La osadía de denunciar

jueves, 17 de enero de 2013 · 10:54
SAN LUIS LA LOMA, GRO. (Proceso).- Desde el 10 de septiembre de 2012, cuando Leopoldo Soberanis Hernández decidió encabezar una manifestación contra los abusos de poder del Ejército, sintió los efectos de lo que para sus vecinos era una osadía: Denunciar las violaciones a los derechos humanos y la violencia que envuelve a la Costa Grande y a la Tierra Caliente de Guerrero. El 13 de octubre una partida militar allanó las oficinas de su empresa, Integradora Costa Grande, dedicada a la exportación de coco y mango. Los militares revisaron cada rincón del local “en busca de droga y armas”, obligaron a los trabajadores que se encontraban ahí a colocarse contra la pared y simularon un fusilamiento. El 7 de noviembre unos 15 soldados ingresaron ilegalmente a la casa de Soberanis. Ahí estaba su sobrino Víctor Manuel, de 15 años. “Me pusieron el arma en la cara y me preguntaban por don Polo; como estaba asustado les dije que no sabía nada; me preguntaban que dónde estaban las armas y por un carro que estaba estacionado fuera de la casa; ocho me preguntaban a la vez, con sus armas, tenía mucho miedo”, narra a la reportera el joven aún aterrado. Soberanis ubicó como responsable de los hechos al coronel Dante Castillo Calleja, comandante del 19 Batallón de Infantería, contra quien interpuso quejas en la procuraduría estatal y en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Por el hostigamiento militar es que Soberanis se hizo merecedor de medidas cautelares a partir del 22 de noviembre, otorgadas por la Secretaría de Gobernación: una escolta permanente de policías federales. Egresado del Instituto Politécnico Nacional como ingeniero químico petrolero y con estudios de química avanzada en la Universidad Bautista de Houston, Texas, Leopoldo Soberanis salió hace 48 años de San Luis La Loma, donde nació, y regresó para terminar sus días después de 30 años de trabajar en la industria petrolera en varios países. Políglota –habla inglés, francés, italiano, portugués y coreano–, dice: “Viajé por todo el mundo y decidí regresar a mi tierra para poner un negocito como exportador de frutas y vivir tranquilo. Cuando escuché todos los problemas que sufría mi gente y me enteré de casos gravísimos, me olvidé del retiro”.­ Su familia ha sido también víctima de abusos. A mediados de 2012 la finca paterna, a tres kilómetros de San Luis La Loma, se encontraba sola y fue allanada por soldados. “Abrieron las dos casas de campo de la familia y se llevaron aparatos electrónicos, pantallas de plasma, joyas, dinero en efectivo, teléfonos celulares, cámaras fotográficas, equipos de aire acondicionado, electrodomésticos, comedores, salas, y vaciaron los closets”. De tradición ganadera y agrícola, la familia Soberanis también fue despojada de “más de 200 millares de pies cúbicos de madera fina, bombas para agua, 24 motosierras, 16 desmelazadoras, herramientas y maquinaria, plantas generadoras de energía y dos cuatrimotos seminuevas”, dice el activista. De 56 años, Soberanis es consciente de las consecuencias de ser la voz de los sin voz: “Decidí ser vocero de la gente y ya no puedo dar marcha atrás; estoy dispuesto a dar todo porque no me cabe duda de que alguien tiene que hacerlo”. Por esa razón Soberanis fundó recientemente la Asociación Ciudadana Defensora de los Derechos Humanos, que entre otras cosas apoya la lucha de los ejidatarios del ejido Fresnos de Puerto Rico.

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