Orquesta de mujeres toca su música entre la tierra y las nubes de Oaxaca

lunes, 23 de julio de 2012 · 18:06
OAXACA, Oax. (apro-cimac).- El municipio oaxaqueño de Santa María Tlahuitoltepec tiene una tradición musical de más de 400 años. Inició con la llegada de la música sacra, que se tocaba en las iglesias, después se incorporaron grupos vocales y más tarde los instrumentos de cuerda. La localidad se ha convertido ahora en un semillero regional de concertistas, directores y bandas, en las que siempre ha habido mujeres, pero poco se sabe de ellas. Ubicada en el “corazón de las montañas de Oaxaca”, a 2 mil 240 metros sobre el nivel del mar (“donde se tocan la tierra y las nubes”), la comunidad es conocida porque sus habitantes –los mixes– nacen y mueren con la música. La escuchan a toda hora, en casas, patios, caminos, ensayos y ceremonias, y los acompaña hasta la muerte con sus sonidos fúnebres. También se distingue en el mundo porque la niñez de la zona, al poco tiempo de que aprende a caminar, inicia su preparación académica en el único conservatorio indígena del país: Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam). Ahí se usan métodos originales que han formado profesionales que participan en grupos nacionales e internacionales de música, y en este proceso siempre ha habido mujeres. Sin embargo, fue apenas hace seis años cuando se conformó una exclusiva agrupación femenina, cuando por iniciativa de la maestra de educación indígena, Leticia Gallardo Martínez, se conformó la Banda Filarmónica de Mujeres de Santa María Tlahuitoltepec, integrada por 20 jóvenes de la comunidad y de poblaciones cercanas. Con el apoyo de sus progenitores, quienes compraron los instrumentos, las jóvenes mujeres han representado a su pueblo en diferentes celebraciones y han sido invitadas para conciertos especiales en varias partes del país. Ellas poseen una sólida formación profesional, iniciada desde preescolar hasta secundaria o bachillerato en el Cecam. Todas han pertenecido o aún tocan en otras agrupaciones, y varias continuarán su camino en otros conservatorios. El 22 de noviembre de 2006 la banda hizo su presentación oficial, lo que marcó una pauta en la historia de las mujeres mixes, ya que visibilizó no sólo su música, sino también su cultura a través del vestuario, que ha causado admiración por sus reminiscencias ancestrales. Con sus blusas de manta natural bordada con flores en el pecho, hombros, espalda y puños, y faldas amplias y largas –también con flores de colores, ceñidas con fajas rojas–, y con los cabellos largos trenzados con listones de colores y huaraches como calzado, las jóvenes han interpretado sus sones y jarabes mixes, marchas, fandangos, boleros, pasodobles, chilenas y danzones, la música que han vivido en su cultura. Concentradas, formales, profesionales y felices, ellas tocan flautas, clarinetes, saxofones, trompetas, trombones, tubas y percusiones. Juntas, las mujeres –de distintos pueblos, con diferentes idiomas indígenas– hacen música y se entienden en el lenguaje universal, dice orgullosa la directora de la Banda Filarmónica de Mujeres, Leticia Gallardo Martínez. En entrevista, la música calcula que en Oaxaca hay unas 600 mujeres instrumentistas y que, además de la agrupación que ella dirige, existe otra banda exclusiva de mujeres: las Reinas Oaxaqueñas, de los Valles Centrales. De acuerdo con Gallardo, el formar una agrupación de mujeres fue para abrirse un espacio, ya que cuando los hombres se organizaban entre ellos, uno y otro se invitaban, pero ellas, por ser mujeres, no tenían esa oportunidad. Ahora, como integrantes de la banda, crearon sus propias condiciones, respetando sus tiempos y organizándose según sus actividades, que a veces implica cuidar hijos. Leticia tiene más de 20 años dedicada a la música, y desde que tenía siete años de edad se involucró en el Cecam, debido a que su padre fue uno de los fundadores. Desde entonces pasó por todos los niveles, hasta ser directora de orquestas y bandas. Y como la música es su pasión, busca difundirla en todos los niveles. En días recientes empezó a trabajar con la música en escuelas de su zona, porque sabe que es el mejor método para el aprendizaje. Y como es difícil llevar instrumentos, empezó a usar el mejor de ellos: la voz. A partir de ahí conformó coros para que niñas y niños defiendan con la música su idioma materno: el mixe. “A la niña y al niño no lo formas para que se aprenda algo, como generalmente sucede en las escuelas, de forma mecánica, sino que aprende a tocar y solita desarrolla sus otras habilidades. Le empiezas a enseñar algunas notas y ella sola va armando sus melodías, las canciones que más le gustan. Eso es algo que difícilmente enseñas, porque sale de él o de ella”, comenta. En la escuela, dice, se aprenden todas las asignaturas, porque desde que la niña y el niño reconocen y se identifican, vienen los valores y su cosmovisión. Por eso –añade– es una educación integral, ya que no tienes que fraccionar los conocimientos que no sabes cuándo vas a juntar. “Y la música o cualquiera de las bellas artes puede ser el elemento integrador, eso habría que retomarlo porque se ha perdido en las escuelas”, concluye Leticia.

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