Falsas promesas, apatía e insensibilidad burocrática son las constantes que deben enfrentar deudos de quienes perecieron en el atentado al casino Royale hace medio año. Patricia Sáenz Cantú, quien perdió a su cónyuge y quedó en el desamparo, refiere que la esposa del presidente, Margarita Zavala, la visitó en su domicilio y le prometió ayuda para la manutención de sus hijos. Hasta ahora –lamenta– no ha recibido nada.
MONTERREY, N.L. (Proceso).- Después del incendio provocado el 25 de agosto último en el casino Royale, a raíz del cual murieron 52 personas, las autoridades estatales y federales prometieron a los deudos de las víctimas justicia y apoyo asistencial. Seis meses después de la tragedia, eso no se ha cumplido.
Patricia Sáenz Cantú perdió a su esposo, Eduardo Martínez. Quedó desamparada y con tres hijos que sostener. Cuando la indignación nacional aún se encontraba encendida por el atentado, Margarita Zavala fue a su casa y le prometió ayuda: becas para sus gemelos universitarios y un fideicomiso para el tratamiento de por vida de su otro hijo adolescente, postrado por una enfermedad congénita.
Hasta ahora no ha recibido la ayuda que públicamente anunció la esposa del mandatario. Como su marido era el sostén de la familia con un negocio que tuvo que cerrar después de su fallecimiento, Patricia enfrenta una grave crisis económica.
Comenta que hace meses se ilusionó con la promesa de Margarita Zavala, sobre todo por el despliegue mediático que se hizo con motivo de la visita presidencial a Monterrey. “Creí que la cosa iba en serio”, dice, y asegura que no le guarda rencor a la esposa del presidente.
Una semana después del ataque al casino Royale, Calderón visitó esta ciudad y junto con su esposa colocó una corona fúnebre afuera del centro de apuestas. Ese día el mandatario se reunió con funcionarios de los tres niveles de gobierno para manifestar su indignación por el ataque y reiterar que no cejaría en su combate contra la inseguridad.
Los problemas para Patricia fueron inmediatos. Su hijo menor, Alejandro Javier, de 14 años, padece el síndrome Werning Hoffman –causante de atrofia muscular espinal–, que lo mantiene postrado desde que nació. El joven está conectado a un respirador artificial que funciona las 24 horas y se alimenta a través de una sonda gástrica. Sólo en su manutención, detalla Patricia, se gastan alrededor de 12 mil pesos al mes.
Los gemelos, de 18 años, estudian en la Universidad Regiomontana: Eduardo, contaduría pública, y Enrique, administración de empresas. Ellos hablaron directamente con los directivos de la institución, expusieron su caso y, dice Patricia, consiguieron una beca completa sin ayuda del gobierno.
Recuerda que días antes de la visita de la presidenta del DIF nacional le hablaron por teléfono. Era personal del Estado Mayor Presidencial, que después llegó a revisar su domicilio para verificar las condiciones de seguridad. Margarita Zavala no iba sola en sus recorridos de ayuda a los afectados en la tragedia. La acompañaba Gretta Salinas, esposa del gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina.
El 29 de agosto, cuatro días después de los hechos, Zavala y Salinas recorrieron hospitales de la localidad para entrevistarse con algunos de los convalecientes. El gobierno estatal difundió un boletín que decía en su encabezado: “Visitan primeras damas, de la entidad, Gretta Salinas de Medina, y del país, Margarita Zavala, a tres de los heridos en incendio del Casino Royale”.
En esa gira hicieron tres paradas. En el Hospital Universitario hablaron con Sara Barrera Hernández, de 30 años, quien resultó con quemaduras en las dos manos e intoxicación. En el Hospital Regional del ISSSTE estuvieron con Lourdes Martínez Monsiváis, de 50 años, afectada por quemaduras de primer grado. Por último, en la clínica 21 del IMSS vieron a Cristian Manuel Torres Don Juan, de 30 años, afectado por quemaduras diversas.
Demagogia
La esposa del presidente Calderón visitó a Patricia el pasado 6 de septiembre. Permaneció hora y media con ella y con sus hijos.
