"Calzada de los Misterios", de Vilma Fuentes, en busca de la lectura infinita

martes, 5 de febrero de 2013 · 12:15
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La novela Calzada de los Misterios, de Vilma Fuentes, conjunta dos tiempos, la ciudad de los cincuenta y el paso de una niña a adolescente en un colegio de monjas, aunque no se menciona es el Francés del Pedregal, en el cual la autora, en su aspecto autobiográfico, estudió entre los cincuenta y los sesenta, testimonio del crecimiento de ambas. Pero en ella no hay la violencia de las anteriores novelas, ¿por qué? Vilma Fuentes, desde muy joven, es creadora de cuentos, poesía, ensayo, y ejerce el periodismo (las novelas: Ayer es nunca jamás, Gloria, Flores negras, Castillos en el infierno y King Lopitos). A partir de 1975 radica en París, Francia, pero regresa constantemente a la Ciudad de México y la recorre sin cesar como lo hace la protagonista de Calzada de los Misterios (una niña llamada con apodos al gusto de cada quien: Pingo, Mima, entre otros) que presentará el martes 5. Responde así: “Es sólo mi última novela que apenas ahora se publica en español, pues ya puede leerse incluso en edición de bolsillo en francés y en alemán. Escribí después Flores negras y Castillos en el infierno. La violencia es ostensible en los telones de fondo que son la matanza del 68 en Ayer es nunca jamás, y en otros libros la ruptura amorosa, el asesinato de un periodista o el personaje del Rey Lopitos, pero la violencia de Calzada de los Misterios es de otro orden. El poder amable de la dictadura perfecta: la buena educación.” –¿No es, entonces, una tregua, un periodo de paz, la historia de una niña que ve crecer la Ciudad de México, desde las ventanillas del camión escolar, durante los 12 años que es educada en una escuela de monjas, ese retorno a la infancia, nostalgia de un mundo ideal? –La única violencia para un escritor es plantearse esta cuestión: ¿Por qué escribo?, ¿qué quiere decir eso: escribir un libro, uno más después de tantos ya publicados? Y finalmente, ¿qué es un libro? Algunos autores pensaron en esto. Hoy día son raros los autores que reflexionan en esto, la mayoría se preocupa sólo de las cifras del tiraje y las ventas. El libro se ha vuelto un producto de consumo más entre otros productos, sean maquillajes, juguetes, cigarros o tortillas. Si yo narro la historia de esta niña, quien descubre a la vez la lectura, aprendida en una escuelita, y la ciudad que atraviesa cada día, es porque creo que en esos momentos, gracias a ese doble descubrimiento, se le abre la puerta de una serie infinita de cuestiones sin respuesta, más asombrosas que el laberinto de la ciudad donde se extravía. Si ya adulta escribe un libro es para volver a tomar la ruta de sus viajes de niña, reencontrar esas cuestiones que no ha olvidado y, finalmente, guardar la esperanza de encontrar, tal vez no una respuesta, no la hay nunca, pero sí una palabra que se aproximaría lo más cercanamente posible a la verdad, la cual sería al menos fiel a la memoria de esa niña. Los adultos creen volverse adultos cuando olvidan todo del niño que ellos fueron. Un adulto asesina cada día al niño que fue, y queda muy orgulloso de su crimen. Calzada de los Misterios no narra ni es un asesinato de este tipo. Es, al contrario, una resurrección. –¿Ninguna nostalgia, entonces? Porque la ciudad de la infancia de Vilma Fuentes a la de ahora cambió como quizá ninguna otra en el mundo hacia la degradación inhumana. –¿Quieres hacerme reír? La edad más cruel, ¿no es la infantilizada niñez del adulto desdichado? Calzada de los Misterios es, quizá, la más violenta de mis novelas. Para nada nostálgica porque el narrador, o narradora, no extraña su infancia, al contrario, escucha lo que decía o, más bien, lo que callaba la niña. Escribir es dar la palabra a lo que no se dice jamás en la conversación cotidiana. Ese es todo el misterio de la literatura: en apariencia todo es inventado, es una ficción, y, sin embargo, es ahí donde hay lugar para la creación, no para la mentira. Lo imaginario a veces encuentra una palabra verdadera. Esto nos llevaría a