de acuerdo conmigo. “Mientras yo estaba hospitalizada empezaron inmediatamente a buscar el sustituto de la presidenta municipal y, para sorpresa de ellos y de muchos, cuando me encontraba aún en un estado convaleciente física y emocionalmente, me incorporé a las actividades y, al observar que no renuncie a la alcaldía, me dejaron sola a mi suerte. “Esa es razón por la que me orillaron a tomar la decisión de afiliarme al PRD, por los múltiples obstáculos que ponía la estructura del comité municipal del PRI”, denunció entonces la exalcaldesa. Desde el PRD intentó llegar a una diputación plurinominal en el pasado proceso electoral de 2011, pero no lo logró y retomó sus labores en la alcaldía de Tiquicheo. En 2011 contrajo segundas nupcias con Nereo Patiño Delgado, el exescolta que le fue asignado por el exgobernador perredista Leonel Godoy, a raíz del segundo atentado que sufrió María Santos. Sin embargo, unos días antes de su muerte ya había decidido separarse de su actual marido. Familiares de la exalcaldesa señalaron que unos 15 días antes de su secuestro y ejecución tuvo una fuerte discusión con Patiño Delgado. La exalcaldesa María Santos Gorrostieta Salazar será inhumada en su natal Tiquicheo, al lado de su primer esposo, en el panteón de la tenencia de El Limón de Papatzindán.  

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