Desoídos, pero ¡seguimos hasta la madre!

sábado, 31 de marzo de 2012 · 19:54
A primera vista parece que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad perdió una parte importante de la convocatoria que tenía en su origen, cuando Javier Sicilia llamó a las víctimas de la violencia a hacerse visibles. No obstante, el poeta confía en la fortaleza de las organizaciones que lo conforman y en la legitimidad de su causa, y adelanta que si bien están decepcionados en su intento de sensibilizar al Papa, al presidente Calderón y a la mayoría de los legisladores, promoverán el voto blanco, marcharán a Estados Unidos y buscarán que los candidatos presidenciales se comprometan a limpiar al país. CUERNAVACA, Mor.- La Plaza de Armas luce semivacía, sólo frente al Palacio de Gobierno hay unos cientos de personas oyendo historias sobre más muertos y desaparecidos en el país. Decenas de cruces de madera regadas por el suelo junto a flores, poemas, denuncias y muchas fotos, forman el altar que desde hace un año se instaló para recordar a las miles de víctimas de la guerra contra el narcotráfico que día con día se van amontonando. A la memoria vienen las decenas de miles de participantes de la marcha del 8 de mayo, desde Cuernavaca hasta la Ciudad de México; los que acudieron a los mítines de las caravanas del norte y sur con un recorrido de 11 mil kilómetros por más de 20 ciudades; los dos diálogos de Chapultepec en que obligaron a Felipe Calderón a escuchar a las víctimas de su guerra, y el encuentro con el Poder Legislativo en el histórico castillo. Un año después Javier Sicilia reconoce que esto ha sido insuficiente para conmover a la sociedad, movilizarla y construir una solución a la tragedia que constituyen los 60 mil muertos y miles de desaparecidos del sexenio. En el primer aniversario de la muerte de su hijo Juan Francisco, el poeta abatido: “Por desgracia así es, la sociedad está creyendo que las elecciones van a resolver el problema. La ciudadanía está pensando en aceptar lo intolerable y eso es aceptar la muerte, es aceptar la no existencia del Estado, la pérdida del país. Sólo una ciudadanía movilizada puede sentar a un gobierno a dialogar, puede hacer los cambios, pero cuando baja su puerta, aunque haya un discurso moral y una verdad, los funcionarios se hacen pendejos y vuelven a sus complicidades, a su negligencia y vuelven a su idiotez. Parece que la sociedad olvida”. (Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1848, ya en circulación)

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