Puebla: atentado contra el patrimonio histórico

martes, 29 de mayo de 2012 · 21:38
Monumentos históricos desde 1977, los fuertes de Loreto y Guadalupe, escenarios de la Batalla del 5 de Mayo, cayeron en manos de un gobierno neoliberal: Para celebrar el sesquicentenario de la hazaña del ejército encabezado por Ignacio Zaragoza, la administración estatal poblana “remodeló” los edificios sin respetar su valor histórico y sin tener un proyecto claro de conservación... ante la pasividad del INAH. Más aún, el entorno del sitio que recuerda la derrota de las tropas invasoras fue remozado con materiales de mala calidad y algunos de sus espacios se han puesto en renta como locales comerciales. PUEBLA, PUE. (Proceso).- Como si dispusiera de propiedades privadas y no de monumentos de la nación, el gobierno de Rafael Moreno Valle –con el aval de las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)– modificó y comercializó los fuertes de Loreto y Guadalupe y todo el escenario de la Batalla del 5 de Mayo de 1862. Académicos e investigadores del INAH preparan una demanda que interpondrán ante la Procuraduría General de la República para fincar responsabilidades contra el gobernador Moreno Valle; el director general del instituto, Alfonso de Maria y Campos; su delegado en Puebla, Víctor Hugo Valencia, y el alcalde poblano Eduardo Rivera (a estos últimos, por haber autorizado las obras que alteraron los monumentos históricos). El 4 de mayo, durante los festejos por el sesquicentenario de la Batalla de Puebla, Felipe Calderón y el mandatario poblano recorrieron sonrientes la recién remozada zona histórica; unos días antes trabajadores de los tres sindicatos del INAH y el Comité Defensor del Patrimonio Histórico, Cultural y Ambiental de Puebla denunciaron “graves irregularidades” cometidas durante la supuesta restauración. Los especialistas han señalado que en su afán por que el “rescate” de la zona histórica fuera inaugurado como parte de los festejos, el gobierno poblano recurrió a una intervención “caprichosa”, sin sustento legal ni académico, y que incumplió los protocolos que debieron seguirse por ley. “Nos deslindamos de lo ejecutado en la Zona de Monumentos Históricos de los Fuertes en función de que hoy exhiben la violación flagrante de la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos y, con ello, la adulteración y tergiversación de espacios, volumetrías, visuales naturales, lecturas del conjunto históricos arquitectónico de los fuertes y de su uso social, público y gratuito”, precisaron los sindicalizados del INAH en un desplegado. Entre otras adulteraciones, señalan, en el Fuerte de Loreto las escalinatas de la capilla del siglo XIX fueron derruidas y sustituidas por otras más amplias; el piso se alzó unos 15 centímetros sin tomar en cuenta que con ello el museo queda expuesto al riesgo de inundaciones; se repellaron las paredes “a cuchara y escuadra” como si se tratara de una redecoración, sin respetar la historicidad del edificio. Al Fuerte de Guadalupe le colocaron una techumbre “como de supermercado”, con una especie de mezzanine en uno de los extremos –que supuestamente servirá para instalar una cafetería–; una torre metálica, de la que aún se desconoce si será un mirador o una torre de luz; y un piso de cemento y estructuras que necesitaron una cimentación profunda. La prisa y el poco respeto con el que se hicieron los trabajos fue tal, que en una serie de fotos se aprecia que un mortero que se utilizó en la batalla es trasladado con cadenas y retroexcavadora por un grupo de albañiles. De acuerdo con restauradores consultados, para mover este tipo de piezas históricas es obligatoria la supervisión de especialistas y se precisan cuidados, como la utilización de telas para evitar que “rayones” o golpes desencadenen la oxidación y el deterioro. Pasada la fiesta, Moreno Valle se complace por los festejos y las obras que hizo su gobierno. “Lamento mucho que algunos se hayan tenido que tragar sus palabras”, dijo al referirse a quienes dudaron de que entregaría en tiempo las 31 obras que junto con el desfile, la ceremonia televisada, la película, festivales y feria requirieron una inversión superior a 3 mil millones de pesos. En el caso de las obras de esta zona, también conocida como Centro Cívico 5 de Mayo –que requirieron 631 millones de pesos–, las licitaciones fueron publicadas entre octubre y diciembre de 2011, por lo que la restauración de los monumentos sólo contó con un plazo de entre cuatro y seis meses. Aunque los especialistas, historiadores y académicos de Puebla insistieron en que antes de iniciar las obras se mostraran a la opinión pública los proyectos ejecutivos histórico, arquitectónico y ambiental, el secretario de Infraestructura del estado, Antonio Gali Fayad, se limitó a responder que seis licencias del INAH avalaban las obras. El historiador y arqueólogo Felipe Echenique March dice que un grupo de trabajadores del INAH le pidió a Miguel Ángel Echegaray, secretario técnico de ese Instituto, que entregara los proyectos ejecutivos de obra de intervención de los dos fuertes, pero el funcionario ni siquiera quiso mostrarlos. “Fue tan cínico que nos dijo: ‘No les voy a dar armas para que nos demanden’”, relata. Cambio de significado Pocos días después de que Calderón y Moreno Valle inauguraran la restauración del Fuerte de Loreto, una lluvia hizo que la pintura color melón, recién colocada sobre los históricos muros, se escurriera y se esparciera por el piso. “Es obvio que colocaron una pintura de mala calidad”, observa la arquitecta Rutilia Amigón Amigón, especialista