Pese a que la aplicación de la Política del Hijo Único le sirvió a China –e incluso al mundo– para equilibrar su crecimiento demográfico, tres décadas después se ha convertido en un problema que amenaza con causar un colapso en la estructura económica y social del gigante asiático. El envejecimiento de su población se perfila como un problema de difícil solución, pues desde comienzos de los noventa su crecimiento se mantiene por debajo de la tasa de reemplazo. Ello ocasionaría el efecto paradójico de un país en vías de desarrollo donde su población es tan vieja que no podrá dar el salto definitivo.
BEIJING (Proceso).- A finales de junio pasado una foto que dio la vuelta al mundo causó gran indignación en China: una mujer yace en la cama de un hospital con un feto ensangrentado a su lado.
Feng Jianmei, de 22 años, estaba embarazada de siete meses cuando las autoridades del condado de Zhenping, en la provincia de Shaanxi, la forzaron al aborto en cumplimiento de la Política del Hijo Único (OCP, por sus siglas en inglés) implantada hace más de 30 años en la República Popular China, con base en la Ley de Población y Planificación.
Feng quedó embarazada de su segundo hijo y no pudo pagar la multa de 40 mil yuanes (84 mil 400 pesos) porque necesitaba el dinero para tratar el cáncer de su suegra. Una veintena de oficiales de su condado fueron hasta su casa, la llevaron al hospital y la retuvieron durante tres días. La obligaron a imprimir la huella de su pulgar en un formato de consentimiento para su aborto y la sedaron. Ninguno de sus familiares fue autorizado a asistir. Su marido, un campesino, intentó hasta el último momento reunir el dinero.
Lo más grotesco llegó después: Con Feng aún convaleciente, los oficiales desplegaron pancartas acusándola de traición a la patria por haber hablado con periodistas extranjeros. La prensa global sólo se ocupa de la OCP cuando las autoridades se exceden en su aplicación, y cada vez son menos los casos en que esto ocurre.
Para entender el origen de esta ley es necesario retroceder en el tiempo. La calamitosa campaña del Gran Salto Adelante (1958-1960) causó la peor hambruna de la historia moderna (entre 10 millones y 40 millones de muertos, dependiendo de las fuentes). En los setenta una campaña de concientización emprendida por el gobierno redujo la fertilidad de 5.9 a 2.9 niños por familia.
Los problemas de sobrepoblación todavía persistían al inicio de los ochenta cuando se aprobó la ley, porque la generación del baby boom entraba en edad reproductiva. Para ese entonces China ya contaba con la cuarta parte de la población mundial y sólo disponía de 7% de la tierra cultivable del mundo.
Luego de 32 años se cumplieron los objetivos de la Ley de Población y Planificación que le ahorró a China 400 millones de nacimientos y significó un desahogo para el mundo en un contexto global de escasez creciente de recursos.
En sólo 15 años el mapa de la pobreza mundial se redujo drásticamente al pasar de mil 815 millones de pobres a mil 371 millones entre 1990 y 2005, según el Banco Mundial. La mayor parte ese decremento provino de China, y no habría sido posible sin esa ley.
El país, que en la actualidad cuenta con mil 300 millones de habitantes, aún padece una relación crítica entre población y recursos. La industrialización y el crecimiento urbano le ocasionan una gran tensión. Dispone de 7% de recursos de agua dulce y roza el límite de los 120 millones de hectáreas de tierra cultivable, que Beijing considera el mínimo necesario para la autosuficiencia alimentaria.
La directora del Comité de Planificación Familiar Nacional de China, Ru Xiaomei, dice en entrevista con Proceso: “Los países deberían tener una perspectiva demográfica global, no sólo nacional. No podemos hablar de la OCP como un sacrificio, porque nos mejoró la vida. El resultado es bastante positivo. Frenó el crecimiento demográfico, espoleó la economía, redujo la pobreza y mejoró las condiciones de vida de la mayoría de la gente. Pero aún tenemos retos, como el envejecimiento de la sociedad o los 200 millones de población flotante que al viajar a las ciudades pierde sus derechos”.
En contrapartida, Wang Feng, profesor de sociología en la Universidad de California y coordinador del mayor estudio realizado en torno a la Política del Hijo Único comenta al reportero, vía correo electrónico:
“La OCP es inútil en cuestiones de recursos o ecología porque la población no es el problema ni la solución. Entre 1990 y 2007 se multiplicó el uso de la energía: petróleo 189%; gas natural, 375%, y electricidad, 424%, en tanto que la población sólo creció 16%. Corea del Sur, Tailandia o Indonesia demuestran que la fertilidad se reduce sin necesidad de leyes draconianas.”
Sólo en China
El Comité de Planificación Familiar Nacional se ha convertido en un centro mundial de referencia y le llegan consultas de toda Asia (especialmente de India o de Vietnam), África y Sudamérica. Con frecuencia Beijing patrocina foros internacionales de política demográfica.
“Controlar la demografía exige una labor multidisciplinaria: formación, anticonceptivos, atención sanitaria. La limitación de nacimientos es sólo una parte”, explica Ru, quien pronostica que algunos países aprobarán legislaciones parecidas a la china. “Podemos ayudar y compartir experiencia, pero no exportar nuestra ley.”
Ello no sería viable, apunta, porque en otras latitudes no existen las condiciones prevalecientes en China, como un gobierno fuerte que se hace oír en todas las esquinas del país y una sociedad de índole colectivista que prioriza los derechos de la comunidad frente a los individuales.
