Un hombre "99.9% muerto"

miércoles, 21 de noviembre de 2012 · 11:52
BOGOTÁ (Proceso).- Francisco Pacho Santos pasó ocho meses de su vida encadenado a una cama en un pequeño cuarto sin ventanas en el cual despertaba cada día con la certeza atroz de que sus posibilidades de ser ejecutado por sus custodios del Cártel de Medellín eran “infinitamente altas”. De ese secuestro perpetrado el 19 de septiembre de 1990 por órdenes del narcotraficante Pablo Escobar, Pacho salió sin marca emocional aparente. Tras su liberación, el 20 de mayo de 1991, mantuvo intacta su forma de ser atolondrada y vivaz. “Lo devolvieron igualito”, comentó su primo, el periodista Enrique Santos. “Nunca le hice duelo a eso. Pasé la página”, dice Francisco Santos en su departamento del norte de Bogotá, donde está sentado en calcetines en un sofá blanco, con sus mocasines negros a un lado. Pacho evadió el drama íntimo de su secuestro desde el día de su regreso a casa, hasta hace muy poco, cuando se dio un respiro tras 22 años de ajetreo desenfrenado como jefe de redacción del diario familiar El Tiempo, activista de la fundación de ayuda a secuestrados País Libre y del movimiento por la paz ¡No Más!, vicepresidente de Colombia (2002-2010) y director de noticias de la cadena radial RCN (2010-2012). Fue en este último cargo, ya liberado del frenesí de la Vicepresidencia, cuando el periodista, historiador, politólogo y maestro en estudios latinoamericanos se comenzó a percatar de que algo andaba mal con su vida. “Yo seguía secuestrado, no había salido del secuestro. Dejé pendiente ese tema más de 20 años”, asegura reclinado en el sofá de su sala, donde en una repisa tiene varias fotografías en las que aparece sonriente con su esposa María Victoria, conocida por sus cercanos como Mariavé, y sus cuatro hijos. De acuerdo con Pacho, integrante de una de las familias más influyentes de Colombia, en esta etapa de su vida está “empezando a abordar” los saldos emocionales de su secuestro. “Tengo una herida que respira todo los días y vamos a ver cómo la curo”, afirma. El hijo menor de Hernando Santos Castillo, director de El Tiempo entre 1981 y 1999 y sobrino nieto del presidente colombiano Eduardo Santos (1938-1942), se acercó hace unos meses a la corriente psicológica Gestalt y encontró en ella una herramienta para sanar los episodios de su vida que le han golpeado el alma. Con ayuda de su terapeuta, Jorge Llano, Pacho ha abordado los defectos, miedos y dolores que ocultó durante años tras la locuacidad perspicaz que lo caracteriza. “Estoy confrontando ese demonio, esos ocho meses (de secuestro) día tras día, y el por qué oculté los dolores y el por qué no los enfrenté y los efectos de todo esto. Es bien interesante”, indica el exvicepresidente, cuyo cautiverio formó parte de una serie de secuestros ordenados en 1990 por Escobar a fin de imponer al gobierno del entonces presidente César Gaviria sus propias condiciones para entregarse a la justicia.   El poder de Escobar   En ese episodio Escobar ejecutó a una de sus rehenes, Marina Montoya, hermana del exsecretario general de la Presidencia, German Montoya, y otra de ellas, Diana Turbay, hija del expresidente Julio César Turbay, resultó muerta durante un frustrado operativo de rescate. Salieron vivos Maruja Pachón, cuñada del candidato presidencial asesinado por Escobar en 1989, Luis Carlos Galán, y Francisco Santos. El chofer de Pacho, Oromansio Ibáñez, fue otra de las víctimas. El mismo día del secuestro los sicarios de Escobar le dieron dos tiros en la cabeza. –¿Nunca había enfrentado a esos demonios? –Nunca. Siempre los evadí. Ni leí el libro de Gabo (Noticia de un secuestro, en el que García Márquez relata esos hechos). No lo leí. Evadí el tema en sentido individual porque en el sentido colectivo fundé País Libre para ayudar a los demás y creo que de cierta manera eso me ayudaba a mí. –¿Hasta hoy fue que decidió enfrentar su secuestro en lo individual? –Hasta ahora, porque de cierta manera también País Libre era un elemento de evasión de una realidad individual que pues ahí tengo viva, ¿no? Empecé desde hace como cinco o seis meses, que fue cuando me di cuenta de que estaba más enredado que un bulto de anzuelos, y dije: oiga, espere, venga, dese un tiempito para mirarse para adentro y a ver cómo soluciona muchas cosas que usted no ha solucionado en su vida. Ahí empecé. –¿Estos temas pendientes y la vorágine de la actividad política ya habían afectado su vida personal? –Totalmente. Sí tuvo un costo en la familia. El costo más grande que tiene la política es la familia. Un costo violento. Y yo creo que parte de este costo es el que estoy ahoritica también trabajando. –¿Está recomponiendo sus relaciones familiares? –Estoy en todo eso. Pacho está en la terapia Gestalt, que apunta a atender el “aquí y ahora” enfrentando los bloqueos y asuntos inconclusos que disminuyen la capacidad del ser humano de ser feliz, realizarse y crecer. El exvicepresidente y exjefe de redacción de El Tiempo lo asume como “un tema espiritual, no religioso, de fuerza”. Llano, su terapeuta, le dice: “Hermano, usted no ha salido del secuestro” y le hace ver las conductas que tienen que ver con eso. Francisco Santos no es un religioso de misa cada domingo pero es católico y cree mucho en Dios, a quien agradece ser un sobreviviente. Como vicepresidente su esquema de seguridad estaba integrado por 150 policías, un indicador de los riesgos que lo acechan. En 2000 debió huir del país por amenazas de muerte. Está habituado a movilizarse por la ciudad en camionetas blindadas y a vivir entre custodios en uniforme verde olivo al mando de un mayor de trato amable que nunca suelta su radio mientras voltea a todos lados. “Estoy vivo gracias a Dios”, asegura. Cuando era vicepresidente visitó el patio de alta seguridad de la cárcel Modelo en Bogotá y se encontró de frente con el reo John Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, el único lugarteniente de Escobar que queda vivo. –¡Doctor Santos! –exclamó Popeye con su pronunciado acento de Medellín, silbando las eses– ¡Estoy viendo un fantasma! –¿Por qué un fantasma, Popeye? –preguntó. –Porque cuando lo secuestramos usted estaba 99.9% muerto. Pero Pacho Santos está vivito y coleando.

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