En vísperas del adiós de Calderón, ataque de megalomanía

sábado, 1 de septiembre de 2012 · 19:55
Los promocionales en los que el presidente Felipe Calderón promueve su Sexto Informe de Gobierno son un ejercicio de megalomanía. En todos aparece solitario y con gesto reflexivo, mientras su voz en off habla de sus innumerables logros en materia de economía, salud, combate a la pobreza, e incluso en el ámbito de la seguridad, precisamente el fracaso más estrepitoso de su gestión. Pero la realidad es inocultable, lo desmiente y destruye el mundo utópico que Calderón pretende construir al iniciar lo que será, para él, la ceremonia de un triste adiós. MÉXICO, D.F. (Proceso).- La escena muestra a un solícito militar en el momento en que entrega la banda presidencial a Felipe Calderón. Es muy diferente a la del 1 de diciembre de 2006, que mostraba a un desasosegado mandatario y como fondo un despliegue policiaco-militar.   Esta vez los tonos son a media luz y destaca el refinamiento del viejo Palacio Nacional. La banda es recibida ahora por un Calderón solitario, quien no se la ciñe, sino que la dobla con delicadeza. En la siguiente toma aparece acariciándose el rostro en actitud reflexiva. Su voz en off acompaña cada expresión y se escuchan unos acordes ligeros de piano new age. La secuencia lo sigue, mientras su mirada se pierde en el horizonte que se observa desde una ventana con vista al Zócalo. En perfecta sincronía, habla con voz serena, desprovista de sus peculiares tonos enfáticos, agudos. “Hoy –dice– tenemos un México que no se arrodilla frente al crimen y que se juega el alma por proteger a su gente”. Se trata del spot “Seguridad-Emociones” y es uno de los cuatro en que Calderón promueve su sexto y último Informe de Gobierno desde el sábado 25 de agosto. El mandatario lleva meses intentando convencer a la ciudadanía de que su gobierno se perciba con “justeza”, que se “sepa y reconozca lo que se hace”. El 14 de mayo de 2011, por ejemplo, en una reunión con la burocracia panista, externó sus deseos de manera abierta, apoyado en analogías bélicas y religiosas. Le gustaría, dijo, que su mandato fuera recordado “como un punto de cambio, de inflexión; como un gran esfuerzo de transformación en todos los ámbitos de la vida nacional”. Mes y medio después, el 30 de julio, en un encuentro con alcaldes panistas, dijo más o menos lo mismo. Y en 2012, durante la campaña presidencial, fue su esposa, Margarita Zavala, quien procuró que la candidata Josefina Vázquez Mota se basara en “los logros” del gobierno de su marido (Proceso 1863). En dos de los spots para el informe de 2012 –uno de seguridad y otro de economía– Calderón, a quien le tocó celebrar el Bicentenario de la Independencia, asegura que sus decisiones dieron “los cimientos” para un país más justo, seguro y próspero. Los otros dos: “Seguridad-Emociones” y “Seguridad-Razones” los dedicó a seguridad, y aluden a lo que ha sido el fracaso más sonado de su gestión, es decir, la “guerra” declarada al narco. La Presidencia de la República subió ambos a su página oficial para su difusión. La hecatombe En uno de los spots la cámara hace un acercamiento al despacho presidencial. Al fondo, aparece Calderón sentado en su escritorio, rodeado por un pequeño busto de Benito Juárez, una estatuilla –la representación de Prometeo o la Victoria Alada, probablemente–. A la derecha, una fotografía de su familia. Calderón tiene las manos enlazadas a la altura de la barbilla. Su voz en off se queja de que durante años se haya dejado crecer la delincuencia, mientras su mano izquierda hace anotaciones en una libreta. Mantiene su postura reflexiva. Como en los demás promocionales de la serie, se ve solitario, a veces aparece un guardia militar. “Tomamos decisiones difíciles. Pensando no en seis años, sino en el México del futuro. Sabíamos que luchar implicaría grandes desafíos y riesgos muy importantes. Pero teníamos que quitarnos la venda de los ojos y actuar”, expresa la voz en off, mientras él deambula por el palacio. Más allá del spot y de los muros de las galerías presidenciales, lo cierto es que en todo el territorio nacional continúan los crímenes, robos, secuestros, muertes, violaciones de mujeres, pedacerías humanas arrojadas por doquier o disueltas en químicos. En suma, el sexenio ha sido un escenario plagado de quemazones, balaceras, fosas clandestinas, desapariciones, torturas, desplazados, plagiados, huérfanos, viudas... El 20 de agosto último el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) presentó un informe sobre los homicidios en México durante 2011, según el cual aumentaron 274% con respecto a los de 2005. Para junio de este año, la estadística sexenal de homicidios ascendía a 88 mil (Proceso 1857). La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) documentó a su vez más de 5 mil desapariciones en lo que va de la gestión calderonista; Amnistía Internacional (AI) reporta sólo 3 mil, mientras otros organismos civiles calculan la cifra a más de 10 mil. En febrero pasado, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de Naciones Unidas calculó en 22 mil los casos de secuestro a migrantes en México. Los plagios nacionales también crecieron: de 615 en 2005, a 2 mil 979 casos al cierre de 2011, un incremento de 384%, según datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia. Y sobre los desplazados por la violencia, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia, quien ahora realiza una caravana por territorio estadunidense, habla de 250 mil personas. Ante estas cifras, Calderón ha optado por culpar a los legisladores de no reformar las leyes, como lo hizo el 22 de marzo pasado; y a los jueces que, dijo el 6 de septiembre de 2011, son corruptos. Sin embargo, las iniciativas que sí fueron aprobadas, entre ellas la reforma constitucional penal de 2008, han sido calificadas como un rotundo fracaso. Para el constitucionalista Raúl Carrancá, la reforma y lo que Calderón quiso seguir reformando es una “abominación constitucional”. Por lo demás, la tasa de impunidad en el país promedia alrededor de 98.6%; es decir, de cada 100 delitos cometidos, sólo 1.4 terminan en sentencia condenatoria. La razón: la mayoría de los casos se pierden por violaciones al debido proceso o por mala integración de las averiguaciones. En el exterior, las críticas también son acerbas. En un editorial del pasado 23 de agosto el vespertino francés Le Monde calificó la situación de México como una “verdadera hecatombe, y por mucho, el conflicto más mortífero de los últimos años en el planeta”. El 31 de agosto, AI recordó a Calderón, a través de un comunicado, el contexto de su Sexto Informe de Gobierno: su política de seguridad pública militarizada agravó la violencia. Y lo cuestionó: “(¿Será capaz de) reconocer el grave deterioro en la protección de los derechos humanos?”. (Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1870, ya en circulación)  

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