“Nos dijo que yo no estaba sola, que me iba a apoyar, que iban a estar pendientes de nosotros. También mencionó que nos iba a dar un fideicomiso para el seguro de gastos médicos de mi hijo enfermo. Se suponía que era para eso”, dice Patricia.
Aunque los gemelos tienen una beca de 100%, periódicamente deben aportar una cuota por gastos administrativos. Zavala les prometió que el gobierno los cubriría.
“Cuando ella me visitó sentí tranquilidad porque pensé que ahora sí iba a estar apoyada. Me dijo que cada cuatrimestre iba a estar pendiente del pago de 9 mil pesos por gastos administrativos que tengo que hacer. Además debo pagar recibos, gasolina, copias, libros, seguro. Mi cuñado le pidió que se estableciera un fideicomiso y ella me dijo que no me preocupara... pero, pos…”, se interrumpe, impotente.
Por ahora sus hermanos la ayudan con los gastos diarios. Ella quiso seguir con el negocio de su marido, pero no pudo. Los empleados que tenía le dijeron que seguirían trabajando ahí, pero cada uno se contactó con los clientes de su marido para hacerles trabajos por fuera.
También tiene problemas con el pago de impuestos. Un contador que la asesora le dijo que debía cancelar su estatus de persona física y que el trámite le costaría 8 mil pesos.
En la visita a su casa también iba Gretta Salinas. Dice Patricia que Zavala le encargó a la esposa del gobernador velar por su familia.
“Le dijo: ‘Quiero que estés al pendiente de estos niños; que cada tres meses estés pendiente de los pagos que ella tenga que hacer y que no se preocupe por nada’. También dijo que el niño no iba a estar solo, que iba a estar pendiente. Le entregamos la lista de lo que necesitaba el niño.”
Sin embargo, todo indica que con la despedida de esa tarde se esfumaron los compromisos. Pese a todo, Patricia dice que mantiene la esperanza de que Zavala honre su palabra.
Patricia debe estar todo el día cuidando a Alejandro Javier. El muchacho vive en un cuarto especialmente acondicionado en la parte alta de la casa. Frente a su cama tiene una pantalla grande de plasma y un aparato reproductor de DVD que la esposa del gobernador le envió la Navidad pasada.
Al lado de la cama está el respirador artificial que se conecta a la garganta de Alejandro. Su madre debe limpiar los ductos cada tres horas, día y noche. En las esquinas del cuarto hay cuatro tanques de oxígeno para los débiles pulmones del muchacho. Al otro lado de la cama hay un gabinete repleto de medicamentos y material de curación. Cerca de la cama, Patricia acondicionó un camastro para velar el sueño de su hijo.
El muchacho recibe alimentos a través de un ducto conectado directamente al estómago. En la mañana le dan frutas, a mediodía pollo y tortillas, y en la noche cereales. Todos los alimentos van licuados.
Viste una camisa de Cars y unos pants. Junto a él hay muñecos de peluche de Tiger y Woody. Le gusta ver la lucha libre y el futbol. Es rayado de corazón y en un perchero tiene, como uno de sus tesoros, la cachucha con el logotipo del Monterrey que le autografió Aldo de Nigris, delantero del equipo que un día fue a visitarlo.
Aunque Alejandro Javier tiene dificultades para comunicarse verbalmente, se hace entender mediante sonidos guturales que su madre interpreta. También se expresa con los ojos.
A principios de este año, personas que se identificaron como representantes de la oficina de Margarita Zavala se comunicaron por teléfono con Patricia para decirle que no se desesperara, que pronto llegaría la ayuda prometida.
“Nos hablaron hace poquito, un señor que dijo ser secretario de la señora Margarita. Reiteró que no nos preocupemos, que vamos a tener lo del fideicomiso, pero hasta ahorita no nos han dicho a ciencia cierta si nos van a cumplir. Esto me da mucha preocupación”, plantea Patricia.
El gobierno del estado sí les ha proporcionado ayuda. Apoyó a la familia con los gastos funerarios; después dio 8 mil pesos para las colegiaturas de los gemelos. También entregó aparatos electrónicos.
