La agresión armada contra 90 jóvenes excursionistas que acampaban en el parque ecológico El Colibrí, Estado de México, ocurrida el pasado 12 de julio y que dejó un saldo de dos niñas violadas, fue tan sólo el último ataque de la delincuencia contra quienes practican actividades al aire libre en las zonas campestres del país, muchas de las cuales ya se tornaron peligrosas en el actual contexto de guerra contra el crimen organizado.
Ante el índice creciente de robos, asesinatos, incursiones armadas y agresiones sexuales, varias asociaciones deportivas y agencias de ecoturismo están dando a conocer sus listas de áreas vetadas por alta inseguridad, y alertan a la población para que se abstenga de visitarlas porque ya se encuentran en manos de la delincuencia.
Los focos rojos se están encendiendo no sólo para las agrupaciones de scouts, sino también para los múltiples clubes que aglutinan a los practicantes de caza, montañismo, ciclismo de montaña, escalada en roca, rappel, cabalgata, senderismo, canotaje, turismo de aventura y un sin fin de actividades más realizadas en las zonas agrestes de México.
Así, otro de los llamados “daños colaterales” del crimen organizado y de la delincuencia común es su alarmante expansión territorial, que le está robando sus espacios tradicionales a las actividades recreativas y turísticas.
Claudia Mora, directora ejecutiva de Guías de México, una de las más importantes asociaciones de campistas en el país, exclama: “¡Fue terrible lo que ocurrió en el parque El Colibrí! ¡Terrible! Esto demuestra la gran inseguridad que hay en el país y la violencia a que estamos expuestos quienes nos dedicamos a actividades en el campo”.
–¿Esta inseguridad y violencia les ha orillado a suprimir actividades en su organización?
–Por supuesto. El fuerte problema del narcotráfico nos hizo cancelar todos los campamentos que antes realizábamos en Tamaulipas, Chihuahua, Nuevo León y Durango. Son estados peligrosísimos para las alrededor de 3 mil 500 niñas y jovencitas afiliadas a Guías de México. Somos puras mujeres, por lo tanto una población muy vulnerable a la violencia.
“Hace todavía unos tres años nos arriesgamos a realizar un campamento en el Parque Nacional El Tecuán, en el estado de Durango. Asistieron unas 3 mil niñas. Pero entre ellas iba la hija del presidente Felipe Calderón, de manera que por ese motivo se nos proporcionó un fuerte dispositivo de seguridad y de vigilancia policiaca.
“Pero se acabaron los campamentos a todos esos lugares, lo mismo que a la zona de La Marquesa ,en el Estado de México, a donde antes íbamos con frecuencia y sin tantas medidas de seguridad como las que ahora tomamos”.
–¿En qué consisten las actuales medidas?
–Para empezar, nuestra oficina nacional organiza meticulosamente los campamentos hasta con un año de anticipación. Antes que nada tomamos en cuenta que el lugar escogido sea seguro, por lo cual realizamos un viaje previo de inspección. Después pedimos apoyo al respectivo gobierno del estado para que nos ponga vigilancia. De otra manera no vamos. La cuestión del traslado también la organizamos a detalle. Y ya estando en el lugar, los gobiernos estatales nos apoyan con policías que implementan un cerco de vigilancia alrededor de nuestro campamento.
–¿Y a los cuatro estados norteños que mencionó no van ni siquiera con vigilancia policiaca?
–No, para nada. No vamos ni aunque sus gobiernos nos apoyen con dispositivos de seguridad. Son estados con veto. No queremos arriesgar vidas humanas.
Campismo acotado
Tan pronto ocurrió el percance en El Colibrí, Guías de México emitió un comunicado –fechado el 19 de julio– en el que se solidarizó con las víctimas y sus familiares. Además instó a los encargados de “las zonas y distritos” donde se suelen hacer campamentos a “reforzar las medidas de seguridad”, siempre “anteponiendo el bienestar de las niñas y jóvenes”.
Y agregó que, precisamente por seguridad, la organización ya realiza sus encuentros nacionales en su Casa Guía que tiene en la Ciudad de México, un hostal con amplios dormitorios para dar alojo a sus agremiados y no exponerlos a los peligros del campo.
“En vista de los diversos incidentes de inseguridad que han ocurrido en el país en los últimos años, se tomó la decisión desde el año pasado de realizar encuentros nacionales en nuestra Casa Guía ‘Ticalli’, buscando con ello garantizar a los padres y las dirigentes un ambiente seguro para que las niñas y jóvenes desarrollen las actividades que nos ayudan a cumplir nuestra Misión”, dice el comunicado.
Por su parte, la Asociación de Scouts de México emitió su propia circular dirigida a su membresía en la que también lamenta el incidente de El Colibrí e informa sobre sus últimas medidas de seguridad:
“Actualmente recomendamos enfáticamente que las salidas de campamento no sean en grupos pequeños como ‘patrullas’ o ‘manadas’, y que sean a sitios seguros o a centros scouts que reúnen las condiciones de seguridad que se requieren para nuestros jóvenes”.
En este documento, la Asociación de Scouts enumeró sus zonas vetadas en el Valle de México para practicar campismo: La Marquesa, el Ajusco, las faldas del Iztaccíhuatl, San Rafael, Nexcoalango, La Joya, el cerro de Telapón, la laguna de Salazar, Llano Grande, Río Frío y las lagunas de Zempoala.
Y les recomendó a los scouts evitar “cualquier actividad que implique el internarse en zonas alejadas de la vigilancia local, municipal y estatal”.
La tragedia que dio pie a estos mensajes de alerta ocurrió la noche del 12 de julio en el parque ecoturístico de El Colibrí, ubicado en el municipio mexiquense de Chalco; 90 jóvenes integrantes del Movimiento Juvenil Cristiano llegaron ahí para realizar un retiro espiritual y disfrutar sus vacaciones de verano en la tranquilidad del paraje boscoso. Levantaron un campamento compuesto por nueve tiendas de campaña y una carpa para guardar sus mochilas de camping.
Al filo de la medianoche, una banda de 13 asaltantes irrumpió en el campamento lanzando disparos al aire. Empezaron a sacar a los excursionistas de sus tiendas de campaña, apuntándoles con sus armas largas. Los dividieron en dos grupos: a los jovencitos por un lado y a las niñas por otro. A todos los pusieron bocabajo sobre el suelo mojado. Los mantenían inmóviles. A quien levantaba la cabeza se la aplastaban sobre el lodo con la culata de sus fusiles.
–¡Agáchese, cabrón!
–¡Quieta! ¡Quieta, cabrona!
Entre las risotadas de sus compañeros que fumaban y bebían alcohol, algunos salteadores empezaron a besar y acariciar a siete jovencitas llorosas. Violaron a dos de ellas, menores de edad.
Mientras tanto, entraban a las casas de campaña y a la carpa donde estaban las mochilas en busca de objetos de valor. El botín que juntaron fueron 40 teléfonos celulares, 40 cámaras fotográficas y de video y poco más de 15 mil pesos en efectivo. Ya para irse, pidieron con amenazas las llaves de dos vehículos. Se llevaron un Chevy y un Pontiac.
–¡Esténse quietos hasta las seis de la mañana! Si no lo hacen, regresamos y los matamos a todos –les advirtieron los delincuentes antes de retirarse.
Y luego se perdieron en la oscuridad de esa noche fría. El asalto duró alrededor de tres horas.
Este es un adelanto del número 1866 de la revista Proceso, ya en circulación.