Doce horas de escape en la ciudad de la alegría
ATLIXCO, Pue. (proceso.com.mx).- Atlixco, Puebla no es un pueblo mágico ni con encanto, pero sus tradiciones, historia, arquitectura y gastronomía la hacen una ciudad viva de invaluable riqueza.
Al llegar, en el primer cuadro el visitante descubre una verdadera postal, con el cerro de San Miguel como testigo imperturbable de la vida de los atlixquenses y el volcán Popocatépetl como parte del paisaje.
Y aunque algunos de sus edificios y el colorido de las calles evocan la capital poblana, Atlixco cuenta con personalidad propia, un clima privilegiado y una próspera floricultura.
Pero si algo distingue a esta ciudad es la algarabía en su plaza central, donde los habitantes se reúnen en torno a un kiosco estilo árabe que forma parte de una cafetería, con una amplia terraza, donde los estudiantes, las familias, los amigos y las parejas tienen un punto de encuentro.
Los árboles de la plaza y el colorido de los jardines se mezclan con las risas y la alegría de los habitantes; es obligado caminarla de punta a punta, lentamente, y observar a detalle que las prisas aquí simplemente no tienen cabida.
Los encantos del Valle de Atlixco no se pueden recorrer en 12 horas, pero ese lapso podría ser el inicio para despertar la curiosidad. Lo ideal es escapar todo un fin de semana y echar a volar la capacidad de asombro.
Las maravillas de Atlixco
Entre los lugares de visita obligada está la Casa de los Rangel, una casa-habitación ubicada en el Centro, que se terminó de construir en 1897. En la parte superior, el inmueble cuenta con un vano con jambas y dintel de gran interés arquitectónico.