La especialista lamenta que Occidente reduzca la compleja planificación familiar a la OCP. Para demostrar su afirmación aporta datos: 36% de las familias sólo tiene un hijo; 58%, dos, y el 6% restante, tres o más. Otros estudios independientes elevan las familias de un hijo a 63%. El terreno de los datos es siempre pantanoso en China. La tasa de fertilidad oscila entre el 1.8 oficial (superior al 1.5 que registra Europa occidental) y el 1.3 de otras fuentes.
Actualmente en la China rural, donde vive la mitad de la población, las parejas pueden tener dos hijos en los casos siguientes: si el primero es una niña; si son hijos únicos; las que tienen un hijo con alguna enfermedad grave, y las formadas por personas pertenecientes a minorías étnicas. Además las regulaciones locales tienden a relajar la aplicación de la ley, sobre todo en zonas poco pobladas.
La legislación en materia demográfica ha cambiado de acuerdo con las necesidades del país. Al principio fue necesaria la coerción para vencer las resistencias. Después bastó la persuasión. Todavía hoy se pueden encontrar en las paredes de todo el país lemas como “Es preferible el colapso de una familia que el de un país”.
La necesidad de controlar el crecimiento demográfico se interiorizó en la conciencia colectiva y muy pocos la discuten, al punto que cuenta con 75% de aceptación. En la actualidad el desarrollo económico, la nueva concepción de la familia y la competitividad controlan de manera natural la política demográfica. En Shanghai la tasa de fertilidad ha caído a 0.7% y han fracasado los esfuerzos titánicos de las autoridades por elevarla.
Hay muy pocos casos, siempre en niveles muy locales, donde hay funcionarios que aplican la ley a rajatabla, asegura Ru. Y agrega: “Formamos a nuestros trabajadores para que respeten los derechos humanos en el cumplimiento de la ley, y los castigamos o despedimos si no lo hacen”.
Tozudez gubernamental
Wang Songlian, investigadora del grupo Defensores de Derechos Humanos en China, sostiene vía correo electrónico desde Hong Kong que “los abortos son menos comunes que otros métodos de control de la natalidad, como la inserción forzosa del dispositivo intrauterino o las esterilizaciones obligatorias”. Aunque reconoce que la mayoría de estos hechos ocurre en zonas rurales y pequeñas ciudades, dice que las autoridades no se esfuerzan por castigar a los culpables.
Los abortos y las esterilizaciones forzadas son obra de gobiernos locales, empeñados en impresionar a Beijing con el cumplimiento de sus directrices. El del condado de Zhenping, donde se le practicó el aborto a Feng, fue objeto de un regaño tras fallar en los objetivos nacionales durante los dos últimos años. Los responsables de la planificación familiar en esa localidad fueron despedidos luego del escándalo.
Desde comienzos de los noventa China se encuentra por debajo de la tasa de reemplazo (la fertilidad requerida para que la población se mantenga en el largo plazo, fijada en 2.1). De mantenerse esta tendencia, será el primer país en ser alcanzado por el envejecimiento cuando aún se encuentra en vías de desarrollo.
Ejemplo de ello es que en 1995 se matricularon 25 millones de niños en las escuelas primarias, contra 16 millones en 2008. Los 160 millones de individuos que en la actualidad son mayores de 60 años, para 2030 serán 300 millones, lo que ocasionará problemas irresolubles de falta de mano de obra y un desequilibrio entre trabajadores en activo y jubilados.
Son muchas las voces –entre ellas las de expertos en la materia– que claman por que se elimine la OCP y se estimulen los nacimientos. Así ocurre desde hace algún tiempo en vísperas de la Asamblea Nacional Popular y se refleja en intensos debates en la prensa; sin embargo el gobierno se niega con el argumento de que esa ley trajo a China grandes beneficios.
Los disensos se dan, incluso, dentro del gobierno. El diario China Economic Times difundió que expertos del Centro de Investigación y Desarrollo, perteneciente al Consejo de Estado, pidieron a Beijing que reconsidere esa política.
“Aligerar el control de la natalidad ya no es un asunto discutible, sino de extrema urgencia. De lo contrario China sufrirá una grave escasez de mano de obra y problemas de envejecimiento en 20 años”, afirmó Zhang Erli, antiguo funcionario del Comité de Planificación Familiar.
“Hay estudios serios y debates doctrinales muy intensos en el gobierno. Se cambiará cuando sus contras superen a sus ventajas y no sé cuándo llegará ese momento. No será de la noche a la mañana, la población es un asunto muy delicado. Se discute cuál es la población que puede soportar China. El desarrollo de una sociedad requiere un número de nacimientos equilibrado, pero la población no es necesariamente una carga porque también genera recursos. El envejecimiento no sólo es culpa de la ley, sino del progreso: la gente disfruta de más calidad de vida y muere más tarde”, señala Ru.
Por su parte Wang apunta: “No tendremos que esperar mucho para ver el final de la OCP. Estando por debajo de la tasa de reemplazo, China se enfrenta a serios problemas sociales a largo plazo si no la deroga pronto. Las políticas de control de natalidad son innecesarias porque la población declina en la mitad del mundo. Las parejas no tienen hijos por cuestiones económicas. Este es el nuevo problema del siglo XXI”.
El gobierno mantiene una postura inflexible, como lo demostró en noviembre pasado al anunciar que durante el XXII Plan Quinquenal, que termina en 2015, no habrá ningún cambio en su política poblacional.