Felipe Calderón empeñó su palabra: aseguró que antes de acabar su mandato todas las viviendas del país tendrían pisos de cemento. A principios de este mes, al entregar el encementado dos millones y medio se vanaglorió de haber cumplido su misión. El problema es que su triunfalismo maneja cifras rasuradas: más de un millón de hogares mexicanos siguen careciendo de esa infraestructura elemental... y de otras, como agua potable o vías de acceso.
Al entregar el piso de cemento número 2.5 millones, Felipe Calderón aseguró que con ese acto cumplió su palabra de dotar de suelo firme a las viviendas más pobres del país. La realidad es que todavía 1.2 millones de familias hacen su vida sobre tierra y que –dado el lento ritmo de construcción de obras– el sexenio concluirá sin que el presidente resuelva los problemas más elementales del combate a la miseria.
Por lo pronto, para empezar a bajar la ventanilla y entregar resultados, Calderón rasuró más de un millón de viviendas de la meta que se había fijado.
La Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) ni siquiera ha terminado de encementar la totalidad de las viviendas de los 125 municipios más pobres que, a inicios del sexenio, Calderón dijo que serían su prioridad; todavía más lejana quedó la promesa de dotarlos de agua potable, drenaje e infraestructura básica.
Los pisos de tierra aún no han sido erradicados de lugares como Mezquital, Durango, o El Nayar, Nayarit, los únicos norteños incluidos en la Estrategia 100x100, programa creado mejorar la vivienda y dotar de servicios básicos a los 125 municipios más pobres de México. Tampoco Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla o Veracruz –considerados también en la estrategia– han obtenido la “bandera blanca” (cobertura total) de piso de cemento.
(Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1847, ya en circulación)