Un recorrido de Proceso por la zona fronteriza de Tamaulipas, donde no hace muchos años había ciudades prósperas y florecientes, permitió conocer el estado de abandono, terror y descomposición en que se encuentra. Devastada por algo muy parecido a una guerra civil, sigue siendo campo de batalla que se disputan grupos del narcotráfico como los cárteles del Golfo y de Sinaloa, así como Los Zetas.
NUEVO LAREDO, TAMPS. (Proceso).- Poco antes de las 8:00 horas del martes 17, don José se dirigía a su trabajo. Transitaba por la calle Maclovio Herrera, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, cuando la movilización de un grupo de soldados lo obligó a desviarse antes de llegar a la alcaldía de esta ciudad.
Alcanzó a ver que varios militares estaban apostados en el techo de un edificio cercano. Se mantenían en alerta y apuntaban hacia abajo con sus armas. Mientras tanto, llegaban las patrullas para bloquear las calles. El centro de atención era una camioneta Voyager estacionada a un costado del inmueble que ocupa la presidencia municipal.
Al igual que los habitantes de esta ciudad fronteriza, se enteró de que en el vehículo se encontraron 14 cuerpos descuartizados junto con un mensaje, supuestamente del Chapo Guzmán, en el que anunciaba su llegada para eliminar a Los Zetas.
“Queremos que nadie pague cuotas a estas lacras. Por lo tanto, todo aquel que pague cuota, es considerado un traidor por financiar a Los Zetas… Les voy a enseñar a estos mugrosos a trabajar al estilo Sinaloa, sin secuestrar, ni extorsiones”, se leía en la misiva.
La masacre forma parte de una ofensiva desatada en contra de Los Zetas. En menos de un mes cayeron varios líderes de esta organización criminal. El 1 de marzo pasado fue abatido Gerardo Guerra, El Guerra, durante un enfrentamiento con elementos de la VIII Zona Militar. Dos semanas después el Ejército capturó a su sucesor, Carlos Alejandro Martínez El Fabiruchis.
Este individuo es hermano de Salvador Alfonso Martínez La Ardilla, líder regional de Los Zetas en el noreste y jefe de El Wache y El Kilo, responsables directos de la matanza de los 72 migrantes centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010.
El jueves 5 cayó Francisco Medina Mejía El Quemado, uno de los autores intelectuales del atentado al Casino Royale de Monterrey. Cuando se desplazó a Tamaulipas, los militares ya le seguían los pasos y finalmente fue abatido.
Tamaulipas cuenta con 400 kilómetros de frontera con Estados Unidos y su vocación para el contrabando se manifestó a partir de los años veinte, a raíz de que el Congreso estadunidense decretó la Ley Seca en su territorio.
“Los orígenes del Cártel del Golfo (CDG) se remontan a la época en que Juan Nepomuceno Guerra contrabandeaba whisky a Estados Unidos”, plantea Guadalupe Correa Contreras, doctora por la Universidad de Texas, en Brownsville, y autora del libro La frontera olvidada: El Caso Tamaulipas y Los Zetas como clave para entender el crimen organizado en México, de próxima publicación.
La figura de Guerra es paradigmática para entender el surgimiento del crimen organizado en México. Cacique todopoderoso, corrompió no sólo a las autoridades, sino a todo el tejido social de su tiempo.
Al capo lo sucedió su sobrino Juan García Ábrego, quien consolidó al CDG mediante el tráfico de narcóticos que realizaba por la llamada Frontera Chica, colindante con el condado de Cameron, en Texas.
La carrera de este jefe del Cártel del Golfo fue interrumpida en 1996, cuando fue detenido por Guillermo González Calderoni, controvertido comandante policiaco asesinado en 2003 en McAllen, Texas. Las autoridades mexicanas lo extraditaron a Estados Unidos, donde purga una condena de varias cadenas perpetuas por delitos contra la salud.
Pueblos y ciudades fantasmas
Matamoros, antaño bulliciosa y próspera, hoy luce como un pueblo fantasma. Las calles del centro, con su arquitectura característica de las ciudades texanas de los años cincuenta, están desiertas. Negocios cerrados, locales en venta, la vida nocturna apagada. Sus otrora prósperos comerciantes cerraron sus locales y cruzaron el río para establecerse en Brownsville.