El pasado 8 de diciembre Felipe Calderón estuvo en Nuevo León. Afuera del Centro Internacional de Negocios, donde se encontraba el presidente, un grupo de familiares de fallecidos en el casino Royale se manifestó con pancartas para exigir una entrevista con el mandatario.
Entre los inconformes estuvo Edilberto Martínez, hermano de Eduardo. Dijo que se presentó para recordarle al presidente que su esposa había incumplido la promesa de ayuda a su cuñada. Los manifestantes fueron ignorados.
Una tragedia de tantas
Desde el ataque, todos los jueves los familiares de las víctimas se reúnen afuera de las ruinas del casino Royale, en cuya fachada todavía se aprecian las manchas de humo. Ahí hay fotografías de todos los muertos, cruces con sus nombres, imágenes religiosas, coronas fúnebres...
La duración de esas reuniones varía. Algunos deudos permanecen en la banqueta escasos minutos. Otros están ahí durante horas, intercambiando información nueva sobre las investigaciones, organizando misas, animándose, dándose consuelo. Antes de marcharse todos se toman de las manos y alguno dirige una oración.
Patricia es asidua asistente a esas reuniones. En ocasiones la acompaña su cuñado Edilberto, quien la ha ayudado durante el trance.
Ella se ahoga de angustia cuando recuerda el momento de la tragedia. Estaba al lado de su marido en un área de maquinitas de apuestas, cerca de la entrada, cuando comenzó el incendio. Se tomaron de la mano para escapar, pero una oleada de personas que corría despavorida hizo que se separaran.
Relata: “Estaba a un lado mío. Se oyó un estruendo y mi esposo me dice: ‘¡Mi reina, una balacera!’. Me agarró la mano y corrimos, pero se vino una estampida. La gente salió del área de fumadores y me lo arrebataron. Ya no se vio nada y, pues, todos corrimos”.
La colonia donde viven está a un lado del centro de apuestas. Esa tarde fueron a comer. Tenían una hora ahí cuando pasó todo.
En el tumulto ella se esforzaba por encontrar a su esposo.
“Cuando la gente corría, yo lo buscaba por todos lados, viendo hacia el baño, al piso. Nada. Me asomé al lado del sótano, a otro cuartito, y tampoco lo vi. Me subí al segundo piso, mientras le hablaba a su celular.
“Quería que me dijera dónde estaba para hacer algo. Traté de bajar, pero ya no se veía nada. El humo negro, horrible, se había metido en todo”, recuerda mientras las palabras se le entrecortan y ahoga un sollozo.
Ella y un grupo de personas salieron por una puerta trasera, utilizada por el personal del casino. Reconoce que fue obra de la suerte que llegara a ese lugar recóndito. La misma corriente humana en fuga la empujó hacia su salvación.
“Salimos por la azotea. Pero hubo gente que se regresó buscando a alguien; corrieron hacia el sótano y ahí murieron. Yo escuché muy bien que alguien dijo que en el techo había francotiradores. Algunos se regresaron por miedo y murieron también”, recuerda. Quienes como Patricia pudieron escapar por la azotea, bajaron a un estacionamiento ubicado a espaldas del edificio.
Cuando estuvo a salvo les gritó a las personas que veía que la siguieran, para que pudieran salir.
“Hubo mucha negligencia. Logré que viniera una ambulancia. Sacaron a uno y le dieron resucitación, pero murió. A otro lo sacaron igual y a otra señora la dejaron tirada. Luego los paramédicos se dieron por vencidos: se sentaron y ya no ayudaron. Había dos ambulancias. Después llegaron los bomberos por otro lado. Fue mucha pérdida de tiempo. Fue muy cruel”, lamenta.
Los familiares de las víctimas planean contratar un perito para que realice un dictamen independiente acerca de las condiciones en que operaba el casino porque les parecen increíbles las conclusiones presentadas por las autoridades.
Algunos se han organizado para demandar por la vía civil al propietario del casino, Raúl Rocha González –quien al parecer se encuentra refugiado en Estados Unidos–, con el propósito de que les repare el daño. Entre los afectados hay 16 menores de edad huérfanos que esperan recibir la ayuda oficial prometida.