del INAH, quien igual hace notar que las trasminaciones, los escurrimientos y las paredes deslavadas o parchadas abundan por todo el monumento. El uso de materiales de baja calidad resulta injustificable si se toma en cuenta que el propio gobierno informa que sólo en los fuertes se invirtieron 72 millones de pesos y que se pagaron otros 8.5 millones para supervisión y control de calidad de la obra. Amigón considera que esto podría dejarse pasar como un “mal menor” si se compara con la destrucción y alteraciones de las que fueron objeto ambos monumentos históricos. Las paredes perimetrales ahora parecen recién construidas. Amigón comenta que se puede observar que al principio los trabajos siguieron ciertos protocolos de restauración, que exigen el uso de cal y arena con baba de nopal, y la conservación de los aplanados más antiguos. “Al parecer así se comenzó, pero yo creo que vieron que eso les iba a llevar tiempo y finalmente castigaron los procesos constructivos por la urgencia y empezaron a hacerlos planos, a cuchara y escuadra, sin respetar los alabeos dejados por el paso de la historia”, menciona. Rita Cruz Valdez, custodia del museo histórico de los fuertes, afirma que es dudoso que hubiera estudios históricos previos, cuando en la ejecución lo mismo rompieron paredes que las volvieron a rellenar, como si remodelaran una casa y no un edificio protegido por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y que es patrimonio de los mexicanos. En un recorrido se observa cómo una de las puertas traseras del museo, a un lado de una pintura de gran formato de Rosita Álvarez, prácticamente quedó al mismo nivel que el piso del patio. “Con una lluvia fuerte muy posiblemente tengamos inundaciones”, señala Cruz. El Museo de la No Intervención ahora tiene un letrero que lo nombra Museo de Loreto, destacando el uso religioso que una vez tuvo la capilla y dejando al margen la intención con la que se fundó en los treinta para destacar el significado de la Batalla de Puebla. También cambió el discurso museográfico. La gesta encabezada por el general Ignacio Zaragoza, antes tema central del museo, ocupa hoy poco más de una sala, casi el mismo espacio dedicado a la Virgen de Loreto y a objetos religiosos. Alteración y privatización “En lugar de realizar intervenciones mínimas, se observan unas invasivas y destructivas; tal es el caso de la gran cubierta colocada en el Fuerte de Guadalupe que somete al edificio a un desecamiento extremo por el efecto del viento y la ausencia de humedad de lluvia y el rocío de la mañana”, advierte la restauradora Elisa Ávila Rivera. Según el secretario de Infraestructura de Puebla, con la estructura metálica y el techo de plafón colocarán paredes de cristal en este otro fuerte, donde el próximo septiembre se abrirá un museo dedicado a Zaragoza. Pero Ávila Rivera menciona que una de las premisas fundamentales que se debe seguir en este tipo de restauraciones es la mínima intervención del objeto y la preservación de un contexto estable, que prevenga y reduzca el deterioro, y no cambios drásticos, como es el caso, que podrían acelerar su destrucción. El arquitecto responsable de la restauración fue Enrique Gómez Osorio, mientras que por parte del INAH operó Sergio Vergara Verdejo, priista que fue secretario de Obra Pública en la pasada administración municipal. Tal fue la actuación de las empresas contratadas, que BCD Arquitectos, encargada de la restauración del Fuerte de Loreto, incluso colocó una placa con su logotipo en la escalinata que le construyeron a la capilla, como lo muestra una foto en poder de este semanario, aunque posteriormente la empresa fue obligada a retirarla. En los exteriores de ambos sitios y en el resto del cerro, declarado Zona de Monumentos Históricos desde 1977, el gobierno estatal puso en renta 30 locales para negocios de comida, artesanías y recuerdos. En todo el perímetro se colocó un enrejado metálico y cinco puertas; estas últimas fueron retiradas por las protestas, pero aún se mantienen sus estructuras. Parte de la zona boscosa, que desde 1980 está protegida por el Reglamento del Decreto de Zona de Monumentos de Puebla, fue talada para construir estacionamientos, plazas y parques. En el sexenio de Mario Marín Torres se construyó un Centro Expositor y antes, en 2001, el gobierno de Melquiades Morales entregó 11 millones de pesos a Lorena Zedillo, hermana del expresidente Ernesto Zedillo, para un supuesto rescate de la zona, que sólo sirvió para desmontes que no fueron repuestos. Los cerros donde había cédulas que decían “Mexicano, el suelo que pisas está abonado con la sangre de los héroes muertos por defender la dignidad nacional”, hoy también son sede de un parque llamado Aventura Extrema, con un patinódromo, escaladores, bicicletas y juegos. El monumento emblemático de los 150 años de la batalla, diseñado por el arquitecto Enrique Norton, es una plaza ondulada de 6 mil 400 metros cuadrados supuestamente cubierta con duela finlandesa. En la parte subterránea de esta plaza ya opera una franquicia del café Punta del Cielo y a sólo tres semanas de los festejos ya hay hoyos porque la madera se ha roto. La antropóloga Cecilia Vázquez Ahumada, representante sindical del INAH-Puebla, alerta que esto forma parte de una tendencia del Estado neoliberal: “Ya no hay una visión de que los bienes de la nación pueden servir para consolidar nuestra identidad y definirnos como nación; su visión es que todos estos bienes tienen que ser lucrativos y la única manera, según ellos, es hacerlos turísticos”.

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