El jueves 19, alrededor de las 10:00 horas, el estruendo de un helicóptero de la Marina Armada de México rompió el tedio de la zona residencial de San Francisco, al poniente de la ciudad. Se presume que en esa colonia viven miembros de la familia Cárdenas: Humberto, empresario que se mantiene al margen de las actividades de sus hermanos, o don Mario, padre de Rafael Cárdenas Vela El Junior, exjefe de la plaza detenido en octubre de 2011 en Brownsville, Texas, acusado de narcotráfico. En marzo pasado, ante la Corte federal de esa ciudad, se declaró culpable de participar en una conspiración para introducir drogas a Estados Unidos.
Pese a que la ciudad es patrullada por el Ejército, el CDG mantiene su control en ella. Desde hace un año los policías permanecen acuartelados. Por todas partes se puede ver a jóvenes con apariencia de pandilleros, cuyo desaliño contrasta con los costosos aparatos de comunicación que portan y con las lujosas camionetas en que se transportan.
El cártel ha diversificado sus negocios y ahora también se dedica al robo de combustibles. Hay versiones de que sus integrantes extraen gasolina de un ducto proveniente del Puerto de Brownsville. Gracias a ello ya no extorsiona a los dueños de gasolineras, sino que ahora los obliga a comprarles el combustible. Así todos ganan, ya que con la venta de la gasolina de Pemex sólo se obtienen centavos de ganancia y con el CDG se logran varios pesos de utilidad.
Sin embargo, la élite del CDG se mantiene dividida. La familia Cárdenas cuestiona el liderazgo de Eduardo Costilla El Coss y se prevé que el cártel sufra una tercera escisión, como ya se manifestó con el asesinato de El Metro 3 y el intento de ejecución en contra de José Luis Zúñiga Hernández El Güicho, quien después del atentado cruzó la frontera para entregarse a la DEA, a finales del año pasado.
La segunda plaza en importancia para el CDG en la frontera es Reynosa. Desde Matamoros se hace menos de una hora viajando por autopista. Es la metrópoli más grande de Tamaulipas, donde habitan más de 1 millón de personas y su población va en aumento por las deportaciones masivas de indocumentados.
Reynosa está dividida. Aunque el CDG mantiene el control, Los Zetas conservan amplias bases de poder. En esta ciudad se concretó la ruptura entre ambos grupos. La división tenía meses de fraguarse y se concretó el 25 de enero de 2010 como consecuencia de la ejecución de Víctor Peña Concord 3, el líder zeta de la plaza. Lo mató Samuel Flores Borrego Metro 3, jefe del CDG.
Este capo controlaba la ciudad desde la colonia Vistahermosa, que siempre estuvo protegida por un retén de mal encarados “policías” que se instalaban en la entrada del conjunto habitacional, famoso porque ahí no se registran robos ni actos vandálicos. En este sitio es común ver a civiles que portan armas largas.
El Metro 3 fue ejecutado en circunstancias desconocidas. Días después, sus seguidores le colocaron un extraño monumento sobre el importante bulevar Hidalgo: un gallo de más de un metro de altura con ofrendas florales. Su muerte se atribuyó a la actual división que se gesta al interior del CDG.
La región más importante para el trasiego de drogas a gran escala es la Frontera Chica, una zona rica y fértil para la siembra del sorgo y maíz que corre paralela al Río Bravo.
La Ribereña, carretera de dos carriles y amplio acotamiento, conecta a Reynosa con Nuevo Laredo a través de 240 kilómetros de asfalto que brilla con el intenso sol de abril. Después del rompimiento entre Los Zetas y el CDG, la otrora apacible región ha sido escenario de cruentas batallas.
En esta zona circularon desde marzo de 2010 cientos de camionetas con siglas en sus cristales: “CDG” o “Z”. Habitantes de Camargo, Ciudad Mier, Miguel Alemán y Guerrero fueron testigos de los enfrentamientos entre pequeños ejércitos de hasta 70 vehículos por bando, con hombres armados a bordo.
Los combates se prolongaron durante meses y algunas batallas duraban hasta 24 horas con metralla y granadas. Esta narcoguerra provocó escenarios inéditos en el México contemporáneo: tres cuartas partes de los desesperados habitantes de Ciudad Mier huyeron del “Pueblo Mágico” para refugiarse en albergues de Miguel Alemán o de plano se exiliaron en Estados Unidos.