hablar de la diferencia entre lo verdadero y lo falso, pero nos serían necesarias horas, días, años, para hablar de esto sin estar seguros de poder responder. –Entonces, podríamos hacer preguntas cortas con respuestas breves, como en el famoso cuestionario de Proust. –Con gusto, aunque ser breve es lo más difícil. –Pregunta concisa: ¿Periodismo o literatura? –¿Me preguntas si quiero más a mi papá o a mi mamá? –¿París o México? –Como la Gelsomina de La strada, cuando le preguntan cuál de dos pastas quiere, respondo: “las dos”. –¿Cuáles los escritores preferidos? –Los buenos. Basta encontrarlos. Las mil y una noches, los cuentos, la poesía. Sé de memoria poemas enteros. –¿La cocina mexicana o la francesa? –Uno de mis orgullos es ser capaz de saber cocinar ambas… y ser felicitada por los comensales. –La política, ¿francesa, mexicana? –Son también dos cocinas diferentes. Conozco una y otra, pero la política es un oficio de profesionales y no soy responsable de platillos que no he preparado. –Amiga de Olga Sánchez Cordero. ¿La decisión de la Suprema Corte en el caso Cassez? –Conozco a Olga desde 1955, cuando entramos a primero de primaria. Es una persona admirable y progresista, en contra de tradiciones retrógradas. Personalmente yo había aprobado su primer proyecto, el cual preveía el proceso debido en completa regularidad e independencia. Ahora no habrá nunca proceso y la justicia no se efectuará. La búsqueda de la verdad fue arrojada a las mazmorras. La verdad es, como tú sabes, una diosa desnuda que se esconde en un pozo y no se deja atrapar. –¿Por qué residir en París? –Para vivir en México. –Una paradoja. –Sí. La vida es también una paradoja permanente. Los años en el extranjero me han ido dando y esclareciendo la respuesta. La causa y, al mismo tiempo, el objetivo de este viaje, reconozco, es algo largo. Pero hay algunos, y bien conocidos en literatura, que han durado tanto o más. Este viaje, pues… –¿Viaje? –Sí, un viaje. Nada que ver con un tour turístico. Cierto, he dado distintas respuestas, cada una verdadera en su momento. De alguna manera, se han ido afinando en la misma medida en que veo más claro el objetivo y voy alcanzándolo. Juan Soriano decía que los mexicanos no somos exportables. Quizá no sólo los mexicanos. Yo sigo viviendo en México. Sueño, pienso y escribo en español. Esa lengua es mi territorio, sobre todo como escritora. Pero la distancia me permite ver a México con un telescopio. Cuando ves de muy cerca un objeto, pegado a él, no puedes mirarlo completo, con claridad. Su proximidad te aplasta. Vivir en París me evita hundirme en querellas de grupos, sectas políticas o intelectuales, rumores, disputas de un microcosmos. Así, vivo en México en libertad, puedo pensar por mí misma, sin adherir opiniones y modas consideradas políticamente correctas por algunos durante una temporada. Para escribir se necesita soledad, pero también libertad. Y eso es lo que he ido conquistando a lo largo de los años de este viaje. Era su meta y, al alcanzarla, comienzo a comprender sus motivos. Mira, en el juego de apariciones y desapariciones, entre lo real y lo imaginario que vive la niña de Calzada de los Misterios, así como en el juego con el tiempo de esa niña y de la adulta que escribe, hay un viaje que anuncia el último. La niña, o la narradora, al tratar de imaginar el viaje que le inventaban los adultos de un desaparecido para ocultarle su muerte, escribe: “Me prometía, entonces, que cuando yo fuere grande también me iría. Sin despedirme y sin decir a dónde iba. Como todos esos viajeros desaparecidos, yo tampoco enviaría cartas. ¿Para qué? ¿Cómo contar lo que los otros no conocen? Algunos días tiendo a pensar que ésa es la única razón por la que los muertos no escriben”. La presentación de Calzada de los Misterios (Fondo de Cultura Económica) tendrá lugar este martes 5 a las 18:30 horas en la librería Rosario Castellanos (Tamaulipas 202, colonia Condesa), con la participación de María Teresa Franco, Óscar González, Hugo Gutiérrez Vega, María Luisa Mendoza , Olga Sánchez Cordero y la autora.

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