La ciclista regiomontana Sofía Arreola, ganadora de dos medallas de plata en el campeonato mundial de Bielorrusia, no es un producto de la estructura deportiva nacional, menos aun del esfuerzo de la federación de esta disciplina. Como otros muchos casos de éxito, el suyo es resultado de una estrategia personal y familiar que la llevó a prepararse y entrenar en el extranjero, en este caso España.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las dos medallas de plata que la ciclista regiomontana Sofía Arreola ganó en el campeonato mundial de Minsk, Bielorrusia, no son resultado de un programa gubernamental ni un acierto de la Federación Mexicana de Ciclismo, sino un objetivo alcanzado gracias a la visión de su padre, Rolando Arreola, y el trabajo del estadunidense Andy Sparks, con quien la atleta entrena desde 2010 en el Centro Especializado de Alto Rendimiento de Ciclismo en Palma de Mallorca, España.
La pedalista, quien cumplirá 22 años en abril próximo, subió al podio en dos ocasiones en las pruebas de scratch (22 de febrero) y por puntos (24 de febrero). Aunque ninguna de éstas forma parte del programa olímpico, si la Unión Ciclista Internacional (UCI) las incluye como pruebas individuales para Río de Janeiro 2016, Arreola podría obtener una medalla.
“No habría por qué pensar ahorita si Sofía será medallista olímpica o no”, ataja el director de Alto Rendimiento de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), Vladimir Ortiz.
“Si la UCI modifica el programa olímpico, Sofía es candidata a presea en esas dos pruebas. Lo real es que las medallas las da el ómnium, donde esperamos que se pueda ubicar entre el sexto y octavo lugar, pero no deja de ser una aproximación. Debe aplicarse un principio: lo que puedas medir no lo calcules. ¿Para qué hacemos un cálculo? Mejor esperamos el campeonato del mundo de 2015, previo a los Juegos Olímpicos; ahí debe medirse su nivel. En este momento pensar en una medalla olímpica porque conquistó esas dos platas, no es correcto. Hay que tener mesura”, explica.
El funcionario plantea que las preseas de Arreola deben evaluarse de dos maneras: en primer lugar tienen un valor absoluto por el simple hecho de que las ganó en un mundial; en segundo término debe considerarse que las obtuvo en el primer campeonato mundial posterior a los Juegos Olímpicos, cuando los aspirantes a participar en Río 2016 se preparan para la que consideran la competencia más importante.
“Las medallas –explica Ortiz– se dieron en año postolímpico, lo cual significa que no es un evento del más alto nivel, aunque sea campeonato del mundo. Debemos tomarlo con reserva y hacer un análisis muy objetivo para conocer el estado de preparación de las otras competidoras. Sabemos que Sofía va por el camino correcto, que con este resultado subió entre tres y cinco escalones. El resultado no salió de la nada. Desde hace años ha sido consistente; ella mejora en cada competencia, pero, insisto, ahorita la preparación no es altamente especializada en la pista porque las ciclistas se preparan para finales del segundo año y principios del tercer año del ciclo olímpico.”
La prueba conocida como ómnium se compone de seis competencias: vuelta lanzada, carrera por puntos, carrera por eliminación, persecución individual, scratch y una contrarreloj de 500 metros. Según Ortiz, en las otras tres pruebas Arreola ha tenido hasta ahora un desempeño que califica como promedio.
“Tendría que mejorar sustancialmente, sobre todo, en la contrarreloj que es de potencia pura, de fuerza. Las dos pruebas en las que ahora ganó son de medio fondo. Es alta intensidad, pero intermitente. Sofía es de complexión pequeña (1.60 metros de estatura, 51 kilos); claro que no es impedimento, pero si no tiene cualidades genéticas para la fuerza aunque queramos no va mejorar tanto, o no en la medida en que lo hacen otras. Próximamente mediremos su composición muscular en un laboratorio especializado para precisar el porcentaje de mejoría. De que está hecha para ese deporte es obvio. ¿Cuánto mejorará de aquí a Juegos Olímpicos? Lo sabremos cuando tengamos esa información.”
Buena ruta
La vida deportiva de Sofía comenzó en el seno de su familia y con la ayuda del Instituto del Deporte de Nuevo León. Rolando Arreola, su padre, fue ciclista y es profesor de educación física. Sofía y su hermanita Graciela fueron destacadas patinadoras sobre ruedas en su entidad, mientras que Nancy, la hermana mayor, se dedicaba al ciclismo.
Desde 1997 el entrenador cubano Nelson Delgado encabeza la escuela de ciclismo en Nuevo León, de donde salieron atletas como Ingrid Drexel y Fabrizio von Hacher.
A los 12 años Sofía cambió los patines por la bicicleta. A partir de entonces su papá y Nelson Delgado se encargaron de su entrenamiento.
En 2008 ganó el campeonato panamericano junior en contrarreloj de ruta, logro que refrendó en 2009. En ese mismo año ganó medalla de bronce en la prueba de ruta. Gracias a esos triunfos la UCI la invitó a entrenar en su Centro Mundial de Ciclismo en Suiza, donde conoció al entrenador Andrew Sparks, quien dirigía el programa de pista en el que participaban en ese momento más de 100 atletas y entrenadores de 40 países.
A partir de 2010, Sparks, esposo y entrenador de Sarah Hammer, doble medallista olímpica de plata en Londres 2012 y cuatro veces campeona mundial, invitó a Sofía a integrarse al equipo Performance United Cycling Center, que él dirige en Palma de Mallorca. En esta localidad los españoles construyeron un velódromo de clase mundial, donde los ciclistas cuentan con las mejores condiciones para entrenar, entre ellas carreteras seguras para el trabajo en ruta.
La Conade invierte 4 mil 200 dólares al mes para costear la preparación de Arreola en Europa. De esta cantidad, mil 200 dólares mensuales corresponden al salario que devenga Sparks como su entrenador.
“El mérito de Rolando Arreola es que él hizo el trabajo técnico y, gracias a que conoce el medio, trazó el camino de Sofía. Tuvo la humildad y honestidad de reconocer que su hija necesitaba ayuda del más alto nivel, que debía mandarla fuera de México y ceder la autoridad”, dice Ortiz.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1896 de la revista Proceso, ya en circulación.