La capacidad de fuego y el número de los combatientes obligó al Ejército a establecer en Ciudad Mier un nuevo cuartel para albergar un batallón de 600 hombres que ahora recorren la Ribereña por tierra y aire.
“Hasta hace poco era frecuente escuchar el rotor del helicóptero volando sobre las brechas que conectan con la Ribereña. Minutos después se oían los disparos de las metralletas tratando de derribarlos”, refiere un habitante de la zona.
Aún es posible ver docenas de casas, negocios y paredes con las inconfundibles marcas que dejan los disparos de los rifles de asalto; camionetas incendiadas y negocios abandonados. Grandes capillas erigidas a la figura de la Santa Muerte. Sobresale, por sus dimensiones, la que se encuentra en las afueras de Miguel Alemán.
Ofensiva de “El Chapo”
“La plaza más importante de Los Zetas es Nuevo Laredo”, afirma la investigadora Guadalupe Correa.
Ahí el grupo armado ejerce un control que puede percibir hasta el turista más desaprensivo. Pululan los halcones por todos los rumbos, y a la entrada de la ciudad proliferan retenes colocados por agentes de tránsito.
La primera ocasión que el Cártel de Sinaloa intentó obtener esta estratégica plaza fue en 2001. Édgar Valdez Villarreal La Barbie encabezó un grupo de unos 200 sicarios que combatieron al CDG. Para defenderla, Osiel envió a Los Zetas, quienes pronto conocieron la corrupción en las ricas aduanas y decidieron quedarse con la plaza.
Ahora, las huestes de Treviño Morales Z-40 se están volviendo a concentrar en la ciudad para defenderla ante la nueva ofensiva del Chapo.
Con este panorama de enfrentamientos anunciados, es de esperarse que la violencia alcance “niveles terribles”, asegura Correa.
Don José, un hombre que ha vivido en Nuevo Laredo desde la época en que Los Texas y Los Chachos controlaban la plaza, comenta en torno al rumor que circula en el inframundo de la ciudad:
“Si el Ejército se metiera de lleno a limpiar de zetas, los enfrentamientos alcanzarían proporciones de guerra civil, debido al poderoso armamento que poseen y al gran número de personas que colaboran con ellos.
“Habría muchas bajas civiles y la respuesta de los zetas sería paralizar la ciudad con narcobloqueos y, como ahora ocurre, responder con más violencia”. Como ejemplo está el coche bomba que estalló el martes 24 en la Secretaría de Seguridad Pública.
“Por ello, el Ejército le está dando un permiso tácito al Cártel de Sinaloa para que elimine selectivamente a Los Zetas y a los funcionarios que los protegen.”
Según la académica entrevistada, la estrategia de Felipe Calderón para combatir al crimen organizado es ineficiente y limitada puesto que se enfoca principalmente a detener capos, lo que continuamente fracciona a los cárteles. Eso, dice, genera nuevos grupos que quieren controlar plazas y para ello reclutan nuevos miembros y pistoleros, lo que genera más violencia.
“El crimen organizado se tiene que entender y combatir como una empresa que opera de forma trasnacional y de manera vertical con diferentes sectores. El tráfico de drogas es ahora sólo una parte de sus actividades y lo realizan los grupos tradicionales (como en el caso de Sinaloa). Tampoco se entiende la parte financiera de los grupos del crimen organizado y cómo lavan su dinero.
“La introducción del Ejército al combate de la delincuencia organizada convirtió a Tamaulipas en una zona de guerra, lo cual benefició al gobierno de Texas y a la economía de las ciudades fronterizas, como McAllen, Brownsville y Laredo.”
La posibilidad de que la creciente violencia de Nuevo Laredo cruce la línea fronteriza es real, afirma la investigadora, y agrega que las autoridades estadunidenses contribuyen a ello: en los últimos dos años deportaron por esta ciudad a más de 140 mil mexicanos, entre ellos exconvictos que militaron en grupos criminales como la Mexican Mafia, Los Norteños o Sureños. Su única oportunidad de vivir en un país con sueldos miserables es sumarse a los cárteles, que están ávidos de nuevos reclutas para cubrir las bajas de los enfrentamientos con militares y grupos rivales, detalla.