Si bien no es un problema reciente, la agudizada tragedia que se abate sobre los habitantes de la Sierra Tarahumara ha sido la gran prueba de reflejos para los gobiernos federal y estatal. Lento uno y otro, indolentes hasta la ignominia, han sido en cambio rápidos para aparentar sensibilidad social y humanitaria con repartos de despensas y desaforadas promesas de ayuda de todo tipo… Esa ayuda fue solicitada por las comunidades antes de que la crisis alcanzara la magnitud actual, pero ni Calderón ni el gobernador Duarte movieron un dedo para procurarla
Las muertes por desnutrición que se registran en la Sierra Tarahumara son el epílogo de una larga cadena de errores cometidos por el gobierno federal que, a pesar de estar informado desde 2011 de la escasez que se avecinaba, hasta el último minuto y a base de presión social decretó un plan de emergencia humanitaria para los estados del noroeste del país afectados por la sequía sin precedentes.
En la pasada gira de Felipe Calderón a Zacatecas, se enfrentó a rancheros furiosos, secos como el paisaje, que le reclamaron por el olvido. Calmó los ánimos diciendo que “nadie va a morir por hambre o sed”. Hasta ese momento –un año después de la advertencia de las organizaciones campesinas de la situación que se avecinaba– tomó en serio la necesidad de ayuda y decretó un plan de emergencia.
El jueves 2 Calderón viajó a la Sierra Tarahumara portando la gorra de jefe de las Fuerzas Armadas, descargó un helicóptero con víveres y garrafones de agua, y ordenó al Ejército y la Marina surtir a las comunidades necesitadas.
Sin embargo, una de las primeras acciones de su gobierno, al estrenar su sexenio, fue excluir a los rarámuris del programa de atención prioritaria a los 125 municipios más pobres, a pesar de que las mediciones de la ONU ubican a seis municipios habitados por rarámuris entre los 10 donde más se concentra la miseria, y que las emergencias por hambre son cíclicas.
Además, en el transcurso del sexenio, 20 mil rarámuris fueron dados de baja del padrón de Oportunidades, el programa asistencial más importante del país, según informó Milenio, como castigo por haber incumplido reglas de operación, pues no acudían a escuelas o centros de salud que les quedan a jornadas enteras de caminatas.
El gobierno de Chihuahua, a su vez, redujo este año en 24% el presupuesto de la ya de por sí disminuida Coordinación Estatal de la Tarahumara, la oficina que se encargaba de canalizar los apoyos gubernamentales a los indígenas rarámuris, pimas y guarojíos serranos.
La negligencia e insensibilidad de los gobiernos tendrán consecuencias difíciles de contener. Por lo pronto, los niños siguen llegando a los hospitales de la sierra con distintos grados de desnutrición, la escasez de agua originó la primera epidemia de hepatitis en un albergue infantil, se han detectado brotes de sarna por carencia de lo más elemental para la higiene y los precios de los alimentos se duplican en esta y otras zonas golpeadas por la catástrofe. (Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1840, ya en circulación)